Pidió al criado que le preparara un baño de salsa y, una vez a solas, se quitó las prendas de seda. Su cuerpo era de color profundo de la madera y sus músculos, tan perfectos, que emanaban fuerza y poder.
Tenía un cuerpo esbelto y fuerte, aunque jamás había entrado en un gimnasio. Eso habría sido una ocupación demasiado narcisista para un hombre como Khalim. Pero la musculatura de sus piernas delataban que practicaba algún deporte.
Sí, montar a caballo era su afición favorita, y una de las mejores fuentes de relajación. Se sentía completamente libre cuando montaba a su querido Akhal-Teke por las llanuras saladas de Maraban, con la brisa cálida jugando con su cabello y la sensación de tener al maravilloso animal debajo de él.
Se tumbó entre las burbujas y trató de relajarse. Pero no lo consiguió por completo, ya que Rose Thomas y su belleza clara y dorada se le habían quedado profundamente grabadas en la mente. Notó cómo su cuerpo respondía a sus pensamientos y tuvo que hacer un gran esfuerzo para controlar su deseo. Algo que no le había pasado jamás...
¿Debería intentar cortejarla? ¿Debería seducirla, llevándole flores? ¿O quizá joyas? Se frotó pensativamente la barbilla. No había mujer en el mundo que se resistiera al atractivo de las piedras preciosas.
Esbozó una sonrisa y salió de la bañera circular. En su cuerpo perfecto, brillaron pequeñas gotas de agua como diamantes.
No tenía hambre. Esa noche trabajaría en algunos documentos de gobierno que había llevado consigo desde Maraban.
Se puso su túnica de seda de color granate y atravesó descalzo el enorme salón para entrar en el estudio adyacente, donde Philip estaba trabajando en el ordenador.
Alzó la vista al oír entrar a Khalim.
-¿Quiere algo, señor?
-Búscame la dirección de Rose Thomas. Ah, y también su lugar de trabajo.
A pesar de haberse dado un baño y de haber tomado una manzanilla, Rose durmió poco aquella noche. Especialmente si se tenía en cuenta que había trabajado mucho aquella semana y que había salido con Sabrina dos noches para celebrar su despedida de soltera.
Estuvo sin dormir mucho rato, dando vueltas en la cama y tratando de conciliar el sueño. Pero un par de ojos negros continuaban clavados en su confusa mente. Unos ojos que brillaban con la promesa silenciosa de darle un placer oculto.
Así que a la mañana siguiente se levantó tarde y se estaba vistiendo, cuando oyó que Lara llamaba excitada.
-¡Rose, ven deprisa!
-Enseguida voy -después de ponerse unos vaqueros viejos y una camiseta sencilla de color azul pálido, fue al salón, dónde Lara estaba mirando embobada el ramo de flores más grande que jamás había visto. Era un ramo de rosas amarillas con algunas florecillas azules. Notó su fragancia nada más entrar-. ¡Vaya! -exclamó sorprendida-. ¡Qué suerte! ¿Quién es tu admirador secreto?
-¡No son para mí, tonta! -gritó Lara, ligeramente celosa-. En la tarjeta está tu nombre. Mira -Rose tomó la tarjeta con manos temblorosas y una vaga sensación de fatalidad. A continuación, miró el sobre y vio su nombre, escrito a mano-. ¿Es que no vas a abrirlo? ¿No quieres sabe de quién son?
-Sé exactamente de quién son. Me las ha enviado Khalim.
-¡No puedes estar segura!
-Oh, claro que puedo -esbozó una sonrisa irónica-. Tengo algunos amigos encantadores, pero ninguno de ellos se gastaría tanto dinero en un ramo.
Sin embargo, la curiosidad hizo que abriera finalmente el sobre, para ver confirmadas sus sospechas.
El amarillo es por tu pelo, y el azul, por el zafiro de tus ojos. Te recogeré a mediodía: Khalim.
-¡Oh, Dios mío! ¡Qué romántico! -gritó Lara, mirando por encima del hombro de su amiga.
-¿Te parece romántico?
-A mí me volvería loca que un hombre me mandar un ramo así. ¡Y vaya blta más bonita! ¡Será mejor que hagas algo!
Pero Rose no la estaba escuchando.
-¡Qué descaro! ¿Cómo es tan arrogante de creer que me puede citar a una hora y que yo lo estaré esperando sentada como un cordero?
-Pero si no pensabas ir a ninguna parte hoy, ¿no? -preguntó Lara, completamente confundida.
-Ese no es el problema.
-¿Y cuál es el problema?
-¡El problema es que no quiero salir con él!
-¿No quieres? ¿De verdad?
Saber si era verdad que no quería era un asunto bastante complicado. Rose había hecho un esfuerzo muy grande para ser una mujer independiente y sentirse dueñ de sí misma... cualidades ambas que, sospechaba, Khalim vencería con su poderosa sensualidad.
-Una pequeña parte de mí sí quiere ir -confesó-, pero el resto no para de advertirme que él solo me traerá complicaciones.
Lara dio un suspiro profundo.
-¿Entonces qué vas a hacer? ¿Decírselo a la cara o fingir que estás fuera cuando llame? -se le iluminó la cara de repente-. Si quieres, puedo ir yo.
Rose no estaba preparada para los celos que la invadieron de repente.
-Estoy tratando de ser realista -dijo orgullosamente-, pero no soy ninguna cobarde. Si rechazo otra vez a Khalim, entonces se picará y no estoy preparada para ser bombardeada todo el tiempo con su encanto y sus trucos caros -aseguró-. Es el tipo de hombre que no está acostumbrado que lo rechacen. ¡Probablemente le pasó el día anterior por primera vez!
-¿Entonces qué vas a hacer?
Rose sintió un escalofrío al tomar la decisión.
-Iré -afirmó-, y lo convenceré de que no soy el tipo de mujer que él busca.
-¿Y qué tipo de mujer sería esa?
-¡Una concubina temporal! -contestó Rose-. Alguien que viva con él como si fuera su esposa hasta que él se canse y encuentre a otra.
-No parece que te caiga muy bien -dijo Lara.
Y ese era el problema, que a ella no le caía muy bien. Pero aún así, le gustaba un poco. Aunque, ¿cómo podía formarse una opinión sobre él si apenas lo conocía? Lo único que podía decir era que se sentía mal por un hombre que tenía un magnetismo animal que le era completamente desconocido.
-Voy a prepararme -añadió, mirándose los pantalones. Luego fue a su dormitorio a cambiarse.
En su trabajo, necesitaba llevar ropa elegante, así que tenía un ropero bien equipado. ¡De todos modos nunca había salido con un príncipe!
Cómo iba a ser una cita de día, eligió un traje sencillo, sin adornos, aunque eso sí, era el más caro que tenía. Se trataba de un vestido de lino de color azul pastel. Le daba un aspecto muy inglés y al abrocharse el último botón, se preguntó por qué lo habría elegido. Quizá para enfatizar el contraste entre su piel y pelo claros, y la belleza morena de él.
Se recogió el cabello en un trenza y se dio unos ligeros toques de maquillaje antes de escuchar el timbre de la puerta. Tomó aire profundamente para armarse de valor y esperando que eso pudiera calmar el latido de su corazón, salió a abrir la puerta.
Pero allí no estaba Khalim, sino un hombre muy moreno y vestido con un traje inmaculado. Sus ojos verdes brillaron divertidos al ver la expresión beligerante de ella.
-¿Señorita Thomas?
El hombre era elegante y tenía un rostro bastante atractivo. Era el tipo de hombre que, en circunstancias normales, habría hecho que el corazón de Rose se acelera. Pero aquellas no eras circunstancias normales, se recordó.
-Soy yo.
-El príncipe Khalim está esperándola en el coche. ¿Está usted lista?
-¿Y usted quién es?
-Me llamo Philip Caprice y soy su emisario.
-¿De verdad? ¿El príncipe ha dedicado que era mejor no venir él mismo?
-Es normal que me envíe a mí para recogerla -contestó Philip Caprice, ocultando una sonrisa.
-¡Pues para mí no es normal! Si ni siquiera se molesta en salir del coche, quizá sea tan amable de decirle que a mí no me apetece ir con él.
-Escuche...
Pero Rose hizo un gesto con la cabeza.
-Lo siento -dijo con firmeza-, sé que usted solo está haciendo su trabajo, pero la invitación de su jefe deja bastante que desear. Habría sido más educado que hubiera llamado para ver s qué hora me venía bien verlo, en ve, de anunciarse cómo lo ha hecho. Y si ahora no viene a buscarme, no me moveré de aquí.
Philip Caprice asintió y entornó los ojos como sopesando la situación.
-Iré a decírselo. ¿Puede dejar la puerta abierta?
-Claro, sería indignó para él tener que llamar al timbre, ¿verdad?
Pero Rose hizo lo que el hombre le pidió. Se quedó un momento allí, viéndole bajar las escaleras y luego entró en el salón, dónde Lara, que había estado escuchando todo, tenía en el rostro una expresión de fascinación y horror al mismo tiempo.
-Oh, Rose, ¡ya has metido la pata! Apuesto a que se marchará.
-Espero sinceramente que lo haga.
-¿De verdad? -dijo una voz aterciopelada detrás de ella.
Rose se dio la vuelta y allí estaba Khalim, con tal expresión en la mirada, que no habría sabido decir si estaba divertido o escandalizado.
-¡Pues sí! Sí, que lo esperaba -contestó ella.
Al ver el diferente aspecto que tenía ese día el hombre, tragó saliva. Sus ojos negros albergaban la misma promesa, pero no llevaba túnica.
En lugar de ella, llevaba un traje de color gris oscuro y de corte elegante. Un traje moderno con un cuello estilo mandarín, que resaltaba la perfección de su exótico rostro.
Sus hombros eran muy anchos, más de lo que ella recordaba, mientras que tenía unas caderas estrechas, propias de un atleta. Y las piernas... ¡Santo Dios! Esas piernas fjetrs y poderosas parecían no terminar nunca.
Rose abrió abrió la boca para decir algo, pero las palabras no le salieron.
-¿Quieres que me vaya?
-Creo que sería lo mejor -contestó ella con total franqueza.
-Pero te has arreglado para salir -observó él, admirando la elegancia de su vestido de lino.
-Sí, así es.
-¿Por qué tanto esfuerzo? .
-No ha sido un gran esfuerzo -se encogió de hombros-. ¡lo tardé cinco minutos en cambiarme!
-Me siento halagado.
Rose le lanzó una mirada de reproche.
-Estoy acostumbrada a que los hombres sean lo suficientemente corteses cómo para recogerme ellos mismos y no enviar a un sirviente.
-Philip no es un sirviente -replicó él con frialdad-. Es mi emisario.
-¡No discutamos ahora sobre terminología! ¿Por qué no has venido tú mismo?
Khalim dio un suspiro profundo. ¿Cuál sería la reacción de ella si le decía que nunca había tenido que hacerlo? Que durante toda su vida solo había tenido que hacer un chasquido con los dedos y la mujer que deseaba había acudido a su presencia de inmediato.
-Pero ahora estoy aquí -contestó con una humildad que nunca había tenido que utilizar. Porque sospechaba que Rose Thomas no estaba bromeando y si la enfadaba, sencillamente se negaría a ir con él. Y la deseaba tanto, que no podía pensar en tal posibilidad. Khalim se volvió hacia el otro lado de la habitación,dónde una mujer morena de pelo rizadols estaba mirando asombrada-. Hola, soy Khalim -se presentó él, haciendo un gesto con la cabeza.
A Rose le enfureció ver cómo Lara se deshacía, virtualmente, en un charquito. Pero, ¿quién podía culparla? Era impresionante tener delante a un hombre de su importancia y su físico espectacular.
-Ho... hola, yo soy Lara Black -balbuceó-. Encantada de conocerte, K... Khalim.
En cualquier momento, su compañera de piso se arrodillaría frente a él, pensó Rose- desesperadamente.
Al volverse, vio los ojos de Khalim clavados en ella.
-¿Nos vamos?
Rose sabía que era imposible dar marcha atrás, por mucho que deseara. Aunque, para su desgracia, se dio cuenta de que no quería. Lo cierto era que deseaba comer con aquel magnífico hombre. Comería con él para demostrarle que ella era igual que él y que no iba a rendirse ni a desmoronarse ante sus indudables encantos.
Sí, comerían juntos, pero eso sería todo.
-Muy bien -contestó ella en un tono de voz tan bajo como el de él.
Khalim esbozó una sonrisa, pero enseguida se dio cuenta de que todavía no había motivos para festejar nada. ¡Aquella fría aceptación de ella no había sido ninguna victoria! Pero en vez de sentirse irritado, se dio cuenta de que sus sentidos volvían a la vida mientes su sangra circaba de nuevo por sus venas a un ritmo vivo.
-Vamos entonces, Rose -dijo, haciéndole un gesto con la mano.
En el vestíbulo, sin embargo, Khalim se detuvo y Rose notó la boca seca al ver que estaban demasiado cerca el uno del otro. El vestíbulo era demasiado pequeño y si ella estiraba la mano, tocaría el rostro orgulloso y bello de él. Podría dibujar con sus dedos su mandíbula perfecta y sentir la zona dura de su barba. Rose tragó saliva.Los ojos de Khalim brillaron. No se había equivocado. Ella sentía lo mismo que él. Ella lo deseaba. Khalim notaba la tensión provocada por el deseo reprimido en la rigidez de su forma de andar y también podía leerlo en la expresión indefensa de sus ojos o en el gesto de sus labios suaves.-¿Dónde te gustaría ir?-¿No has reservado mesa en ningún sitio? -preguntó Rose asombrada.Había imaginado que él habría conseguido ya la mejor mesa en el mejor restaurante... y más teniendo en cuenta que el domingo era un día difícil para conseguir mesa sin reserva.-No.-Eso limitará mucho nuestras posibilidades.-No lo creo. Yo nunca necesito reservar mesa -le explicó.
Y al mirar a Khalim, se dio cuenta de que él nunca podría llevar una vida normal. ¿Y no estaba en la naturaleza humana desear lo que no se podía tener?-¿Tienes hermanos y hermanas?-Una hermano mayor. Pero no tengo hermanas. ¿Y tú?-Dos hermanas más pequeñas.-¿No tienes hermanos varones?-No.-¿Entonces heredarás un día el trono de Maraban? -preguntó ella, dándose cuenta inmediatamente de que Khalim la miraba con recelo.-Espero que ese día esté lejano -contestó él, consciente de que la pregunta de ella le había inquietado.Le había recordado cosas que él prefería olvidar. Cosas que nadaban, inevitablemente, bajo la superficie de su vida. La salud de su padre estaba apagándose y los médicos le habían dicho que era improbable que resistiera más de un año. Así que era urgente que él encontrara una esposa, que pronto se convertiría en la reina de Maraban.Miró a la mujer rubia que estaba delante de él y su boca se puso tensa. Porque una vez casado, las aventuras con mujeres como Rose T
Rose optó por un traje pantalón de color beige y se recogió el cabello en una coleta. Para terminar, se puso un poco de maquillaje. Muy poco, casi nada.Llegó al hotel Granchester a las diez menos cinco y la primera persona a la que vio en el vestíbulo fue a Philip Caprice, tal y como esperaba.Le observó llevarse la mano al bolsillo del traje y luego, sonriendo, caminó hacia ella.-Hola, Rose.Ella pensó que no era culpa suya tener que trabajar con un hombre que utilizaba su influencia para controlar los acontecimientos, así que le devolvió la sonrisa.-Hola, Philip. Me imagino que Khalim te ha enviado a recogerme, ¿verdad?-No, Khalim ba venido a recogerte él mismo -dijo una voz aterciopelada desde detrás de ella.Rose se volvió y se encontró con él. Sus ojos expresaban un mensaje sin palabras. ¿Pensaría él que había triunfado? Rose supuso que sí. Khalim había conseguido lo que quería. O eso pensaba...-Y supongo que debería sentirme halagada, ¿no es así?Khalim esbozó una sonrisa.
Las bodas siempre tenían algo especial, algo mágico que hacía que el cinismo de todos los días se evaporaa en el aire. Rose agarró con fuerza el borde de su copa de champán mientras esperaba que el padrino comenzara a hablar. Se había dado cuenta de ello en la iglesia, donde las mujeres habían estado limpiándose las lágrimas, emocionadas. Mujeres que normalmente se reunían en cafeterías para hablar de lo descuidados y frios que eran los hombres, pero que se habían pasado toda la ceremonia sonriendo. ¡Incluso a Rose se la había escapado una lagrimita! Ella, que no era una mujer a la que le gustara demostrar en público sus emociones. -En mi país -anunció el padrino de boda, mirando a los novios con sus brillantes ojos negros-, las fiestas que se hacen después de una boda se empiezan con un brindis. ¡Que la alegría que compartís ahora, nunca se borre! Por ello, os pido a todos que levantéis vuestras copas para beber por Sabrina y Guy. -¡Por Sabrina y Guy! -repitieron todos, alzan
En ese momento vio a Sabrina al otro lado de la sala, hablando con una de las sobrinas de Guy. -¿Quiere champán, señorita? -le preguntó, sonriendo, el camarero. Rose estuvo a punto de aceptarlo, pero en el último momento cambió de opinión. Sospechaba que iba a necesitar todas sus fuerzas y que el alcohol acabaría con sus ya debilitadas energías. -No, quiero agua mineral con gas, por favor. -¿Estás segura? -le dijo una voz. Rose miró hacia arriba y vio a Guy, sonriendo divertido. A Rose le gustaba mucho el marido de su amiga.Era muy guapo, muy rico y amaba a Sabrina con una intensidad que le había enseñado a Rose que no debería conformarse con menos. Rose había conocido a Sabrina cuando había ido a buscar un libro raro y Sabrina había sido muy amable, ayudándola a encontrarlo. Había sido el día después de que se comprometiera con Guy y le había enseñado, complacida, su anillo de pedida... un anillo sencilo, aunque con un magnífico diamente. Sabrina no conocía a nadie en Londres
-Eso ya lo has dicho antes -contestó Rose con voz dulce, complacida por la expresión de enfado de él-. No entiendo por qué las mujeres siguen cayendo a tus pies con esos piropos anticuados. -¿No lo entiendes? Khalim la apretó contra él y notó con satisfacción cómo los ojos de ella se oscurecían mientras sus mejillas enrojecían. A través de las finas telas de las prendas de ambos, notó sus pezones, apretándose contra su pecho y de nuevo lo invadió un deseo irresistible. -¡No! -protestó Rose, sorprendida por aquel deseo que había despertado él en ella y que jamás había experimentado con anterioridad. Khalim sintió cómo temblaba ella y apretó los labios contra su cabello suave, a la altura de la oreja. -¿No qué? -No te pongas tan cerca -dijo con una voz irreconocible. Con la habilidad del conquistador nato, él hizo lo que le pedía y, al apartarse, oyó el suspiro de protesta de ella. -¿Así está mejor? >, pensó Rose, que se sentía de repente desnuda y fría. Sint
Sin casi darse cuenta, Rose salió del hotel Granchester y se puso a buscar un taxi, pero después no fue capaz de recordar nada del trayecto. Solo comenzó a ser consciente de lo que le pasaba cuando llegó al apartamento que compartía en Notting Hill y trató de olvidarse del príncipe moreno de rostro orgulloso y atractivo.Entró en el apartamento y dejó sobre la mesa su bolso, aliviada por haber llegado a casa sana y salva.Le encantaba el apartamento que se había comprado. Ocupaba la primera planta en una casa de altos techos. Pero había sido un capricho caro como primera vivienda y tenía que pagar unas letras muy altas cada mes, por eso estaba compartiendo con Lara, su compañera de piso.Lara era una actriz enérgica que declaraba siempre ser la invitada de Rose. Pero no era cierto. Rose creía en la igualdad y trataba de respetar esa idea en todas las facetas de la vida.-No eres mi invitada, somos compañeras de piso -insistía siempre. Era una casa típica de mujeres solteras, llena de