Antonio se quedó un instante de pie, observando cómo los demás se dispersaban. No había dicho una palabra más desde la declaración de Francesco, ordenando que matará a los dos hombres que acaban de abandonar la reunión. Pero por dentro, hervía.No aceptaba ese cambio. No aceptaba que Vittorio, un recién llegado, se quedará con lo que él tanto había luchado, y por supuesto que no lo iba a dejar. Pero por ahora solo cumpliría las órdenes que le acaba de dar Francesco.Mientras bajaba por las escaleras principales, hizo un gesto casi imperceptible con la mano derecha a dos de sus hombres lo cuales se separaron discretamente del grupo que aún charlaba junto al salón principal y lo siguieron. Eran de los suyos, hombres de confianza, leales a él desde siempre. Gente que entendía el verdadero significado de los silencios.Antonio no dijo nada hasta llegar al garaje. Subieron a una de las camionetas negras.Él tomó el asiento del copiloto, los dos hombres en los delanteros. Otra camioneta, id
Aurora despertó lentamente, sus sentidos adormilados aún por el cansancio, pero reconociendo de inmediato el calor que la envolvía. Dante la sostenía entre sus brazos, su respiración profunda y calida vibrando contra su cabello. Durante unos segundos, se permitió disfrutar de esa cercanía, de la seguridad que le ofrecía su abrazo. Sin embargo, algo dentro de ella sabía que él no había dormido casi nada durante la noche. Lo había sentido moverse inquieto, levantarse en silencio más de una vez, como si las preocupaciones le carcomieran el alma.Con extremo cuidado, Aurora se deslizó entre sus brazos, procurando no perturbar su descanso. Dante frunció apenas el ceño en su sueño, pero no despertó. Ella lo observó por un instante, su rostro, que tantas veces había visto endurecido por la tensión y la rabia, ahora parecía vulnerable, joven, casi inocente. El impulso de acariciar su mejilla la tentó, pero se contuvo. No podía permitirse debilidades en ese momento.Desnuda, recogió su bata
Francesco se puso de pie al verla. Sus ojos, gastados por los años y las batallas, se iluminaron como si ante él estuviera un milagro largamente esperado. Sus labios temblaron ligeramente mientras extendía los brazos.—Mi niña… —murmuró con un nudo en la garganta—. Por fin estás de nuevo a mi lado.Aurora, movida por un impulso infantil que aún latía en su corazón, corrió los pocos pasos que los separaban y se lanzó a abrazarlo. Cerró los ojos por un instante, recordando tiempos más simples, donde los brazos de su abuelo eran un refugio seguro.Pero la realidad la golpeó casi de inmediato. Recordó todo lo que había pasado, lo que Francesco estaba haciendo ahora, las sombras que se cernían sobre todos. Se apartó de golpe, como si el contacto quemara.Negó con la cabeza, sus ojos brillando con una determinación fuerte.—No, no abuelo —dijo con voz quebrada pero firme—. No estoy aquí para eso. Solo vine para detenerte.Francesco frunció el ceño, confuso, como si no pudiera comprender aq
Antonio bajó las escaleras a paso tranquilo, como quien baja a recibir una visita esperada. Al llegar a la sala, se detuvo un momento en el umbral, observando la escena.Aurora aún estaba frente a Francesco, sus manos entrelazadas, su mirada suplicante.Antonio entrecerró los ojos.Ella había cambiado, no había duda. Había fuego en su espíritu, una determinación que la hacía brillar. Pero también era vulnerable. Y Antonio sabía exactamente cómo jugar con esas grietas.Entró en la sala, sus pasos resonando con autoridad.Aurora levantó la cabeza al oírlo. Su cuerpo se tensó de inmediato, sus instintos alertándola.Francesco también giró, frunciendo el ceño.—Antonio —dijo con una mezcla de sorpresa y desconfianza —. ¿Qué haces aquí?Antonio sonrió ampliamente.—Vittorio no está, querido amigo —dijo en tono ligero—. Me pareció oportuno ocupar su lugar en su ausencia.Aurora dio un paso atrás, sintiendo el peligro palpitar en el aire.Antonio la miró con una sonrisa que no alcanzaba sus
Antonio sonrió cínicamente mientras contemplaba la escena frente a él. El destello de una decisión peligrosa cruzó sus ojos. Con un movimiento lento y calculado, sacó su propia arma, apuntándole directamente al pecho de Francesco.Aurora sintió que el corazón se le detenía. Dio un paso hacia adelante, levantando las manos en un gesto desesperado.—¡Basta, Antonio! —gritó, su voz quebrada por el miedo y la desesperación.Antonio ladeó la cabeza, como si considerara sus palabras, y le dedicó una sonrisa aún más cruel.—Claro que sí, basta —dijo con una calma perturbadora—. Pero tú vienes conmigo.Sin bajar el arma, comenzó a caminar hacia ella. Aurora retrocedió instintivamente, pero antes de que Antonio pudiera acercarse más, Francesco se interpuso entre ellos, erguido como un muro humano, desafiante a pesar de su edad.De inmediato, los cinco hombres que rodeaban el salón volvieron a levantar sus armas, apuntando a Francesco y a Aurora. El ambiente se tornó más denso, más irrespirable
Aurora retrocedió un paso, apretando con fuerza el arma descargada, negándose a soltarla aún sabiendo que no le serviría de nada. Antonio ladeó la cabeza, su mirada oscura recorriéndola con una mezcla de burla y posesividad.—Te ves preciosa cuando tienes miedo —murmuró, su voz ronca y venenosa.Antes de que Aurora pudiera decir algo, antes siquiera de que pudiera pensar en escapar, Antonio levantó su mano con brutalidad y le cruzó el rostro con un golpe seco y violento.El impacto fue brutal. La cabeza de Aurora giró hacia un costado por la fuerza del golpe, y su cuerpo, frágil en comparación con el de él, perdió el equilibrio. Cayó al suelo, aturdida, con un hilo de sangre corriéndole por la comisura de los labios.El mundo pareció ralentizarse. Los latidos de su corazón retumbaban en sus oídos mientras intentaba parpadear para enfocar la vista.Antonio se agachó junto a ella, sujetándola brutalmente por el brazo.—Ya te lo dije, muñeca —gruñó, acercándose a su oído—. Tú vienes conm
El sudor de su frente bajaba lentamente por su rostro, era como si el tiempo se hubiese detenido en ese mismo momento.Su cuerpo dolía como nunca, los golpes en sus costillas hacían que Dante se retorciera de dolor, aún así su mandíbula seguía tensa, y con la firme intención de salir de ahí con vida. Dante alzó su mirada, y vio una vez más el azul celeste de los ojos de sus amada cerrarse por última vez, la mujer de su vida, maldijo internamente, porque el día que se suponía que iba hacer el más feliz de sus vidas… se había convertido en un completo infierno.—¡Jamás pensé tener tanta suerte en esta vida!, y vaya que siempre he sido un hombre con mucha suerte!, ¿Acaso no lo crees primito? —exclamó Antonio tomando fuertemente la mandíbula de Dante, él tenía su mirada fija en Eva, quien yacía inerte a un lado de sus pies.Dante apretó un poco sus manos, la impotencia era evidente, solo quería soltarse y correr a los brazos de su amada, poder salvarla, poder estar ahí para ella.—Disfru
Aurora pegó un brinco, aún así hizo lo que aquel hombre mal herido le pedía, se inclinó aún más y ayudó al hombre a subir a su auto.—¿Qué esperas? ¡maldita sea!, ¡Arranca! —exclamó Dante.—Señor, no puedo conducir, al menos no hasta que detenga el sangrado o de lo contrario puede morir, en realidad no quiero cargar con un muerto en mi auto —exclamó Aurora mirando por el retrovisor.Los ojos de Dante rodaron, al mismo tiempo que maldecía por dentro, sabía que era cuestión de minutos para que Antonio llegará a ese lugar y cumpliera con su cometido, acabar con él, quitarle la vida sin pensarlo. —¡Está bien! Haga lo que se le dé la maldita gana, eso sí, si intenta hacer algo en mi contra no dudaré en meterle un tiro en la cabeza —vociferó Dante, se inclinó aún más en el asiento trasero del auto y abrió su camisa y así la mujer pudiera ayudarlo.Aurora respiró profundo, caminó hasta el baúl del auto y sacó su maletín, no creía que lo utilizaría, mucho menos en sus vacaciones, aún así cam