CAPÍTULO 56: SINCERICIDIOSé que Ricardo está aquí, y no parece muy contento por verme, pero no puedo evitar reírme incontrolablemente mientras me tambaleo como un cervatillo recién nacido. Lucía está igual que yo, la única sobria del grupo es Becca porque decidió no beber alcohol. Y no le hizo falta para golpearse con la exnovia de Lucy. Las tres nos estamos riendo estruendosamente hasta que Ricardo se detiene frente a su camioneta y me ve con el ceño fruncido. Si estuviese sobria ya estaría muy asustada por lo que va a decir o hacer, pero ahora mismo me importa un pepino si está molesto. —¡No puedo creer que le pegaran a Catlyn! —Suelta Lucía con una carcajada— ¡Y yo también le di! ¡Ay, me va a dejar! —Es mejor así, esa mujer no te merece, si es capaz de hacerte daño entonces, no vale la pena —declara Becca, pero por alguna razón mira a Ricardo.—Suban al auto, las llevaré a sus casas —ordena Ricardo conteniendo la paciencia. —Ay no, no, señor Ricardo no podría…—Sube, no está a
CAPÍTULO 57: ¿FUE UN SUEÑO?Los labios de Ricardo se funden con los míos, su lengua traza un camino intrincado con la mía, como si estuviéramos destinados a ser uno solo. Él siempre ha sido un bruto para estas cosas, me toma con una posesión casi animal, pero esta vez es diferente. Sus manos me poseen, pero son delicadas. Su boca se desliza por mi cuello y traza un camino de besos húmedos por mi clavícula hasta llegar a mis sen0s. Sus dedos pellizcan mis pezones, mientras su lengua se mueve de forma circular solo en la punta. Arqueo mi espalda gimiend0 y jadeando de plac3r. Mientras dedica su boca a esa zona de mi cuerpo, sus dedos se escabullen hasta mi intimidad. Sus dedos se introducen en mi interior de una sola vez. La humedad de mi cuerpo hace que se deslice con facilidad. Abre mis piernas con firmeza y comienza a masturbarm3 sin descanso. Mete y saca sus dedos, estimulando toda mi feminidad mientras no para de chupar y lamer mis sen0s. —¡Oh! ¡Ricardo! —gim0—, por favor… quier
CAPÍTULO 58: CUANDO EL GATO SE VA…Ricardo estaciona frente a la empresa por la puerta principal. Se baja de su lado y rodea el auto para abrirme la puerta. Sé que está actuando así para aparentar, pero después de encontrar su corbata bajo mi cama, empiezo a preguntarme si realmente lo de anoche sí pasó y él solo está tratando de fingir demencia.Más extraño que el hecho de que lo haya soñado, es que él finja que nada pasó. ¿Será que se arrepiente de haber estado conmigo? Eso es lo más seguro. —Volveré pronto, pero mantenme informado de todo —ordena. —Así lo haré, pero… —Me detengo, no sé si decirlo o no.—¿Qué? —¿Esto significa que… seguimos con el acuerdo? —Por ahora, sí —responde con seriedad, pero sus dedos acarician mi mejilla. Ante cualquier curioso que pase y nos vea, pensaría que es una conversación romántica entre una pareja enamorada.—Entonces, la información sobre mi hijo… —suelto al fin, mientras el corazón me late a mil por hora.—¿Crees que solo tengo una copia? —pr
CAPÍTULO 59: …LOS RATONES HACEN FIESTAEntro a mi oficina, donde ya Lucía me está esperando con un café caliente y los documentos en los que trabajaremos hoy. Me ve entrar con una enorme sonrisa de satisfacción y enseguida me saluda animada.—Vaya, parece que amaneciste de buen humor. Pensé que ibas a tener una resaca.—Sí la tengo —admito tomando mi taza de café—, pero me siento muy bien.—Pensé que el señor Ricardo se iba a enojar contigo por lo de ayer.—No, estaba tranquilo. Pero no es eso lo que me tiene así. Es que tuve una discusión con Camila en el pasillo. Se dio cuenta de mi collar —explico, señalándole el colgante en mi cuello. Ella enseguida ata los hilos de esa idea.—¿Se dio cuenta de que…? —No. Le hice creer que me lo había enviado Leonardo —digo con una risita—. Aunque él lo desmienta ella no le va a creer. Y si no le dice nada, mejor para mí.—Pero no cree que vaya a sospechar que… entramos a su casa —susurra esa última frase.—No, no lo creo. No tienen pruebas, adem
CAPÍTULO 60: DUDASRodeo el escritorio por el otro lado sin dejar de mirarlo, Leonardo parece una fiera enloquecida a punto de saltarme encima. Su boca ensangrentada y su evidente orgullo lastimado lo hacen mirarme con un odio que, aunque intente demostrar lo contrario, me llena de un profundo temor. —¿Qué estás diciendo? No puedes hacer eso, no puedes apoderarte del proyecto de Ricardo.—Claro que puedo, soy el CEO y todo esto me pertenece…Sus palabras se ven interrumpidas cuando la puerta se abre de golpe y el licenciado Valverde entra en la oficina. Detrás de él alcanzo a ver a Lucía mordisqueándose el labio de la ansiedad, pero mis ojos no pueden mantenerse en ella por mucho tiempo, pues el licenciado Valverde clava la mirada en Leonardo y después en mí.No es idiota, no hace falta decirlo para darse cuenta de lo que ocurre. Sus ojos recorren el labio ensangrentado de Leonardo, quien trata de disimularlo mirando de lado. —Licenciado Valverde, ¿qué puedo hacer por usted? —pregun
CAPÍTULO 61: ÉL DECÍA LA VERDAD—Buenas tardes, doctor Wells —saludo, estrechando su mano, me siento llena de nerviosismo y expectativa, pero estar aquí me hace sentir tremendamente estúpida por haberlo puesto en esta situación. —Mi hija está aquí hoy para que usted le explique sobre mi enfermedad y el tratamiento —dice mi padre, tratando de sonar firme, aunque su voz parece traicionarle con una leve vacilación. Carraspea la garganta sin dejar de mirar al hombre. El doctor sonríe y se sienta en la silla frente a nosotros, cruzando las manos sobre su escritorio. Su oficina está decorada con diplomas y certificados, pero algo en la atmósfera se siente un poco... extraño. Aun así, mi preocupación por la salud de mi padre me mantiene concentrada en cada palabra que dice. —Por supuesto, señor Montenegro. Isabella, entiendo que debe ser una situación difícil para usted y su familia —comienza el doctor Wells con una voz calmada y profesional—. Su padre padece de una condición bastante rar
CAPÍTULO 62: PENSANDO EN ÉLRegreso a casa sintiéndome realmente mal. No puedo creer que dudé de mi padre como una tonta. Entro arrastrando los pies con una mirada cabizbaja. —Señora Isabella, buenas noches, ¿le sirvo la cena? —me pregunta Julia.—No, no tengo hambre. ¿Sabes dónde está Rebecca?—Ella salió, pero, creo que volvió hace como quince minutos. Envío un mensaje y en cuestión de minutos, ella ya está en la sala. —Amiga, ¿qué pasó? Sonaba urgente tu mensaje.—Lo es, hoy fui con mi padre al médico par ver lo de su enfermedad, y es todo cierto. Nunca debí dudar de él.Rebecca suspira y se sienta a mi lado en el sillón.—Lamento mucho lo de tu padre. No era mi intención hacerte dudar de él. —No, no es tu culpa, él no es un santo como quiero creer a veces. ¿Sabes por qué tuve que casarme con Leonardo en primer lugar? Mi padre nos llevó a la bancarrota después de que mi madre murió. —Sí, pero él no iba a mentir con algo así, no debí sembrarte la duda.—Está bien, no es tu culp
CAPÍTULO 63: ÉL LO SABENunca había entrado tanto en pánico desde que casi me atrapan en la casa de Leonardo. Sin pensarlo mucho, recojo las sábanas sucias del cuarto de Ricardo y bajo corriendo hacia la lavandería. Echo las sábanas en la lavadora justo cuando Tamara entra. —Señora Isabella, ¿qué está haciendo? —Ah, es que… tengo que lavar esto.Ella se asoma y nota las sábanas de Ricardo. —Por favor, no le vayas a decir. Es que, por accidente derramé mi café cuando fui a su cuarto y si se entera de que me quedé ahí…—No se preocupe señora Isabella, yo las lavaré y quedarán como nuevas.—Gracias —le digo suspirando aliviada. Regreso a mi habitación para darme un baño y dejar todo eso atrás, pero antes de poder entrar vuelvo a recibir una llamada de Ricardo. —¿Aló?—Buenos días, Bella, ¿dormiste bien? —pregunta con una voz rasposa. Casi puedo imaginarme su sonrisa fanfarrona. Me parece extraño que me llame para preguntarme algo tan trivial.—Ah… sí, ¿sucede algo? —No, nada, solo