-¡Señorita Hamilton tranquilícese!- fue lo que escuché que me gritó la maestra que había entregado en bandeja de plata a mi hijo. Yo no había dado el permiso de retirar del colegio a mi hijo a nadie más que yo misma, ni siquiera Nicolás estaba autorizado, por eso no entendía cómo había dejado que pase eso. Corrí hasta la estación de policía que estaba a unas cuadras, sentía que no me entraba el aire a los pulmones a cada paso que daba. Entré hecha un remolino y corrí hasta el mostrador, donde estaba una recepcionista usando la computadora. -¡Se llevaron a mi hijo!- Grité apenas me abalancé sobre el mueble. -Muy bien señora- La mujer, con una tranquilidad que no comprendía clikeó varias veces en la computadora. – Dígame sus datos por favor, nombre, apellido, domicilio… -¡No tengo tiempo para eso! ¡Cada segundo es crucial! Ya paso casi media hora- dije entrando en pánico. La mujer no pareció alterarse ante mis gritos, se mantuvo igual con su expresión de robot, mirando la pan
-Cierra el trato- exclamó el jefe mafioso con total seguridad.-Pero señor, el monto es mucho menos del que hemos solicitado en primer lugar- exclamó nervioso su abogado, temiendo contradecirlo.- Es menos de la mitad. Nicolás se reclinó hacia atrás en su mullido asiento de cuero, cruzó sus manos por delante y respiró hondo. Tratar de cerrar todos sus negocios lo antes posible para poder largarse con su familia no era fácil. -Hazlo de todas formas- sentenció- si lo que te preocupan son tus honorarios, súbelos y listo.-Gracias señor- exclamó el hombre inclinándose agradecido. -¿Y bien?- preguntó con impaciencia, mirando la hora en su reloj. Quería llegar temprano a casa por una vez en su vida. No le era suficiente cenar con su familia, quería estar más con ellos, poder conversar con su mujer y escuchar a su niño hablar de lo que hizo en el colegio- ¡Vamos hombre, no tengo todo el día!-¡Sí señor!- Exclamó asustado su abogado y comenzó a revisar con las manos temblorosas todos los pa
Nicolás manejó a alta velocidad tragándose toda la bronca que tenía contra los policías, eso sería tema de otro momento, no iban a salir librados de eso. La gente tenía que comenzar a tenerle respeto a su mujer al igual que lo tenían con él. Y era algo de lo que se iba a encargar. Nadie más le faltaría el respeto a Carla Hamilton. El joven mafioso manejó hasta el colegio y frenó de forma imprudente en la puerta casi subiéndose a la vereda, Nicolás agradeció que en ese momento no hubiese niños en la puerta, porque estaba completamente ciego para ver lo que tenía delante de su camino. Bajó de su vehículo y caminó a paso firme y pesado hacia la entrada. Ingresó sin presentarse y caminó hasta la oficina de los directivos. Tocó una vez la puerta, para no perder la educación, pero aun así no esperó una respuesta y entró. -¿Disculpe? Espere a fuera por favor- le indicó una mujerNicolás la ignoró y se acercó más a ella. -Es una emergencia señorita- dijo tratando de sonar lo menos agresi
¿Por qué todavía no me había llamado? Él tenía mi número, de eso estaba segura. Antes de que desapareciera por completo sin dejar rastros, mi ex esposo me había llenado de mensajes suplicando que volvamos y ahora tenía a mi hijo ¿y ni siquiera intentaba volver conmigo? Me costaba creer que solo quisiera al niño, nunca supo cómo ser un padre y tampoco quiso. ¿Pero criarlo solo?Caminé desorientada por las calles de la ciudad, buscando algún rostro conocido, alguna señal ¡Algo! Pero nada, el tiempo se estaba agotando, ya habían pasado dos horas, y comenzaba a temer que sus intenciones eran más oscuras. ¿Y si quería venganza? ¿Si tan solo quería verme sufrir quitándome lo que más aprecio en la vida? Si, él sería capaz de eso, nunca quiso que fuera feliz, ni cuando estaba con él y menos sin él. Debía volver a mi casa, tenía la esperanza de que él estuviera ahí, debía intentarlo.Aún tenía la fantasía de que Nicolás me haya mentido cuando le pregunté por teléfono, que sí lo había retira
-Estas loco- gruñí con bronca. Él sonrió ampliamente como si le hubiese dicho un cumplido, mostrando sus dientes amarillentos de tanto fumar.-Loco de amor por vos- Me guiñó el ojo en un intento de seducción fallido. Por dios, pensé. Las cosas que tenía que escuchar, no sabía si lo decía para molestarme o realmente estaba mal de la cabeza y creía que me iba a conquistar.-basta- le advertí cansada de sus juegos- jamás me amaste, ni cuando éramos novios. Solo querías a alguien débil a quien manipular, tuviste suerte conmigo, pero eso no era amor.- Le piqué en el pecho varias veces- Y ahora ya no soy esa niñita. -claro- rió de forma sarcástica- tu esposo millonario si te ama ¿no?- Me miró detenidamente, yo simplemente desvié la mirada- Claro, ¡eso si es amor!-exclamó de forma teatral- El dinero te compró Carlita, tú no eres así. -Nunca me importó el dinero Pablo, lo único que quería es que fueras un buen padre- exclamé dolida- solo eso te pedí. -y lo era.- dijo con seguridad. Yo
Nicolás dio vueltas y vueltas por la ciudad, buscando alguna señal de su familia, mientras esperaba que su mejor hombre lo llamara. -Maldito enfermo- exclamó en voz alta- si le llegas a tocar un pelo a mi familia yo te juro que no va a quedar nada de vos- gruñó- Nadie va a reconocerte después de que te agarre- apretó con fuerza el volante. Marcó a Carla a su teléfono mientras manejaba, pero ahora cuando la llamaba lo llevaba directamente al contestador.-Hola, estás llamando al teléfono de Carla- habló el contestador, con la voz inconfundible y dulce de su esposa- No dejes mensaje porque no lo voy a escuchar- sonó divertida. Nicolás hubiese reído si no fuera por la situación. El contestador hizo un “Pip” para que dejara el mensaje. -Escúchame enfermo- habló apoyando su boca en el teléfono, como si lo tuviera ahí en frente- Si tienes a mi esposa y a mi hijo, porque sí. Es MI hijo maldito desgraciado- exclamó con bronca y deseos de asesinar- Yo te prometo que no voy a dejar de busc
Oh Dios, estamos saliendo de la ciudad. Pensé para mis adentros cuando vi que pasamos por debajo del cartel de “Vuelva pronto”-¿A dónde vamos?- pregunté preocupada pero tratando de no levantar la voz. -Tranquila, no falta mucho- dijo mirando constantemente los espejos con paranoia. Yo no quería mirar hacia atrás, pero rezaba con que nos estuvieran siguiendo el paso, cuando más nos alejamos de la ciudad más perdía las esperanzas de alguna vez ser encontrada. Miré la hora en el tablero del vehículo, ya se estaba acercando la hora de que Nicolás volviese a casa, rogaba que hoy no sea uno de esos días en los que llegaba tarde en la noche, ya sería demasiado tarde. -Mami…- me llamó mi niño desde el asiento trasero. - Mami mami-¿Qué pequeño?- me volteé hacia él. Estaba sollozando en silencio con pequeños hipos. -Oh mi amor, ¿Qué sucede? - pregunté con dulzura- ¿Qué le pasa? - exclamó mi ex esposo irritado. Yo lo fulminé con la mirada, no tenía paciencia con los niños, no tenía ide
Mirando hacia la ventana comencé a llorar en silencio, para no molestarlo, no quería más problemas. Ya habían pasado unos cuarenta minutos desde que habíamos salido de la ciudad y aún no parecía que íbamos a detenernos en algún lugar. Ya me imaginaba en otro país. Me limpié las lágrimas y me giré hacia él. -Tengo que ir al baño- mentí. Él no contestó y siguió manejando con la vista al frente. -Pablo- lo llamé- ¿Acaso quieres que orine sobre el vehículo?-Realmente no me importa, cuando lleguemos me tengo que deshacer de este auto- dijo como si hablara de algo normal. -¿Lo robaste?- exclamé en shock-Yo no tengo el dinero que tiene tu noviecito Carla- exclamó como si fuera excusa suficiente para salir a robar-Hay algo que se llama trabajar- lo enfrenté- Si tan solo lo hicieras una vez en tu vida, quizás se te quitaría lo borracho. -Claro- rió de forma escandalosa y yo volteé hacia el niño, que por suerte no se despertó. – Porque el trabajo de tu otro es digno ¿No? - me miró y yo