Han pasado tres meses de la huida, la familia Hamilton se instaló en una ciudad pequeña de España, no muy cerca del centro, aún tenían miedo de que la mujer hubiese cruzado el océano para seguir con su intento de venganza, por ello desde entonces, han tenido una vida sin muchos lujos y siendo precavidos en todo momento. Odiaban eso, pero sabían que con el tiempo todo iría quedando atrás. A pedido de Carla, Nicolás no ha trabajado desde que bajaron del avión. “Quiero que te quedes conmigo en casa, para ver crecer a tu hijo, no quiero estar sola”Había dicho su mujer angustiada por la sola idea de volver a quedarse sola con los niños y el joven, que ya no se consideraba un mafioso, aceptó sin muchas vueltas, tenía el dinero suficiente para no tener que trabajar por un tiempo, pero cuando el niño naciera iniciaría algo nuevo desde cero, alguna empresa que no estuviera relacionada con la delincuencia, se lo había prometido a su familia, esta vez haría las cosas bien. Estaba acomodando
Todo continuó maravilloso después del nacimiento de Emma, ambos estábamos enamorados de ella, era tan pequeña y frágil, el sentido de protección nos invadió. Hicimos bien en irnos del país antes de que ella naciera, la pequeña crecería en un nuevo mundo, sin las complicaciones del pasado que para ella jamás existieron. No podía decir lo mismo de mi pequeño Nico, quien tendría que vivir y trabajar esos traumas por el resto de su vida. La primera vez que vio a Emma, su hermanita menor, cuando volvimos a casa, él la miró en silencio y con mucha curiosidad. Nosotros nos miramos entre sí con expresión de preocupación. ¿Y si no la quería? ¿Y si sentía celos de ella?Luego de un largo rato examinando su pequeño rostro, sus ojos cerrados, su nariz de botón y su diminuta boquita, miró su manita e instintivamente, cuando el pequeño acercó la suya a la de Emma, la beba tomó un dedo de su hermano mayor y lo agarró con fuerza. Ambos nos miramos con sorpresa, y hasta el pequeño se sorprendió de
Nicolás y Carla le dieron el beso de buenas noches al pequeño, apagaron la luz y inclinaron la puerta. Luego confirmaron que la pequeña Emma estuviera dormida en su cuna en la habitación contigua y fueron de puntitas de pie hacia la habitación matrimonial. Su esposo cerró la puerta de la habitación con cuidado, esperó unos segundos, rogando que los niños no se despertaran y luego suspiró victorioso. -Al fin un momento a solas- sonrió malicioso. Carla le sonrió sonrojada, no era la primera vez que lo hacían, ya eran cientas pero aún así no podía evitar ponerse roja cada vez que su esposo se quitaba la camisa y mostraba su rostro marcado. Ella se acercó y lo acarició con suavidad.-Eres perfecto- exclamó en voz alta, como en un trance. Él rió divertido y tomó las muñecas de Carla-Vamos a la cama mi amor- le susurró y la tomó en brazos, para sorpresa de su esposa. La dejó delicadamente sobre el colchón y se colocó encima besándola primero con delicadeza y luego intensificando el beso
-¿Estás Seguro que no puedes pedirte la tarde para cenar conmigo?- Habló Carla al teléfono-Lo siento cariño, pero tengo muchas cosas que terminar y no voy a llegar, mejor otro día ¿Si?- habló Nicolás del otro lado. Carla se acomodó en su asiento y su expresión cambió a una de desilusión, no era la primera vez que su esposo no podía. -Está bien, no te preocupes, otro día será- respondió lo mejor que pudo. -Gracias por entender mi amor, te amo mucho. Nos vemos a la noche. -Nos vemos a la noche- Carla cortó el teléfono y se tiró encima de su escritorio con frustración. Los meses habían pasado y efectivamente cuando Emma fue un poco más grande contrataron a una niñera, una señora muy amable que amaba a los niños, Emma y el pequeño Nico se fascinaron con ella automáticamente. Carla consiguió, gracias a los nuevos contactos de su esposo, un puesto administrativo en el banco de la ciudad. Ella estaba fascinada de tener nuevamente un trabajo y poder traer dinero a la casa, además de tom
Carla esperó paciente a que los niños se fueran a dormir una siesta para poder conversar con su esposo de lo que sea que esté ocurriendo.-¿Qué sucede amor?- preguntó preocupada la joven, sentándose en el sillón delante del de su esposo. Que estaba tomando un vaso de Whyski con la mirada a lo lejos, pensativo y solitario. Parecía el Nico de antes, el distante y cruel.-Pensé que en este cambio en nuestras vidas iba a ser para bien- respondió sin mirarla.-¡Y lo es! ¡Fue la mejor decisión que pudimos elegir! - exclamó la joven madre. -¿Qué sucede te arrepentiste?Nicolás finalmente giró su rostro hacia ella y le clavó sus ojos negros como dos ónix.-Yo no Carla… ¿pero hay algo que debería saber?-inquirió levantando una ceja.La nombrada tragó saliva nerviosa, como si realmente tuviese algo que ocultarle a su esposo.-No sé de qué hablas, que yo recuerde no tenemos secretos- admitióNicolás se levantó del sillón, tomó lo último que quedaba de la bebida alcohólica y dejó el vaso en la me
Nicolás vio cómo su mujer se alejaba en el vehículo a gran velocidad, hasta hacerse un punto negro a lo lejos. -¡Eres un idiota!- se gritó a sí mismo. Quería golpearse, lastimarse. La había cagado y todo porque se hizo una idea errónea. Carla tenía razón, ella podía tener amigos, no quería encerrarla en una jaula e impedirle que tuviera relaciones con otras personas tan solo porque él era un maldito inseguro. Entró derrotado dentro de la casa, no podía seguirla, no iba a dejar a sus niños solos en la casa. No tenía más opción que su mujer volviera a la casa para hablar. Entró al cuarto de los niños y confirmó que no habían escuchado la estúpida discusión de sus padres, besó sus frentes y sintió un nudo en su garganta del llanto que trataba de salir. Por su estupidez podría arruinar todo, romper su familia, tenía que madurar, ya no era un joven descarriado sin ningún propósito en la vida. Ahora tenía una familia, era padre y esposo. Se tenía que comportar como tal. Luego de varias
Carla había perdonado el error de Nicolás, aun así, sentía que la molestia permanecía en ella. -No soporto las escenas de celos- dijo reclinando su silla hacia atrás y mirando el techo blanco de su oficina. Con Pablo había tenido de sobra de esas escenas. -Ay Carlita- exclamó su amigo que estaba en el escritorio al lado del suyo- Yo hubiese reaccionado igual si viera a mi novio con otro chico riéndose a carcajadas sin mí. Y yo sé que vos también-Puede ser…- respondió pensativa. No negaba que a ella también le hubiese molestado si veía a Nicolás reír con una mujer hermosa, pero no era este el caso. -Ya se disculpó amiga, estoy seguro que en este momento se está odiando a sí mismo por ser tan tonto- Carla no respondió siguió mirando el techo. El joven puso los ojos en blanco y se sentó sobre el escritorio de la chica- Sé que su inseguridad se debe a que sos una gran mujer. Mira lo que voy a decir…- Carla miró hacia él con curiosidad- Si no fuera porque me gustan los hombres, como tu
-¡Me voy a casar!- gritó de forma efusiva Carla, a su compañero de oficina, apenas llegó a las 8 de la mañana. El joven se atragantó con el café por la sorpresa y el grito chillón de su compañera. -¿No estabas casada ya?- exclamó cuando pudo dejar de toser-No- Rió divertida Carla, no iba a explicar que sí estaba casada, pero con un contrato extraño al estilo telenovela, no se lo creería o quizás sí pero era mucho que procesar, y obviamente evitaría las partes complicadas para su familia. De todas maneras, no diría nada. Con Nicolás habían acordado decirle a la gente nueva en su vida que se conocieron en un bar hace ya varios años y que desde ahí no dejaron de verse. Algo simple y de lo que nadie sospecharía. -Ahhh, sos pecadora- bromeó guiñándole un ojo-Si- dijo Carla sonrojada- Finalmente me lo propuso ayer a la noche, fue muy tierno lo hizo junto a los niños… -¡Ay que tierno!- dijo con sarcasmo e interrumpiendo su cursi historia- Pero vayamos a lo importante, déjame ver el an