Capítulo 30. La invitada

La felicidad brillaba en el rostro de los dos. Kaia no quería pensar que se tenían que levantar de la cama, aunque fuera para comer algo, desde ayer que no comían nada.

– ¿Ya nos podemos venir a vivir acá?

–Por el momento no, tenemos que cuadrar algunas cosas, no les he dicho a mis padres que dejaremos la mansión familiar.

–Siempre hay una primera vez para todo, los polluelos deben dejar el nido. Por lo menos ya deberíamos tener todo acomodado y quedarnos con lo esencial.

Vincenzo notaba la urgencia en su esposa, pero las cosas se habían calmado un poco en esos dos últimos días, no tenían que salir corriendo como si se les quemara algo.

–Dado que somos marido y mujer, debes saber adaptarte a algunas cuestiones que pasan en el interior de la mansión.

–Puedo adaptarme a cualquier cosa, solo que ya no me es posible seguir viendo a Aitana, ella no me va a dejar en paz nunca.

–Pensé que las cosas se habían calmado.

–Están calmadas, porque no le he vuelto a poner una mano encima, que es lo
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