En algún lugar de la ciudad Lili despertaba hasta adolorida de una noche de pasión que más pareció sadomasoquismo, le dolían las muñecas después de que ese hombre la amarró, había aprendido a soportar el dolor como parte de placer, pero debía reconocer que esa noche había sido un tanto extrema.

El la despertó dándole una orden —levántate, tráeme un cerveza fría y prepárame algo de comer.

—Si amo —fueron las únicas palabras que respondió sin ni siquiera mirarlo.

Al poco rato llegó con la orden y aunque de mala gana el hombre comenzó a hacer preguntas.

—Necesito que me digas todo lo que sabes del tal Andrew.

—Solo sé que tiene una novia, la misma imbécil que me despidió.

El hombre que tendría unos 40 años con una cicatriz en la cara y un tatuaje de una calavera en el cuello tenía una voz baja casi grave más producto del cigarrillo que de la naturaleza.

—Quiero saber si alguna vez hablo de Iris.

—No sé quién es esa su novia, se llama Camila.

—Nunca imaginé que podría olvidarla, quiero ver