Capítulo 42

Verónica despertó sintiéndose somnolienta y un poco desorientada. No entendía el motivo, nunca se había despertado tan aturdida después de horas de sueño. Pero cuando intentó moverse, un dolor en su bajo vientre la detuvo de seguir haciendo movimientos que le provocarán más dolor.

Trató de hablar, pero se le dificultaba hacerlo, tenía la boca seca y moría de sed, además de sentir náuseas. Asustada por la debilidad en sus músculos y la fatiga que sentía, movió la cabeza intentando encontrar una explicación. Todo quedó claro cuando vio a una enfermera revisando monitores que media su presión arterial, la frecuencia respiratoria y cardiaca.

—Agua, quiero agua —dijo en voz baja, pero para su alivio, fue escuchada por la mujer.

—El doctor estará aquí en instantes, él nos dirá si puede o no tomar agua —respondió la enfermera y siguió haciendo su trabajo.

Quince minutos después, el galeno autorizó a darle hielo picado administrado en pequeñas cantidades con una cuchara. No creía conveniente
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