La relación de Verónica y William se fortalecía con los días. Para todos, era evidente que estaban pasando por su mejor momento. Las miradas enamoradas que se dirigían cuando pensaban que no eran observados, despertaba ternura entre los espectadores. En el trabajo las cosas fluían mejor. Sin Franklin, frente al departamento de diseño, los joyeros aportaban ideas para propuestas novedosas que podrían impulsar el consorcio Bijoux. La familia Tanner estaba cada vez más comprometida, aunque se recriminaban por no relacionarse más con la empresa cuando Aaron Tanner vivía.—Mi Aaron construyó un imperio de la nada, estaría encantado de ver cómo continúan su legado —les dijo Hope a sus nietos, en una de las reuniones familiares que ella misma planificaba.William, Simon y Emmet, cada vez que veían la felicidad de su abuela con cada nuevo logro, se convencían más, que regresar, para que no fuera a la quiebra, la empresa que tanto les había dado a sus abuelos, había sido un acierto.Después de
Verónica estaba abandonando las oficinas, cuando recibió una llamada de un número desconocido. Frunció el ceño preguntándose quién podía ser. Pensó que podía ser Magnolia. La mujer había intentado, dos días después de la boda, contactar a William después de protagonizar el espectáculo bochornoso, donde intentó dejarla mal frente a los invitados. Guardó el teléfono en el bolso, no quería darle ni un poco de su tiempo, sin embargo, la persona que llamaba fue insistente. Ella volvió a sacar el dispositivo móvil y respondió, podía ser alguien de la empresa intentando contactarla, algo que dudaba porque acababa de salir, pero no podía descartarlo.—¿Nicki?, ¿eres tú, cariño? —un hombre habló del otro lado de la línea cuando ella respondió.Que le hablara con tanta familiaridad la sorprendió. Ella no reconocía la voz.—¿Usted quién es? —inquirió Verónica, sin responder la pregunta.Del otro lado de la línea hubo silencio. Luego, el sonido de alguien aclarándose la garanta, rompió el mutismo
Cuando William llegó a la casa, encontró a Verónica sentada en el piso del salón tomando vino. Todo indicaba, por la botella medio vacía que tenía al lado, que llevaba un tiempo largo, tomando de la bebida. Cuando ella levantó la mirada hacia él, vio que lloraba.—¿Quieres contarme qué sucedió? —le preguntó él, mientras se iba quitando la americana del traje. Luego desabotonó las mangas de la camisa y se sentó a su lado.Ella no respondió, se recostó a él y siguió llorando. William fue paciente. No hizo preguntas, no se movió de su lado. Quería ser el apoyo que ella necesitaba si estaba alegre o si estaba triste. Cuando ella no tenía más lágrimas para verter y se durmió en sus brazos, la llevó a la habitación para que descansara. Y mientras le llegaba el sueño, hizo planes para los dos.Planes que llevó a cabo nada más despertar.—¿A dónde quieres ir? —preguntó ella creyendo que había entendido mal.—Iremos a disfrutar de un día a solas. Visitaremos lo mejor de ese pueblo.Verónica si
Una semana después, Magnolia esperaba por Hope, en el salón de la casa de la anciana. Iba a apelar a la bondad de la mujer. Quería pedirle que intercediera entre ella y William. Él, a pesar de la amistad de años que tenían, no quería recibirla.—Maggie, querida, tengo un compromiso, pero ya que estás aquí, te daré unos minutos de mi tiempo. A ver, en que puedo ayudarte —A Hope no le gustó la actitud que tuvo la joven con la esposa de su nieto, pero por respeto a los años que la conocía la recibió. —Y yo se lo agradezco, Hope, de todo corazón —Magnolia pensó que la anciana mentía, ¿qué compromiso podía tener una vieja viuda?—. No me llevará mucho tiempo, vengo a pedirle ayuda.—¿Ayuda?, ¿sobre qué?, no creo que esta anciana pueda ser de mucha ayuda —una sonrisa de burla hacia ella misma, afloró en los labios de HopeMagnolia se movió con incomodidad en el sillón en el cual estaba sentada. Conocía a Hope, sabía que le sonreía, pero había perdido un poco de su simpatía. En otros tiempos
Dos horas después, Arthur entraba al hospital. No solo le compraron ropa nueva, le hicieron un corte de cabello para que no siguiera viéndose como indigente. Sin embargo, no podía esconder los estragos del alcohol y las drogas. Magnolia, que lo acompaño, explicó, que como él trabajaba fuera del estado, no había podido llegar antes para ver a su esposa. Ella contó una historia lacrimógena que convenció al personal médico de dejar ver a la mujer enferma antes de que llegara el horario de visita.—Hice mucho trabajo para ti, ahora cumple el tuyo. Haz que el dinero que gaste y el que ganaras, valga la pena —le susurró ella cuando una enfermera se ofreció a llevarlo a la habitación donde tenía a Mildred.—Mi trabajo será impecable —se jactó él.—Eso espero, de lo contrario, no cobrarás nada —le dijo ella y le dio la espalda para esperarlo fuera del hospital. No quería pasar mucho tiempo rodeada de enfermos.Él no hizo caso de la amenaza, estaba seguro de cumplir su objetivo. Saldría de aqu
Unas horas de descanso pasaron a ser días de vacaciones. Verónica primero se había negado a quedarse, no quería estar lejos de su madre, que aún se mantenía en el hospital. Sin embargo, fue convencida, Hope y Mildred confabularon, a través de una videollamada, para que complaciera a William. Ahora se lo agradecía, habían pasado unos días increíbles. Le daban deseos de no regresar al mundo real, quedarse en ese pueblito de fantasía.Miró a su derecha y sonrió, su esposo había convencido a uno de los orfebres del lugar, para que los dejara realizar cualquiera de los trabajos que hacían allí. Al principio el hombre se negó, no obstante, William había sido persuasivo. En ese momento, él presionaba a golpe de martillo y un punzón metálico, sobre el reverso de una lámina de plata. El estampado lo habían escogido entre los dos, el orfebre había sido inflexible en ese punto, alegó, que sería un recuerdo que los uniría para toda la vida. Sin embargo, ella tuvo que hacer sobre la otra cara de l
—La chica bonita me dijo que era buena idea. Ella me ayudó a entrar en la habitación de tu madre —respondió Arthur.Verónica y William se miraron, preguntándose de qué chica hablaba. Si había alguien conocido que trataba de dañar a Mildred, querían saber quién era. Arthur les mostró el número de teléfono que ella le dio y cuando William lo vio, se quedó congelado por la sorpresa. Allí, frente a sus ojos, estaba el número de Magnolia.William casi no esperó por Verónica, en cuanto estuvo dentro del automóvil, aceleró para llegar a la casa de su amiga. Quería repuestas y las iba a encontrar. Cuando tocó a la puerta y le abrieron la puerta, Magnolia le tiró los brazos al cuello pensando que él había ido porque no podía seguir lejos de ella.—Viniste, viniste, Will —repetía una y otra vez besándole la mejilla.Ni siquiera se daba cuenta de que él trataba de apartarle los brazos.—Basta, Magnolia. Mi visita no es social —le dijo, apartándola de él—. Déjanos entrar a tu casa, tenemos que ha
Verónica corrió hacia William y se dejó caer junto a él, quería asegurarse que no estaba muerto como había dicho uno de los transeúntes. Pero no pudo tocarlo ni siquiera el rostro manchado de sangre, uno de los empleados que salieron al escuchar el accidente la tomó por los brazos y la levantó hasta dejarla en pie. El hombre le decía una y otra vez, mientras ella forcejeaba, que si lo movía podía hacerle más daño que bien. Nicki entendía a esa persona, estaba consciente que era cierto lo que decía, pero los nervios le estaban jugando una mala pasada, le hacía creer que había perdido a William cuando pensaron que tendrían una bonita historia de amor.—Aún vive, mire su pecho como se expande —le señaló la misma persona que no soltaba sus brazos.Ella fijó la mirada donde le decían, quería ver lo mismo que esa persona, aferrarse a algo que le diera esperanzas.Suspiró aliviada cuando escuchó las sirenas de la ambulancia. En su interior, agradeció al responsable de llamar al servicio de e