Cap. 16

   Al noroeste en una provincia llamada Hackney, una mujer pelirroja le daba de comer a los animales de la granja que posee su familia, su sonrisa de satisfacción no la puede borrar por nada; cuando observa a todos comer con gran felicidad, antes de oír el llamado de su Padre fuera del establo, decide ir en su búsqueda al dejar el balde de comida, sobre una pequeña repisa de madera, que usa para preparar los alimentos de cada animal.

   Con pasos certeros, pero seguros sale del establo que le hace falta una buena pintada para que su belleza no disminuya, cosa que deja de lado; al estar cerca de su Padre aquel que siempre Alba a admirado desde que tiene memoria, curvas una sonrisa detallando que se percata de su presencia.

—Buenos días papá. —Saluda, con total cariño a su progenitor.

— ¡Buenos días! mi preciosa niña. —Respondió, su Padre y ella abrazarlo, como suele hacer cada vez que lo ve.

    Enseguida ella miro su vestimenta, que consistía de un pantalón de jeans grueso para hombres de campo, junto a su camisa manga corta de cuadros, unido con su sombrero, como si fuera un vaquero en color marrón que por nada del mundo, se quita por más que Alba se lo diga, a excepción de la Sra. Carmen que obedece como buen esposo que es, o eso imagina ella.

—Papá… alimente a los animales y están mega felices. —Objeto, con gran orgullo.

—Eso me alegra hija, pero necesito ¿qué me ayudes con algo?—Pidió y ella enseguida asintió esperando la orden.

— ¿Tú dirás Padre?

    Cuando vio que se tocó la nuca y exhalo pesadamente, fue el indicativo para Alba preocuparse, así que se apresuró hablar.

— ¿Qué sucede? —Pregunto ansiosa.

—Vamos a cabalgar un rato, y te digo pequeña. —Sugirió, a lo que Alba estuvo de acuerdo.

     A su vez caminaron al establo, su Padre se tomó el tiempo en ver como se encontraban los animales, tenía más de veinte años de conocimiento en todo lo que era la parte ganadera como veterinaria estaba orgullosa de conocer como cada uno, tenía algo que aportar para ayudar o realizar su trabajo, mientras tanto ella busco a su guerrero corcel apodado (Müller); que al verla estaba alegre y relinchaba de gusto; por lo que la hizo sonreír.

   De igual modo; el sr. Pablo busco el otro corcel de piel negra y carácter tosco, que solamente él y su esposa podían manejar; ya que con su hija no se da; al ser macho suele sacar su carácter indomable o eso dice Alba, cada vez que sale junto a Müller, que es una yegua llena de vida. Luego, que ambos salen con cada caballo, emprenden la marcha para visualizar como amaneció sus tierras tanto que el sol está en su mejor momento, a comparación con la capital, que constantemente es lluvioso como frío.

   Al principio Alba, se queda observando como su Padre un poco más adelante que ella cabalga, con algo mucha fuerza, toca a su yegua con cariño; dándole el incentivo de alcanzar a su progenitor. El tiempo transcurre, sin ellos darse cuenta, hasta que llegan a una colina montañosa, es ahí donde ella decide hablar mientras están mirando todo el horizonte como sus tierras.

—Papá… me vas a decir ¿qué sucede?— volvió a preguntar, a lo que él giro su rostro para contemplarla.

   Un denso silencio los invadió a cada uno, tanto que Alba pensó nunca diría una sola palabra, hasta que lo hizo.

—La granja se venderá. —Confeso al fin.

    La sorpresa recayó en Alba de una forma tremenda, que solo apretó las riendas del caballo, conociendo que todo lo que ven ahora va a cambiar; tanto que sus primeros pasos fueron dados en esa misma hacienda, que muchos dirán que es poco; pero para el corazón de la pelirroja es su mundo entero.

   Mordió su labio inferior, cerrando a la vez sus ojos y luego de abrirlos para mirar nuevamente a su Padre, que estaba serio contemplando el horizonte como también las tierras vecinas, que cada día crecen con algo nuevo.

—Hija solo dímelo. —Pidió saber, algo que la pelirroja asintió levemente.

—Papá en realidad no sé… que decirte; lo único que puedo pensar es en mamá. ¿De causalidad lo sabe? —Añadió y el silencio de su Padre, fue la respuesta que no espero.

   Después de un minuto, la voz grave de su Padre se hace presente.

—Todavía no lo sabe, pienso decírselo hoy en la noche; conoces que Carmen no le puedo ocultar nada hija. —Ella asiente, pero le toma la mano haciendo que la mire.

—Sabes… me duele saber que la venderás; pero me dirás el motivo de la venta. —Menciono.

     Otro suspiro salió de los labios de él; pero Alba se mantuvo firme ante cualquier noticia inesperada.

—No tengo fondo suficiente, para seguir costeando la granja como la casa, tenemos solo tres meses para desalojarla. —Pauso y ella negó.

—Eso no es posible Papá… pero el trabajo que tienes como hacendado ¿Qué paso con él? —pidió saber, mientras tocaba el pelaje de su yegua.

—Hubo problemas con la junta de hacendados, tanto que muchos quedaron sin empleos y uno de ellos fui yo; lo que te quiero decir con esto es…

   Fue interrumpido.

—No tienes trabajo y con ello; sin dinero para cancelar las cuentas de la granja, como la casa. —termino de agregar.

—Así es. —Zanjo, azuzando el caballo.

   Conforme su Padre se alejó, supo que necesitaba espacio como ella, para asimilar tal noticia que la dejo con un gran sabor amargo, sin embargo decidió correr con Müller, hacia el árbol que su amiga Olivia y ella iban cada vez para relajar su mente como su corazón, fue el incentivo que necesitaba para todo lo que debía pensar.

   En el momento que llega a su destino, las flores la reciben al caer del árbol, como puede baja del caballo y con sus botas de campo recorre el sendero, toma asiento en el gran pasto; donde cruza sus piernas admirando el lugar, por un instante, cierra los ojos disfrutando de la brisa, que arropa su cuerpo como cabello; para cuando abre sus ojos lagrimas salen sin ella esperarlo, pero necesitaba sacarlas su familia estaba pasando una situación grave porque quedarían en la calle, algo que ni sus parientes cercanos podían solucionar algunos vivían lejos no tenían más opción que marcharse.

    Se tomó su tiempo de pensar en cómo solucionar, lo de sus Padres pero Alba no se iba a quedar de brazos cruzados; primero haría lo que fuera antes de verlos en la calle; siendo personas adultas, no podían trabajar para cubrir los gastos, ella sería la que los harías, tiene la fuerza como edad para laborar y con ese pensamiento se puso de pie, para estar tomando las riendas subiendo al caballo con facilidad.

   Con una idea en su cabeza cabalgo, devuelta a la hacienda; esperando poder darle la noticia a sus Padres, su mejor amiga estaba en la ciudad; es seguro que la podría ayudar para comenzar a laborar en alguna empresa o tienda de mensajería, pero ella no se quedaría de brazos cruzados.

«Trabajaré y me esforzare de eso no tengo duda.» —Exacto conciencia, lo haremos por la familia.

    …

    Al momento que Alba llega a la casa con estructuración hogareña de campo, teniendo unas verjas en color negro, que la cuidan como también divide de las tierras donde ellos cultivan trigo; solo que la cosecha no ha sido la mejor de su época, desmonta su caballo y la vez le da una leve caricia y con mente firme procede a entrar a su hogar ese que la hecho feliz desde que tiene uso de razón.

   Con pasos seguros, logra pasar la puerta de madera unido con un mosquitero para evitar la plaga; que normalmente invade las moradas de cada casa; decide buscar a sus Padres y los consigue en la sala conversando, pero las lágrimas que tiene su Madre le indica que lo sabe todo eso la hace fruncir el ceño, hacia su Padre que tiene la mirada puesta, sobre el suelo tocando su cabeza como frente alternadamente.

  De inmediato pone un paso al frente, y decidida habla:

—Mamá ya lo sabes ¡Cierto! —quiso saber y la aludida asintió.

—Hija…

—No papá, déjame hablar a mí. —Interrumpió, dejando que su Padre guardara silencio.

    Muy segura de sí misma, tomo una respiración profunda la necesaria para darles la noticia de salir adelante, porque para la mente de Alba no iba a ver un ¡No puedo! Sino soluciones.

—Padres… tengo la solución a dicho problema. —Manifestó con un rostro serio.

    Sus Padres se miran entre sí, no comprendiendo del todo lo que su hija trataba de decirles por lo que volvió a tomar la palabra.

— ¡Voy a Trabajar! —Aclaro, y ellos ponerse de pie, en total desacuerdo.

—Eso no lo harás Alba Ward. —Demando; su Padre a lo que su Madre negaba acercándose a ella.

—Escucha a tu Padre hija, no es necesario que vayas a trabajar; podemos solucionar este problema de otra forma. —trato de persuadirla.

   A su vez, Alba negó caminado por toda la sala, hasta que se detuvo en el centro de la misma; pero con una mirada determinante les hizo saber que lo haría con o sin su permiso.

—Papá y Mamá sé que sonara egoísta eso que les diré; pero deben saber, que ambos no pueden ponerse a trabajar, están adultos y no pienso permitir que anden desgastando sus últimas energías. —se detuvo un momento, para luego añadir. —Así que he decidido ir a la capital a buscar empleo, puedo lograr antes de los tres meses de plazo, mandarles aunque sea el pago de la cuota en el banco, para después recuperar totalmente la hacienda. —

     Cuando hubo terminado de hablar; sus Padres la miraron no creyendo como su hija esa pequeña que han criado, ha crecido tanto convirtiéndose en una mujer de veintiséis años con ideales grandes solo para ayudarlos; pero lo que más llamo la atención de sus progenitores fue ver como la mirada de su hija ese verde en sus iris irradiaba luz y seguridad; así que no tuvieron más remedio que estar de acuerdo con su petición.

   La sonrisa de Alba; fue el mejor aliciente para ellos, que solo se acercaron para darle un abrazo como la familia unida que siempre ha sido.

— ¡Gracias a ambos! No saben lo que significa para mí su aprobación, créanme no los defraudaré. —Susurro contenta, al estar unida a ellos su más grande tesoro.

    Después del abrazo familiar, decidieron sentarse a comer mientras la Sra. Carmen servía los alimentos y Alba los ponía en la mesa; donde el Sr. Pablo ordenaba las sillas para invitarlas a sentarse y así lo hicieron, cada uno tomaron asiento y dieron las gracias por la comida recordando que este día no sería el único sino muchos más.

  Cuando el almuerzo termino, Alba decidió ir al teléfono central de la casa y llamar a su amiga; aquella que tiene dos semanas que no escucha su voz, esperando buenas noticias de su tiempo en la capital, con una revolución de sentimientos aglomerándose en su pecho; coloco el teléfono sobre su oreja, marcando su número y esperando ser atendida.

  Al tercer tono logra oír su voz.

—Bueno. 

—Hablo con Olivia Cott, la grandiosa amiga de una campesina. 

  La sonrisa de Olivia, fue el incentivo que necesitaba.

— ¡Amiga! No sabes cómo me alegra oírte. 

—A mi igual Olivia, ¿Cómo te va en la capital? 

—Digamos que bien, no es sencillo Alba más bien te hace reconocer que el trabajo duro se gana con verdadero esfuerzo. 

—Vaya… entonces ¿te ha ido duro Olivia? 

—Digamos que un poco amiga, nada es color de rosa; pero también te ensaña a conocer el verdadero rostro de las personas. 

   El silencio del otro lado, hace meditar las palabras de Olivia.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo