#42:
Aiko bajó la vista y vio que él estaba acariciando la copa de vino que le habían traído, como solía acariciar su cuerpo y supo en ese instante que él lo estaba haciendo a propósito, que sabía exactamente lo que estaba consiguiendo al pasar lentamente sus dedos por el delicado cristal.

No pudo evitar estremecerse y sintió una oleada de calor recorriendo como una lengua de fuego todo su cuerpo.

—La suite nupcial, los pétalos de rosa, el champán… Supongo que querías forzarme a recordar el pasado. No deja de sorprenderme cuánto pareces disfrutar haciendo daño a los demás. Esa suite es un auténtico infierno, Hiroshi—le dijo a él con dureza—. Pero me imagino que en el infierno te sientes como en casa, ¿no?

—¿Qué es lo que quieres de mí, Aiko?

—Ya te dije lo que quería.

Era muy difícil controlar su voz estando frente a él y con solo una pequeña mesa separándolos.

Apenas podía controlar sus nervios ante su intensa y masculina presencia. Se sentía atraída hacia él con la fuerza de un imán
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