Hiroshi podía notar que había entre ellos las mismas llamas, la misma fuerza violenta y amenazadora que los había dominado entonces. Era casi como si aquello volviera a suceder.Como si pudiera oír de nuevo cómo se rasgaba la tela de su camisa cuando ella se la arrancó de golpe, como si las palmas de sus manos recordaran con demasiado detalle cómo había sido agarrarse de ella mientras se mordían la piel.Podía recordar, sin apenas esfuerzo, la rabia y la locura incontrolable que los habían consumido a los dos.La desesperación que él había sentido ante su la traición y la multitud de emociones contra las que había luchado, las lágrimas que había tenido que contener, la sensación de estar dentro de ella, muy dentro, aquella última vez. Había sido un momento tan desgarrador como bello, la manera más dolorosa de decirse adiós, pero la única manera posible de hacerlo.—Sí, por supuesto, hablemos de nuestro matrimonio si eso es lo que quieres —le dijo a Aiko de repente, echándose hacia d
—Estabas demasiado acostumbrada a que corriera detrás de ti, Aiko.— susurró él, mirándola a los ojos.— ya había ido a por ti una vez, no quería hacerlo de nuevo. No soy tu perro faldero, mujer. Soy el líder de una mafia. Ir a buscarte después de que me habías traicionado me habría hecho ver débil. Y tú mejor que nadie sabe que la Yakuza estaba en crisis. Ella tragó en seco, asintiendo. — Habían demasiadas familias del clan en contra de mi decisión de desterrar a Hitoshi. La mayoría de ellos exigía que lo ejecutara por traición. Había logrado posponer su sentencia con las celebraciones por el nacimiento de nuestro hijo, pero para colmo de males me dejaste y tuve que tomar una precaución precipitada. — Lo enviaste a China, Sofía me lo contó. — Así fue. Los Lee querían una nueva alianza, y como yo estaba casado les envié a mi hermano en mi lugar.— Hiroshi sonrió— ¿me creerías si te digo que él y Lee Liang son felices? Aiko elevó las cejas. — ¿En serio? — Pues sí. Aunque se quedó c
Hiroshi creía que no había ninguna razón lógica para que su garganta estuviera tan seca ni para que todo su cuerpo temblara como lo hacía. Pero no podía evitarlo, tenía miedo. Un miedo que no había sentido nunca. ¿Quién era él? No lograba comprenderlo. Solo una pasión mucho más intensa que la que él mismo le entregaba habría podido impuksarla a traicionarlo. ¿Había sido acaso el mismo hombre con el que ella había perdido su virginidad? Hiroshi se lo había preguntado miles de veces. Incluso había interrogado a Sofía al respecto, y su hermana no había tenido respuesta a su interrogante. Él, por su parte, sospechaba de Kai. El jefe de guardaespaldas de su hermana siempre había mirado con demasiada intencidad a Aiko. —¿Y si la verdad es distinta a la que crees que es? ¿ Qué sucedería entonces, Hiro? Él suspiró. —No me importa. Lo único que quiero es que digas la verdad de una vez por todas —le aseguró con impaciencia —. Eso es lo que quiero y lo que tendrás que hacer si quieres que
Hiro se echó a reír con ganas al oír su respuesta y vio que Aiko se echaba hacia atrás en su silla, como si pudiera percibir la ira y el veneno que había en ese sonido. Parecía muy incómoda y no le extrañó ver su reacción. Aunque no la había tocado, ella se había apartado de repente como si su risa la hubiera golpeado. Y no le sorprendía que estuviera algo asustada, no podía hacer nada para controlar esa bestia con terribles garras y afilados colmillos que crecía en su interior. La bestia de la venganza.No le extrañó tampoco que Aiko le hubiera recordado que cada vez se parecía más a su hermano, era cierto.Cada vez era más un asesino desalmado e implacable. —Bueno, supongo que tenías razón —le dijo él entonces mientras se levantaba.La miró fijamente. Su ira habitual estaba mezclada en ese momento con algo parecido a la diversión, pero no sabía si se estaba burlando internamente de ella o de sí mismo.La verdad era que no sabía por qué estaba allí. Una vez más, lamentó haber accedid
Se acercó a ella hasta conseguir que, asustada, diera un paso atrás. Tomó entonces sus hombros y trató de ignorar el escalofrío que lo recorrió al tocarla de nuevo. No quería pensar en el impacto que estaba teniendo en su cuerpo, en todas las sensaciones.Siempre había habido mucha química entre ellos, ese no había sido el problema. No se le pasó por alto la sorpresa en los ojos de Aiko, pero estaba seguro de que solo estaba fingiendo. La conocía demasiado bien como para chicar dos veces con la misma piedra. Eso era al menos lo que esperaba. Creía que había aprendido de los errores del pasado.—¿Cómo te imaginaste que iba a reaccionar al oír tu cuento? —le preguntó fulminándola con sus ojos—.¿Pensabas que me iba a caer de rodillas al suelo? ¿Que iba a gritar «aleluya»? ¿ O a saltar de alegría como un loco?—No, pero pensaba que ibas a responder con algo menos de agresividad. Y esperaba también que no te burlaras de mí como lo estás haciendo —replicó ella con algo más de fuerza—. Creo
El vio que ella estaba pálida y le gustó mucho verla así. La verdad era que quería hacerle daño y le encantó ver que lo estaba consiguiendo. Después de tanto tiempo de sentir nada, se sintió como si por fin volviera a llevar las riendas de su vida y hubiera alcanzado el equilibrio que tanto había echado en falta.—Quiero asegurarme de que te estoy entendiendo —susurró ella—. Estoy aquí, delante de ti. Acabo de decirte que nuestra separación se basó en una horrible mentira que te dije y de repente, decides que quieres salir, que vas a algún club nocturno aquí en la isla, para intentar tener sexo con alguien.Hiro sonrió.Era la primera vez que disfrutaba de verdad desde que su ama de llaves entrara en su despacho hacía ya unos días para decirle que había recibido una videoconferencia de su esposa. Esa llamada le había hecho recordar todo lo que había ocurrido y desenterrar el desagradable pasado, pero empezaba a sentirse mejor. Estaba disfrutando con esta parte del juego, viendo que le
Le subieron poco después una exquisita cena que le sirvieron en la pequeña terraza de su suite.A pesar de todo, era maravilloso volver a verse rodeada de la magia de la noche en Fiji. Estaba absorta observando a la gente, las luces y la energía que había en el aire, una energía especial que casi podía saborear. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás dejando que todo lo que la rodeaba fluyera por su cuerpo.Después de disfrutar de la gastronomía local, llenó de agua la antigua y lujosa bañera y se sumergió en el agua fragante hasta que se sintió más relajada.Ya pasaba de medianoche cuando terminó de cepillarse el pelo y ponerse crema hidratante por todo el cuerpo. Se metió en la cama segura de que iba a dormir como un tronco hasta la mañana siguiente.Pero no tuvo esa suerte.Pasó mucho tiempo despierta, mirando al techo y sin conseguir quitarse de la cabeza al maldito hombre que la atormentaba.«Hiro estaba allí, en esa misma isla…»No podía dejar de pensar en él. Y, lo que era
La rubia que había estado agarrada de él, palideció y lo soltó en cuanto oyó las palabras de AikoÉl se limitó a recorrerla con la mirada. Había una advertencia muy clara en esos ojos oscuros, pero ella no pensaba dejarse intimidar por él. La brisa marina había conseguido afectarla y en esos momentos se sentía como era la noche, imprudente y seductora al mismo tiempo, capaz de cualquier cosa.Tampoco ayudaba que hubiera visto cómo Hiro había mirado y casi babesfo por esa otra mujer.Durante mucho tiempo, había pensado que él solo iba a mirarla a ella de esa manera, a nadie más. Con la perspectiva que daba el paso de los años y un poco más de experiencia en la vida, había llegado a la conclusión de que ella no era la única que había cambiado. Él la miró, elevando una ceja.—Si ahora de repente soy tu esposo, supongo que te has vestido de chica mala para mí, ¿no? —le dijo él acariciándola con sus ojos—. Estás consiguiendo que sienta cierta nostalgia.Se acercó a ella, tomó entre lo