“— Voy a encontrarte, donde sea que te encuentres o te escondas allá voy a llegar, y quien esté contigo pagará las consecuencias por alejarte de mí, porque eres mía, solamente mía y deberás morir a mi lado. Te atraparé, y cuando lo haga, te daré la reprenda de tu vida, para que aprendas a respetar a tu hombre…” Ana se sentó en el banco que quedaba al cruzar la calle con su maleta a un lado, las lágrimas le impidieron ver con claridad a las personas que cruzaban frente a ella, así que se las limpió de dos manotadas furiosas y miró alrededor. Se preguntó qué podía hacer, su esposo la había amenazado prácticamente de muerte, no tenía a donde ir ni con quien, y lo único que le quedaba era la maleta que traía consigo. Había tenido que renunciar a la escuela y también a su vida, pero a pesar de todo, había tenido el mejor mes en años, aunque durmió una noche en una banca del parque y aunque llevaba dos días sin probar bocado completo, era feliz, feliz y libre de la vida que Albán le da
Ana llevaba más de media hora esperando al papá del niño, pero el hombre no aparecía, así que se limitó a jugar con él en el tapete de la sala ignorando el hambre que tenía a esas horas. — ¿Cómo te llamas? — le preguntó ella y el niño trató de agarrar el hada de juguete que ella sostenía en el aire con la caña de pescar de plástico. — Emanuel — le dijo él. — Un gusto, yo me llamo Ana — estiró la mano para que el niño la estrechara, pero él solo le sonrió con timidez — parece que tu padre se está demorando — el niño miró hacia una de las puertas y se encogió de hombros. — Si, eso hace siempre, se le olvidan las cosas, aunque jura que no, y eso que es el hombre más inteligente del mundo, de seguro se le olvidó que lo estaban esperando. — ¿Podrías decirle de nuevo? — el niño negó con la cabeza. — A veces me regaña cuando lo molesto mientras trabaja, me da su celular con una película de super héroes vieja para que no lo moleste — Ana asintió, se notaba que el niño se sentía solo, y e
La cara de Emanuel estaba roja, el niño parecía estresado y furioso y aunque Maxwell respiró para que el malgenio se le escapara, no lo logró.— No seas grosero, Emanuel — le dijo él y el niño le quitó la mirada — ella será tu nueva maestra, está especializada y…— No me agrada — le cortó el niño y Maxwell se pasó los dedos por el cabello.— Ni siquiera le has dado la oportunidad — lo regañó. La mujer dio un paso al frente y le estiró la mano.— Sé que nos la llevaremos muy bien, me llamo Lina — el niño le estrechó la mano por pura cortesía, pero luego miró a su padre.— Yo quiero a Ana — le repitió y Maxwell dejó escapar el aire. Ana, ¿La profesora sucia que parecía una vagabunda?— Ya escogí a Lina, y no habrá más discusión al respecto — el niño lo miró con rencor y salió corriendo por las escaleras — ¡Emanuel ven aquí! — le gritó Maxwell, pero el niño se detuvo en la mitad de las escaleras y tambien le gritó.— ¡Yo debí estar en esas entrevistas por que la profesora era para mi¡ si
Ana se despertó temprano esa mañana, no sabía qué la había despertado primero, si el dolor del cuello, el frio de la madrugada o la llovizna que comenzó a caer después de las cinco, así que a esa hora se tuvo que levantar para meterse debajo del techo de un paradero de autobuses.Rebuscó en todos los bolsillos de su pantalón, del bolso y la cartera y no encontró nada, ni siquiera una mísera moneda. Lo último que había tenido se lo gastó en un par de chicles para pasar el hambre.Se lavó los dientes con el agua de una fuente y trató de peinarse lo mejor que pudo en una vitrina de una frutería y en un baño público se cambió de ropa, pero era la segunda vez que usaba ese conjunto y se le notaba un poco arrugado y con un par de manchas de polvo.Solo tenía que conseguir el dinero suficiente para salir de la cuidad, si lograba llegar a la ciudad vecina sabía que los contactos de la directora del colegio donde había trabajado la ayudarían a conseguir un empleo medio decente, pero no podía d
Ana se sintió extraña e incómoda con la sensación en el estómago. Maxwell se bajó del auto y ella lo siguió, la otra mujer estaba en la entrada de la casa con una maleta muy grande a sus pies.— Llegué esta mañana — comenzó a contarle la mujer al él — y me encuentro con que ya no me va a contratar y no se tomó la mínima molestia en avisarme.— Lina, lo siento, lo olvidé.— ¿En serio me cambiaste por esta vagabunda — dijo la mujer señalando a Ana — ¿por qué? ¿solo porque es más joven? ¿yo puedo demostrarte que seré más mujer que esta mocosa?— ¿De qué diablos habla? — le preguntó Maxwell, el hombre parecía estar perdiendo la cabeza — Yo contraté a una maestra no alguien a quien relvarme a la cama, ¿Qué le pasa? — casi que le gritó él a la mujer que abrió los ojos.— ¿De qué diablos me hablas tú? — le gritó ella de vuelta — si solo quisieras una maestra entonces por qué dejaste ese ridículo anuncio desesperado en el periódico.Maxwell se pasó los dedos por el cabello y Ana vio como los
Ana estableció una alarma bien temprano en la mañana, y cuando su celular sonó a su lado casi le dieron ganas de llorar. Tenía el cuerpo calentito y el estómago lleno, era la mañana más cómoda que había tenido prácticamente en toda su vida y no quería desprenderse de las sábanas, pero se levantó a la fuerza y se dio una ducha con agua fría, pero a la mitad la cambió a agua caliente, ya había sufrido lo necesario. Cuando salió de la habitación comprobó todo, la sala estaba un poco desordenada con los juguetes de Emanuel y la cocina llena de los platos de la noche anterior, así que se puso a trabajar en ello. Ya el desayuno terminado y la planta baja organizada miró la hora, eran las siete y media y parecía que nadie se había levantado, así que subió las escaleras con pasos lentos y asomó la cabeza al corredor. Era amplio y parecía nuevo, como si hubieran construido el segundo piso mucho tiempo después del primero. Había varias puertas a cada lado del corredor y solo la del final pa
La habitación de Emanuel era desordenada y contrastaba con el resto de la casa, pero lo que más le sorprendió a Ana fue la cantidad de libros que había en la habitación: En las estanterías, en el suelo y sobre la cama.La mayoría era de fantasía, pero tambien había muchos sobre cosas del espacio.Se sentó en el borde de la cama y le acarició el cabello rubio al niño que dormía profundamente.— Emanuel — le dijo y cuando él abrió los ojitos verdosos le sonrió.— Ana. ¿Qué haces?— Vengo a despertarte, hoy toca matemáticas y literatura, y hay que revisar el correo electrónico de tu papá a ver que te enviaron de la escuela — Emanuel se cubrió la cara con las sábanas.— No quiero estudiar, quiero dormir — Ana soltó una carcajada y le quitó las sábanas.— Vamos, estudiamos y luego ordenaremos tu cuarto si quieres, o si no quieres podemos ver una película — Emanuel la miró con los ojos entrecerrados.— ¿Una película? — ella asintió — ¿de tinkerbell?— Si te la ganas, sí.— ¿Qué debo hacer?
Ana dejó a Emanuel viendo la película y siguió a Maxwell por las escaleras.El hombre cojeaba menos del pie, pero aun así subió un poco lento y ella lo siguió en silencio.La puerta al lado del gimnasio estaba abierta y cuando Ana entró detrás de él se quedó maravillada por lo que veía.Era, literalmente, un laboratorio pequeño con luces por todas partes, frascos de vidrio y sobre una mesa un una decena de cuadernos.— ¿Estudia? — le preguntó y él asintió.— Tengo una licenciatura en biotecnología y química, pero ahora estoy estudiando unos cursos de biología, quiero demostrar que se puede extraer de los genes de los animales, como los tiburones, la llave para muchas enfermedades… — sacudió la cabeza al ver la cara de asombro de Ana — lo siento, siempre se me va la mano cuando hablo de estos temas.— No, está bien, es muy interesante — Maxwell le indicó que se sentara en la silla junto a él.— Quiero hablarte de lo que pasó — le dijo él y Ana pasó saliva — no sé lo que has vito, pero