Manhattan, New York City. La descarada de Grace, desde ya ocupa uno de lo de los apartamentos, en el imponente condominio residencial propiedad de los Hufman. Allí se encuentra, con la compañía del intrépido Dominick Lance, a quien por lo visto tiene comiendo de su mano, con tanta sensualidad expuesta. —Si no es, porque eres una mujer muy bella. Créeme, que te hubiese quitado el trato, la última vez, no me trataste nada bien Grace—apunta hacia ella una mirada seductora. —Te comenté, que estaba muy estresada, mi situación económica es de perros—se excusa muy ágilmente. —Me imagino, que hasta aceptaste, limosna de los Hufman. —Yo no conformo con migajas, quiero toda su fortuna a mi disposición. Me la merezco—responde con soberbia. —Eres muy jactanciosa. —¿Te incomoda? —Para nada al contario, me excita—juntos se miran con avidez. —¿Cómo va tu asunto con la demanda? —pregunta Grace. —Más o menos, mi abogado me dijo, que tenemos muchas situaciones en contra. —Si ese abogaducho, i
Club caricias. —Basta Abel, ya lo de nosotros es pasado. Eso lo tengo muy claro. —Yo lo tuve claro hasta ahora, perdón Sofía. —Ya pasaron los treinta minutos. Vamos a conversar en mi camerino, allí te explico muchas cosas y así, de una vez limamos asperezas. —Están bien, quien quita y luego somos amigos. —Vamos—lo toma Sofía, por el brazo y sale junto con él. Velozmente, le hace una seña a Salomón, dándole a entender, que todo está bien. —¿Y ese orangután? —pregunta Abel, al ver percatarse de la complicidad entre ellos. —Es Salomón y es, el encargado de nuestra seguridad. Llega acuciosamente, al camerino de Sofía y Abel, mira el lugar con mucha discreción. —Está bonito, a pesar de todo. Que no es un lugar apto, para que expreses tus dotes artísticas. —Gracias, por llamarme artista—sonríe Sofía de inmediato. —Si quieres, porque no tomas clases de bailes profesionales y puedes ser a futuro una coreógrafa de prestigio, y hasta puedes salir en videos musicales, con algunas artis
En la oficina de Alfred. Justin le presenta, inmediatamente a Helen y le plantea, por encima su caso. —Alfred, te presento a Helen. —Hola mucho gusto, Alfred Gibs. Ya va ¿Tú no eres la chica, que nos miraba a lo lejos en la redacción de Dominick? —pregunta Alfred con asombro. —Sí señor. Solo, que ese día tuve mucho miedo de acercarme, he oído que, en este periódico, ayudan a los Latinos y también a los desvalidos. Pero, quise primero hablar con el licenciado Justin, para que me brindara orientación legal. —¿Y qué te paso? —Mi jefe, bueno mi ex jefe, porque esta mañana renuncie. Quiso aprovecharse de mí, y estuvo a punto de ultrajarme en su oficina. Solo, que con mucha agilidad puede zafarme y fui velozmente a su despacho—narra Helen y mira a Justin. —Definitivamente, ese hombre es de muy baja calaña, no solo hace periodismo atroz, sino que también, es un violador de mujeres. Quien sabe de cuantas chicas, se halla aprovechado valiéndose de su postura de CEO—menciona Alfred. —Herm
Casa de Ana. Abel y Ana cuchichean, entorno al acercamiento, entre su padre y Rebecca: —Ana y tu suegra, no quiere salir del taller. —¿Cómo así? —pregunta Ana con admiración. —Prácticamente, va todos los días a tomar café con el viejo. —¡Que raro! —exclama Ana. —Por otro lado, me enteré Ana, que nuestro padre cortó a Gema de raíz. Me dijo una, de las empleadas de la peluquería. —Pero, mi papá nunca tuvo nada, con Gema que yo sepa—indica Ana. —No, mi papá, nunca ha tenido ojos, para otra mujer desde que murió mamá. Pero, si me preocupa un poco, esa complicidad con la señora Rebecca—manifiesta Abel. —¿Por qué Abel? —Esa señora, es toda estirada y rica. Son de dos mundos distintos. —No le veo, nada de malo. Seguro solo son amigos. —Me temo, hermanita que mi padre, se está enamorando de esa señora. ¿Estará Abel en lo cierto? Sienten el sonar, de la puerta y es su padre, quien llega después de haber estado cenando, con Rebecca en un modesto restaurante, que él la invito. Ande
Abel, decide ir a conocer la redacción donde Ana trabaja, ya ha ido al periódico en otras ocasiones, pero por situaciones de conflictos. Esta vez irá, en son de paz y para simpatizar con su cuñado, quien fue quien lo invitó. Llega a la recepción y se presenta, con gracia: —Hola muñeca, yo soy el cuñado de tu jefe, voy a su subir a su oficina. —Si está bien, pero antes permítame su identificación, por favor—Abel frunce el ceño, ante tanta formalidad. —Amiga, ya le dije soy de la familia. —Pero, las reglas son para todos. Lo siento joven—lo mira la chica con recelo, por ser tan confianzudo. —Aquí tiene, no entiendo porque, no cree en mi palabra—la recepcionista, ignora su comentario y le da un pase de visitas. Abel, lo toma y le guiñe un ojo. Sube al elevador y se topa, con Tobías quien ya estaba en él. —¿Para que piso va caballero? —pregunta Tobías cortésmente. —Para presidencia—señala Abel, ni se acuerda que piso es. Ja, ja, ja. —Ok, ya le marco es el último. —¿Quién es uste
Salen todos a almorzar, tal cual como Tony se lo prometió a Abel. De inmediato, Ana en un intento para que, su novio reanude nuevamente su amistad con Alfred, decide invitarlo junto con Danielle, para almorzar todos. De igual manera, Danielle invita a Helen y Abel, por su parte se queda muy complacido. Vaya que almuerzo, buen apetito. Ja, ja, ja. Caminan todos juntos, hasta el restaurante que está muy cerca al periódico. Alfred y Tony, cruzan miradas, sin dirigirse la palabra y rápidamente, Danielle le susurra a Ana: —Creo, que fue una mala idea, que nos hallas invitado. Alfred, se ve muy incómodo. —No seas pesimista. Ya verás, que Tony le buscará conversación, ten paciencia. Antes de entrar al restaurante, Abel detiene a Ana para preguntarle: —Ana, ¿y este sujeto es novio de Danielle? —Sí ¿Por qué? —Definitivamente les encantan mayores, como dice la canción—se ríe, desmesuradamente Abel y a Ana, le causa mucha gracia su comentario. —Ve a ver, si vas a decir una imprudencia—le
Danielle y Ana, están en la universidad, se sienten muy confundidas, con la situación que aqueja a sus respectivas parejas. Ya no hayan, cómo hacer para unirlos nuevamente, y que todo sea como antes. —Yo definitivamente. Me rindo con Tony, me dio mucha pena, con Alfred por como la trato—frunce Ana el entrecejo. —Tranquila, Ana no fue tu culpa, pero Tony si se pasó. Me parece muy extraño, que Tony actúe de ese modo ¿Dónde quedaron sus modales? —Lo lamento Danielle, pero no me rendiré. Juntaré a esos amigos a como dé lugar—toma Ana valor nuevamente. —Es mejor, que dejemos eso así. Alfred está sufriendo mucho. —Me imagino. —Hablando de otra cosa, ya tengo todo listo, para lo del baby shower. Lo que no se, es si Alfred me vaya acompañar—señala Danielle. —Convéncelo Danielle. Te lo ruego—suplica Ana juntando sus manos. —¿Por qué tanta insistencia? —pregunta Danielle con recelo. —Te lo voy a contar. A Rebecca, se le ocurrido una idea para unirlos de nuevo. —Me niego rotundamente, a
Fin de semana… Mansión Hufman. Desde muy temprano, se hayan Danielle y Sofía corriendo, de un lado a otro en la enorme mansión de Tony. Por ahora, son los pies de Ana, quien apenas puede moverse, por su avanzada gestación. En fracciones de segundos, Danielle hace contacto visual, con Rebecca y la mira con recelo. Rebecca de inmediato, se le acerca a Ana, para decirle: —Tus amigas son bien diligentes, ellas misma se cercioran, de que todo esté bien arreglado, las felicito. Yo estoy acostumbrada, a pagar y que el festejo haga todo por mí. Ja, ja, ja—señala Rebecca sonriendo. —Sí, son muy buenas amigas, si no me sintieran tan fatigada, las estuviera ayudando. —¿Te sientes mal? —pregunta Rebecca. —No, solo que mis pies se hinchan, si camino mucho. Es el peso, por mi embarazo. —Ya pronto, van a nacer cuento los días, para que nazcan rápido. Ya quiero, tenerlos entre mis brazos. Mis nietos, desde que supe de su existencia, soy tan feliz. —Yo también soy muy feliz, aunque estoy muy ne