Despierta Tony, su madre se encuentra a su lado en compañía del doctor, quien no les tiene muy gratas noticias referente a su enfermedad. —Tony prepárate, para seguir con unas nuevas quimioterapias. Aunque no es suficiente Tony, creo que tenemos, que hacer un trasplante de medula ósea, junto con un tratamiento de células madres, en resumidas cuentas, tus hijos son tu única esperanza, para hallar la cura definitiva a tu enfermedad. —¡Oh por Dios! —musita Rebecca, al oír las palabras del oncólogo. —Dime la verdad Timothy ¿Cuánto tiempo me queda de vida? —pregunta Tony severamente angustiado. —Dar ese diagnóstico, ahora sería muy apresurado. Realmente no lo sé a ciencia cierta, en algunas ocasiones, los pacientes con esta patología se pueden curar. No hablemos de fatalidades Tony, centrémonos en que vivirás por mucho tiempo, para que al menos veas crecer a tus hijos. Anthony de inmediato rompe en llanto, sus silentes lagrimas inundan de nuevo su susceptible corazón. Por otro lado, mi
Tiempo después… Han pasado algunos días, Tony ya ha cumplido cabalmente con el tratamiento, para combatir su enfermedad, el doctor Timothy lo da de inmediato de alta y Ana lo acompaña en la habitación. Enseguida el doctor pregunta: —¿Y Rebecca? —Está esperando afuera—responde Ana. —¿Qué raro, que no está aquí con Tony? —Ana se torna, confundida y mira a Tony con seriedad. Velozmente, Tony cambia la tónica. —Espero no volver por ahora. —Tenemos pendientes el tratamiento con las células madres, es la única alternativa, que tenemos para salvar tu vida. Si ese tratamiento falla seria el fin Tony. —Ni lo diga doctor—comenta Ana. —Mi deber, es ser objetivo y ajustarlos a la realidad—indica el doctor. —A veces la realidad, se torna muy contradictora—apunta Tony y de inmediato, le viene Alfred a la cabeza. —Bueno, ya me voy. No dejes de seguir las indicaciones, que te dejé en la receta, ni de venir a tus citas, para hacerte seguimiento muy de cerca. Hasta pronto Tony y suerte—estrech
Rebecca, en un intento de huirle a los problemas y a la soledad que carga encima. Asimismo, determinada por un somero impulso, va hasta la casa de Ana. Pero, para ver a Anderson. Necesita sentir el mismo consuelo, que le brindo la vez pasada. Toca a la puerta y el padre de Ana, abre de inmediato y la mira sorprendido. No contaba con su repentina llegada. —Rebecca ¿Usted aquí? —exclama con asombro. Rebecca motivada, a tanta presión sucumbe rápidamente en sus brazos. —Anderson, me siento sola. No supe a donde ir y de paso, mi hijo me odia—rompe velozmente, en llanto y el padre de Ana, se conmueve. —Vamos a salir, yo te invito así te distraes un poco—la abraza, por sus hombros y sale, junto con ella. Abel a lo lejos, lo mira muy sonriente y a la vez confuso. Se sientan, en las banquetas de un lindo parque, que queda muy cerca a su casa, con la intensión de tener un poco más de privacidad, para que Rebecca se exprese con plena confianza. —¿Ahora dime porque estás así tan afligida? ¿L
Manhattan, New York City. La descarada de Grace, desde ya ocupa uno de lo de los apartamentos, en el imponente condominio residencial propiedad de los Hufman. Allí se encuentra, con la compañía del intrépido Dominick Lance, a quien por lo visto tiene comiendo de su mano, con tanta sensualidad expuesta. —Si no es, porque eres una mujer muy bella. Créeme, que te hubiese quitado el trato, la última vez, no me trataste nada bien Grace—apunta hacia ella una mirada seductora. —Te comenté, que estaba muy estresada, mi situación económica es de perros—se excusa muy ágilmente. —Me imagino, que hasta aceptaste, limosna de los Hufman. —Yo no conformo con migajas, quiero toda su fortuna a mi disposición. Me la merezco—responde con soberbia. —Eres muy jactanciosa. —¿Te incomoda? —Para nada al contario, me excita—juntos se miran con avidez. —¿Cómo va tu asunto con la demanda? —pregunta Grace. —Más o menos, mi abogado me dijo, que tenemos muchas situaciones en contra. —Si ese abogaducho, i
Club caricias. —Basta Abel, ya lo de nosotros es pasado. Eso lo tengo muy claro. —Yo lo tuve claro hasta ahora, perdón Sofía. —Ya pasaron los treinta minutos. Vamos a conversar en mi camerino, allí te explico muchas cosas y así, de una vez limamos asperezas. —Están bien, quien quita y luego somos amigos. —Vamos—lo toma Sofía, por el brazo y sale junto con él. Velozmente, le hace una seña a Salomón, dándole a entender, que todo está bien. —¿Y ese orangután? —pregunta Abel, al ver percatarse de la complicidad entre ellos. —Es Salomón y es, el encargado de nuestra seguridad. Llega acuciosamente, al camerino de Sofía y Abel, mira el lugar con mucha discreción. —Está bonito, a pesar de todo. Que no es un lugar apto, para que expreses tus dotes artísticas. —Gracias, por llamarme artista—sonríe Sofía de inmediato. —Si quieres, porque no tomas clases de bailes profesionales y puedes ser a futuro una coreógrafa de prestigio, y hasta puedes salir en videos musicales, con algunas artis
En la oficina de Alfred. Justin le presenta, inmediatamente a Helen y le plantea, por encima su caso. —Alfred, te presento a Helen. —Hola mucho gusto, Alfred Gibs. Ya va ¿Tú no eres la chica, que nos miraba a lo lejos en la redacción de Dominick? —pregunta Alfred con asombro. —Sí señor. Solo, que ese día tuve mucho miedo de acercarme, he oído que, en este periódico, ayudan a los Latinos y también a los desvalidos. Pero, quise primero hablar con el licenciado Justin, para que me brindara orientación legal. —¿Y qué te paso? —Mi jefe, bueno mi ex jefe, porque esta mañana renuncie. Quiso aprovecharse de mí, y estuvo a punto de ultrajarme en su oficina. Solo, que con mucha agilidad puede zafarme y fui velozmente a su despacho—narra Helen y mira a Justin. —Definitivamente, ese hombre es de muy baja calaña, no solo hace periodismo atroz, sino que también, es un violador de mujeres. Quien sabe de cuantas chicas, se halla aprovechado valiéndose de su postura de CEO—menciona Alfred. —Herm
Casa de Ana. Abel y Ana cuchichean, entorno al acercamiento, entre su padre y Rebecca: —Ana y tu suegra, no quiere salir del taller. —¿Cómo así? —pregunta Ana con admiración. —Prácticamente, va todos los días a tomar café con el viejo. —¡Que raro! —exclama Ana. —Por otro lado, me enteré Ana, que nuestro padre cortó a Gema de raíz. Me dijo una, de las empleadas de la peluquería. —Pero, mi papá nunca tuvo nada, con Gema que yo sepa—indica Ana. —No, mi papá, nunca ha tenido ojos, para otra mujer desde que murió mamá. Pero, si me preocupa un poco, esa complicidad con la señora Rebecca—manifiesta Abel. —¿Por qué Abel? —Esa señora, es toda estirada y rica. Son de dos mundos distintos. —No le veo, nada de malo. Seguro solo son amigos. —Me temo, hermanita que mi padre, se está enamorando de esa señora. ¿Estará Abel en lo cierto? Sienten el sonar, de la puerta y es su padre, quien llega después de haber estado cenando, con Rebecca en un modesto restaurante, que él la invito. Ande
Abel, decide ir a conocer la redacción donde Ana trabaja, ya ha ido al periódico en otras ocasiones, pero por situaciones de conflictos. Esta vez irá, en son de paz y para simpatizar con su cuñado, quien fue quien lo invitó. Llega a la recepción y se presenta, con gracia: —Hola muñeca, yo soy el cuñado de tu jefe, voy a su subir a su oficina. —Si está bien, pero antes permítame su identificación, por favor—Abel frunce el ceño, ante tanta formalidad. —Amiga, ya le dije soy de la familia. —Pero, las reglas son para todos. Lo siento joven—lo mira la chica con recelo, por ser tan confianzudo. —Aquí tiene, no entiendo porque, no cree en mi palabra—la recepcionista, ignora su comentario y le da un pase de visitas. Abel, lo toma y le guiñe un ojo. Sube al elevador y se topa, con Tobías quien ya estaba en él. —¿Para que piso va caballero? —pregunta Tobías cortésmente. —Para presidencia—señala Abel, ni se acuerda que piso es. Ja, ja, ja. —Ok, ya le marco es el último. —¿Quién es uste