CONTROLAME

El hombre que me había llevado hasta esa pequeña casa de servicio permaneció fuera mientras yo entraba y recorría las habitaciones, los pasillos y salas; era una casa más grande de lo pensado. Vagué por sus pasillos, hasta que una chica me indicó cual era la habitación de Alan.

Mis nudillos golpearon suavemente la puerta, en el fondo esperaba que no estuviera allí. Pero cuando abrió y me miró con impresión, no tuve forma de arrepentirme.

—Dulce, ¿qué haces aquí? —inquirió con desconcierto.

Me pasé la lengua por los labios, preguntándome qué rayos hacía frente a él. ¿Qué podría decirle?

—Creí que aun estarías con el señor Riva en Odisea —comentó haciéndose a un lado para que yo entrara a la habitación.

Lo hice con renuencia, deseando darme la vuelta y escapar. Ahora que sabía la enorme gratitud que le debía, me sentía intimidada.

—¿Acaso... ocurrió algo? Estás pálida.

Tragué con fuerza, y me senté sobre su pequeña cama individual. Observé las fotos en las paredes, y a Anne y Ala
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