Capítulo 2

Nina:

Siento el galopar del caballo, me aferro fuertemente a aquel torso grueso. No quiero mirar, no quiero saber a dónde me llevan. Siento que muy probablemente esto sea producto de mi imaginación y me he vuelto loca.

Mi mente desvaría y por un momento en el viaje el olor que emana esa piel me hace sentir como si estuviese ebria. Siento que voy a desfallecer. Comienzo a escuchar gritos. Ya no son sólo las pisadas de los caballos y algunas conversaciones, ahora son gritos de bienvenida.

Aprieto mis ojos y mis brazos aún más a él y noto como el caballo baja la velocidad. Su mano se apoya fuerte en mi cintura, pegando su cuerpo aún más al mío. Escucho el rechinar de unas puertas y luego como cierran con algún pasador.

—Hemos llegado —susurra a mi oído y yo me estremezco aferrándome más a él—. Hey…

Separa mis manos de su torso y me aparto de golpe y comienzo a temblar. Al chocar nuestras miradas sus ojos me atemorizan. El me mira contemplándome por un par de segundos. Tiene la mandíbula apretada, no expresa ni un solo sentimiento, hasta que baja de un salto del caballo.

Me toma de la cintura y pone mis pies en el suelo como si fuera cualquier cosa. Mi cuerpo se tambalea un poco y necesito apoyarme en algo, y lo único que encuentro es el caballo.

—¿Estás bien? —miro el suelo, es tierra, muy clara, casi arena. Veo mis converse completamente enlodados y con salpicaduras de sangre, mis manos se encuentran igual.

—Señor, dígame ¿Qué puedo hacer por usted? —escucho la voz de alguien pero no quiero mirarlo, tengo demasiada vergüenza.

—Quiero que llames a mi madre, ella se encargará, no quiero a ningún hombre cerca… —mi corazón se dispara y siento como toma mi mano al instante—. Necesito que me acompañes.

Mis piernas dudan pero comenzamos a caminar por aquella arena fina. Poco a poco alzo la mirada y me encuentro con varios ojos curiosos que se posan en mí para después retirarse de inmediato.

Es la entrada a una casa o más bien esto parece un castillo… el hombre que me lleva de la mano camina muy rápido, mis extremidades se encuentran sumamente cansadas por lo que no tardó en tropezar pero de inmediato Anker me sostiene de manera fuerte.

—Ten cuidado, estás muy débil —miro sus ojos de nuevl, son tan verdes, tan… misteriosos y oscuros. No puedo apartar la mirada y hasta siento un pequeño escalofrío, hasta que él desvía la mirada para seguir conduciéndome por un pasillo cubierto por una alfombra roja con detalles dorados. Las puertas son enormes, en cada rincón se encuentran jarrones y esculturas de formas extrañas.

En poco tiempo llegamos a una puerta de madera tallada y nos detenemos. Miro de reojo a él y después a la puerta.

—Vas a entrar ahí, mi madre te ayudará a cambiarte y… —alza su mano hasta mi rostro, mis ojos se cierran al instante, mi espalda se encorva y estoy segura que recibiré un golpe. Pero en cambio un suave tacto recorre mi mejilla—. Te limpiará esas heridas, después te quiero en mi habitación, ¿entendiste?

—Por favor… dime, ¿Qué es esto?, ¿Quién eres tú? —pregunto desesperada y tomando sus manos, su mirada se fija en mí.

—Soy Alek y este es mi pueblo —niego incrédula, esto es absurdo.

—¿Y mi casa?, no comprendo dónde estamos.

—Eso no debe de importarte, ahora esta es tu casa y yo soy tu presente… —abre la puerta, ¿qué?, ¿mi presente?—. Pasa por favor y te espero en mi habitación.

Niego varias veces y me adentro en el lugar no muy confiada. Me recibe una enorme habitación de colores beige y tierra, con una enorme cama en el centro con dosel, las cortinas blancas cuelgan haciéndola ver hermosa.

Me siento aturdida ante tanto espacio, tanta limpieza. Camino lento y es cuando escucho como se cierra la puerta y me giro sobresaltada.

Frente a mí se posa una mujer de unos 50 años, cabello rubio y ondulado, tez tostada, me mira casi espantada.

—Yo… —abro los ojos y camino hacia atrás—. No te alejes, ven linda, no voy a dañarte, soy… Isadora, la madre de Anker.

Me quedo mirándola sin saber qué hacer, miro mis pies, mis manos, debo lucir horrible.

Ella lleva un vestido color azul cielo entallado a su cuerpo, con una hermosa cintilla en la cintura y una capa cubriendo sus pechos. Y yo… bueno, unos Converse sucios, jeans rasgados, blusa manga larga ensangrentada…

—Te ayudaré, podemos bañarte y… ven —estira su mano, dudo un momento —. ¿Te han hecho daño mi niña?, Anker no es malo...

—No… —asiente—. Me puede decir, ¿Qué hago aquí?

Esboza una sonrisa y niega haciendo que mi pecho se desinfle.

—No, no puedo decírtelo, pero Anker lo hará, no te preocupes, pero tenemos que bañarte y cambiarte, debo curar esas heridas… —toma mi mano lentamente y al ver que no la retiro me conduce a otro umbral. Al adentrarme, me quedo pasmada al ver el lujoso pero extraño baño.

Las paredes son blancas, en medio hay una tina del mismo color pero con detalles dorados y brillantes en las patas y el grifo, el material es imposible de identificar para mi, pero no luce como los comercializados en las ferreterías del pueblo.

—Puedes desvestirte aquí —dice señalando tres paredes delgadas tejidas entre sí y yo niego.

—Yo…

—Prepararé el agua, ¿Qué sales prefieres? —me mira expectante.

—No tengo idea de lo que está hablando señora y… —me remuevo incomoda —. Yo puedo bañarme sola.

—Oh no, no pues bañarte sola querida, tengo que ayudarte o tus damas —niego asustada

—No, no —trato de alejarme del lugar pero ella me detiene mirándome preocupada. No puedo dejar que me mire así.

—¿De dónde te han sacado mi niña? —muerdo mis labios y creo que ambas tenemos las mismas preguntas.

—No tengo idea, estaba en mi casa, tuve una discusión con mi padre, he salido a caminar y… estos hombres me han encontrado, yo me negué, es como si fueran producto de una película—digo casi escupiendo las palabras, la amable mujer me mira mientras esboza una sonrisa.

—¿Película? Lo siento tanto mi niña, pero… no hay vuelta atrás después de esto—¿qué me está diciendo?.

—Señora… —me interrumpe tomando mis manos

—A bañarte, Anker no soporta la impuntualidad —me conduce hasta la pared improvisada —.Deshazte de la ropa, no quiero crearte más incomodidad.

Bufo y comienzo a hacer lo que dice. Con cuidado me deshago de la blusa, mis Converse y jeans, mi ropa interior y asomo mi cabeza.

—Ya… he terminado señora —asiente.

—Pasa por aquí, siéntate en la tina y…

—¿Cómo? —o sea que tengo que pasar frente a ella desnuda y estar así por…

—Sólo pasa hija, no puedo irme, son ordenes de Anker —mi rostro se pone rojo, tardo unos minutos pero al final camino tratando de ocultar mi vergüenza. Me adentro en el agua caliente y disfruto el contacto con mi piel—. ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Si —contesto mientras me acomodo con cuidado en la tina, siento como el agua cálida me lava mientras agradezco que la espuma cubra mi cuerpo. No es algo que me enorgullezca, con tantos hematomas y marcas.

—¿Quién te ha hecho esto?, tienes heridas de… hace días y otras más recientes —niega—. Tienes golpes en las piernas y el abdomen, ¿Quién te ha hecho esto?

Me encojo de hombros y niego, no puedo confesarle esto. Me quedo callada y bajo la mirada

—No sé que estoy haciendo aquí —alzo la mirada y puedo percibir compasión en sus ojos

—Lo siento… todo mejorará, lo prometo —me entrega una barra de jabón y lo pasó por mi cuerpo.

Sumerjo mi cabello y rostro y noto como el agua se pinta de rojo. El baño continúa por un par de minutos más, y sorprendentemente me siento más relajada y tranquila.

—Tenemos que cambiarte y hacer curación en esas heridas, que por suerte no son muy profundas —con el pasar de los minutos la amabilidad de la mamá de Anker me hace sentir cómoda.

—Señora…

—No me llames así, llámame Isadora por favor —dice con una sonrisa, jugueteo con mis manos dudando si debo o no hacer esta pregunta.

—Isadora, ¿qué es lo que pasará conmigo?, ¿me… matarán? —su mirada se alarma.

—¡Claro que no, por Dios que no! —carraspeo con un poco de alivio en mi interior

—Es que Anker me ha dicho que… si no venía con él, me mataría —niega varias veces y sonríe de forma dolosa.

—Ese hijo mío es muy torpe para dirigirse, hija, él no puede dejarte ir, pero no significa que te matará — ¿entonces por qué lo habrá dicho?

Isadora me invita a salir de la ducha, cubre mi cuerpo con una bata de baño de seda y me sienta en la orilla de la cama donde comienza a curar mis heridas.

Siento algo muy extraño ante tantas atenciones de esta mujer. Siento el cuidado de la madre que nunca tuve, los cariños y las sonrisas tan necesarias. Al cabo de unos minutos ha terminado y se retira, hasta el punto que la extraño.

—Tenemos que vestirte, he seleccionado esto —dice poniendo frente a mí un vestido escotado de color rosa pálido, con pequeños detalles bordados y una cintilla del mismo color en la cintura. Los tirantes son gruesos y quedan en los hombros, siento que hay demasiada piel al descubierto y toda llena de moretones—. Tu piel es muy pálida y todos los colores le van bien, este no será la excepción.

—Gracias —digo sonrojada y lo tomo pero ella me sostiene.

—Te ayudaré a vestirte, no es la costumbre que lo hagas sola —asiento no muy convencida, pero al final termino accediendo—. ¿Qué te ha dicho Anker?, ¿dónde te verá?

—Ha dicho que en su habitación —su mirada se detiene en mis ojos, parece algo sorprendida

—¿Su habitación? —asiento sin comprender

—¿Está mal? —niega y sonríe

—Creo que te ha encontrado —frunzo el ceño, ¿me ha encontrado?

—¿A qué se refiere?

—Ya lo entenderás, ahora solo hay que apresurarnos a que estés lista —sube el vestido con bastante agilidad y coloca una cintilla en mi cintura.

Paso la mirada por el atuendo que uso y a penas puedo creer que lo esté usando, me gusta, el color es hermoso, pero estos hematomas no lo hacen lucir bien. Mis brazos están cubiertos de ellos. El codo lleva un pequeño vendaje debido al golpe que me he dado al caer.

De repente una extraña angustia me invade la cabeza, no sé qué pasará conmigo, ni siquiera sé dónde estoy y quien es Anker… necesito salir de aquí.

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