CAPÍTULO 31: EL VERDADERO ENEMIGO (II)Julieta apenas podía procesar las palabras de su tío. Rocco la observaba con una sonrisa torcida, disfrutando del terror y la confusión en sus ojos. Ella había adorado a su tío como a un segundo padre, confiado en él ciegamente, y ahora todo se desmoronaba como un castillo de naipes.—¿Quieres saber por qué, verdad? —dijo Rocco con una sonrisa burlona y nada de culpa en sus ojos—. Bueno, siempre pensé que era yo quien debía heredar el imperio de los Ricci, no tu padre. Pero papá decidió otra cosa. Decidió hacer "Don" a Salvatore y relegarme a mí, su primogénito. ¿No te parece injusto?La voz de Julieta tembló de rabia y dolor cuando respondió, tratando de asimilar cada palabra.—Mi... mi papá te adoraba…Rocco soltó una carcajada amarga, inclinándose hacia ella para que pudiera oír cada palabra con claridad.—¿Adorarme? Sí, lo sé. Salvatore siempre fue la estrella, el favorito, el buen hermano, el digno. El que se quedaba con todo —gruñó esto últ
CAPÍTULO 32: SÉ DÓNDE ESTÁ.André caminaba de un lado a otro en el estudio, su rostro sombrío y cada músculo tenso mientras intentaba mantener la calma. Santino lo observaba, los ojos oscuros llenos de preocupación.—André, ¿dices que Julieta no está en la propiedad? —preguntó Santino, la voz baja pero con una inquietud palpable—. Esto no es buena señal, y menos como están las cosas.André golpeó el escritorio con un puño cerrado, frustrado. Las sombras en sus ojos eran profundas, y la desesperación apenas contenida mientras pensaba en ella… y en el bebé que venía en camino.—Lo sé, maldición, lo sé… —respondió entre dientes, intentando sofocar el pánico.En ese momento, la puerta se abrió, y uno de los guardaespaldas entró rápidamente, extendiéndole un dispositivo USB.—Aquí tiene los videos de seguridad de la casa, señor.Sin perder un segundo, André conectó el dispositivo a su laptop, sus manos moviéndose con rapidez mientras adelantaba las horas de grabación. Sus ojos escaneaban c
CAPÍTULO 33: TORTURA.—Figlio di puttana… ¡maledetto bastardo! ¡Va a pagar por esto!Santino, a su lado, también estaba a punto de explotar, con los puños apretados. Mientras, Natalia observaba en silencio, con el corazón hecho pedazos, tratando de procesar lo que acababa de descubrir.—No... no puede ser... —murmuró ella, con la voz temblorosa—. Tío Rocco es...André le quitó la fotografía de las manos y la miró con furia, las aletas de su nariz se ensanchaban mientras apretaba los dientes. Su sangre hervía.—El bastardo estaba cerca, y no lo sabíamos —escupió con desprecio—. Ahora entiendo por qué cuando Salvatore murió, no regresó. Rocco lo mató, tenía todo planeado.Los ojos de Natalia se llenaron de lágrimas. La idea de que Rocco, su propio tío, pudiera tener algo que ver con la muerte de su padre era demasiado dolorosa para asimilar.—¿Y si él no...? —comenzó a decir, sin fuerzas.André la miró con dureza, cortándola de inmediato.—¿No ves las pruebas? ¡Rocco es el líder de Mano
CAPÍTULO 34: JUNTOS.Natalia miró a André con firmeza, sus ojos totalmente decididos.—Voy a ir, André —espetó, con una actitud desafiante—. Se trata de mi hermana, ¿recuerdas? No me voy a quedar de brazos cruzados.André resopló, cruzándose de brazos con una expresión molesta.—No, no vas a ir —contestó—. Es demasiado peligroso, y no tengo interés en andar cuidándote.Ella levantó una ceja, mirándolo con desdén.—¡Yo me sé cuidar! No soy una niña.—Claro, claro. Seguro que eres una experta en eso —dijo, haciendo un gesto con la mano—. ¿Acaso te crees invencible? ¿O de goma? Antes de que lo veas venir tendrás una bala en el cerebro.—¡No soy invencible, pero sé defenderme! —replicó Natalia.André rodó los ojos, claramente exasperado.—¡Maledizione! La testarudez viene de familia —murmuró, sin mirarla, y comenzó a caminar hacia el auto.Natalia lo siguió, apretando los dientes.—¡Te escuché, sabes! ¡Y tú eres un idiota! —gritó, sin importarle que lo oyera.André estaba a punto de girar
CAPÍTULO 35: TRAGEDIA.La serie de autos se detuvo frente a la mansión, y la tensión en el aire era palpable. Rocco estaba en la entrada, sujetando a Julieta por el cabello, su rostro iluminado por una sonrisa cruel. Alrededor de él, sus hombres se colocaron en posiciones defensivas, listos para cualquier ataque.Los hombres de André y Santino emergieron de los autos, armados y con miradas decididas, listos para un enfrentamiento directo. André salió del auto en medio de todos, su rostro serio y marcado por una determinación feroz. Al ver a Julieta atrapada y sometida, apretó los puños con furia contenida.—Déjala ir. —dijo André, con una voz helada y amenazante.Rocco soltó una risa burlona, claramente disfrutando de la situación.—¿Dejarla ir? —repitió, con una mueca de burla—. ¿Y perderme la diversión? No, André, no tan rápido. Además… —dijo mientras sacudía a Julieta con desprecio—, se que hay algo que te pertenece dentro de ella.Los ojos de André se entrecerraron de furia, y dio
CAPÍTULO 36: DOLOR. Los hombres de Rocco y los de Santino, que hasta entonces se mantenían a la espera, desenfundaron sus armas casi al mismo tiempo. El sonido de las balas llenó la estancia en una ráfaga de fuego y estruendo. Cada disparo cortaba el aire mientras la pólvora y el humo envolvían la escena. Algunos caían, otros retrocedían buscando cobertura, y el enfrentamiento se intensificó con cada segundo. Mientras tanto, Julieta cayó de rodillas junto a su hermana, presionando sus manos sobre la herida en el abdomen de Natalia, tratando de detener la sangre que se deslizaba entre sus dedos. Ella la miró, con una expresión de dolor y alivio, su rostro palideciendo a cada segundo. —No… No te preocupes por mí, Julieta —murmuró con voz apenas audible, haciendo un esfuerzo por sonreír—. Lo importante es que estás bien… esta vez, yo te protegí. Julieta sacudió la cabeza, apretando los labios mientras las lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas. Presionó con más fuerza la
CAPÍTULO 37: LE TRAJE FLORES.—Todo está bien con usted y con el bebé, no hay nada de qué preocuparse. Ambos están sanos y en perfecto estado —dijo el médico con un tono sereno.André asintió, dejando escapar un suspiro de alivio, y agradeció con un ligero movimiento de cabeza mientras el médico se retiraba. Apenas la puerta se cerró, tomó la mano de Julieta entre las suyas, intentando darle un poco de consuelo. Ella, sin embargo, no apartaba la mirada de la pared, sus ojos llenos de un dolor tan profundo que parecían casi vacíos. La muerte de Natalia la había dejado devastada, y André sentía la impotencia de no poder aliviar ni un poco su tristeza.—Amore… —susurró, con ternura—. Sé que nada puede calmar este dolor, pero quiero que sepas que siempre estaré contigo. No importa lo que pase, voy a estar aquí, a tu lado. Prometo ayudarte a superar esto, amor. Lo haremos juntos.Julieta simplemente asintió, sin mirarlo, y luego se recostó, agotada y envuelta en su propio pesar. Unas lágri
CAPÍTULO 38: UNA BODA PECULIAR.André miró su reloj por tercera vez y suspiró, impaciente. Miró hacia el pasillo y alzó la voz:—Julieta, ¡por favor, apúrate! —dijo con tono firme, aunque algo resignado.A su lado, Santino agitó su vaso de whisky y le dio un trago con calma, disfrutando el sabor sin prisa. Con una sonrisa burlona, añadió:—Relájate, André, mejor siéntate, porque nos va a llevar un buen rato esperar.Julieta y Sophia aún estaban arreglándose en la habitación. Ese día asistirían a la boda de Enzo, un viejo amigo en común de Santino y André, y ambas querían lucir impecables.André se cruzó de brazos, frunció el ceño y volvió a mirar a Santino.—¿Estás seguro de que es su boda? —preguntó, quitándole el vaso de whisky y tomando un sorbo sin dudar—. No he visto ningún anuncio en el periódico, y los Bianchi suelen hacer las cosas a lo grande.Santino le arrebató el vaso de vuelta, murmurando:—Sírvete el tuyo. —Luego de un trago más, continuó—. Lo sé, no hay nada en ninguna