CAPÍTULO 78: SOLICITUD DE CUSTODIA.Cuando Giovanni regresó a la habitación de Gabriel, el pequeño parecía estar dormido, pero abrió los ojos tan pronto como escuchó los pasos de su padre acercándose.—¿Te desperté? —preguntó, sentándose a su lado.Gabriel negó con la cabeza, aunque no dijo nada. Giovanni lo miró un instante, buscando cómo empezar la conversación que tanto quería tener con él.—Hijo, ¿sabes que puedes confiar en mí, verdad?El niño asintió en silencio. Giovanni suspiró, aliviado de ver esa pequeña afirmación, pero sabía que lo que venía sería más difícil.—Bien, porque quiero saber por qué huiste de casa, hijo. ¿Qué te motivó a hacerlo? ¿Fue algo que hizo tu mamá?Gabriel no respondió de inmediato y bajó la mirada. Su corazón comenzó a latir más rápido y el miedo le apretó el pecho. Quería contar la verdad, pero la advertencia de su madre seguía resonando en su mente. Solo recordar la última vez que lo había castigado lo hacía temblar de miedo. No quería volver al áti
CAPÍTULO 79: SOLICTUD DE DIVORCIO.Barlow soltó un grito desgarrador.—¡No… no me golpeen más, por favor!El hombre frente a él bajó los guantes de boxeo ante una señal silenciosa. Y el otro hombre en la habitación se acercó y, sin decir una palabra, lo tomó del cabello, obligándolo a alzar la cabeza para mirarlo directo a los ojos.—No me interesa cómo lo vas a hacer, Barlow —susurró con una amenaza helada en la voz—. Pero tienes que cumplir con tu parte del trato. O te juro que la próxima vez no serán solo costillas rotas… sino una bala en el cerebro.Con un gesto brusco, lo soltó y se alejó unos pasos, para mirar su reloj.—Los nuevos envíos saldrán esta semana. Asegúrate de que salgan a tiempo.Le lanzó una mirada rápida a su guardaespaldas, y este reaccionó de inmediato, propinándole a Barlow un golpe en el estómago que lo dejó sin aire.—No olvides mi advertencia —agregó fríamente—. Las empresas D'Angelo tienen que seguir siendo mi pantalla. Ese fue nuestro acuerdo. Además… qued
CAPÍTULO 80: LA ULTIMA VEZ QUE NOS VEAMOS. En la Mansión Stanton, Jonathan, el abogado de Adeline, habló con tono seguro y profesional. —La demanda contra Barlow está en curso —le informó. Adeline asintió, su mirada reflejaba satisfacción y frialdad. Estaba decidida a hacer que su padre pagara por todo el daño que le había causado. Aunque en su interior sospechaba que la cárcel no sería suficiente castigo, era el único recurso que tenía en sus manos. Jonathan abrió su maletín, sacó otro folio y se lo entregó. —Esta es la demanda de divorcio. Tal como ordenaste, ya se le envió una copia a Giovanni. Se espera que la firme para que podamos proceder. Al escuchar que Giovanni ya había recibido los papeles, sintió un vacío doloroso en el pecho. Esta vez, el final era definitivo; pronto quedarían separados para siempre. Su mente la traicionó con un recuerdo de su noche en Miami. «Voy a amarte más allá del tiempo… De verdad te amo, Adeline…» Cerró los ojos un momento y forzó su corazón
CAPITULO 81: UNA MUJER LIBRE. Adeline detuvo el auto frente al edificio y respiró profundamente, intentando calmarse antes de salir. No se dio cuenta del auto que la había seguido desde que salió de casa. Ajustándose el abrigo, marcó la clave de seguridad del edificio y, para su sorpresa, seguía siendo la misma después de tantos años. Una vez frente a la puerta del departamento, su mano tembló antes de tocar el timbre. La puerta no tardó en abrirse, y delante de ella estaba Giovanni, lo recorrió con la mirada, y sus cejas se fruncieron al notar el pañuelo envuelto alrededor de su mano. —¿Por Dios, qué te pasó? —preguntó, reaccionando sin pensar. Él retrocedió y le restó importancia con un gesto. —Estoy bien… me lastimé con el abrecartas —respondió, haciéndose a un lado para que ella pasara. Adeline dio unos pasos dentro del departamento y el lugar se sentía vacío, frío, sin calor de hogar. Mientras lo observaba, no pudo evitar preguntarse si así había sido la vida de Giovanni en
CAPÍTULO 82: QUIERO A PAPÁ.Adeline llegó a casa en medio de una tormenta de pensamientos. Su mente aún no terminaba de procesar dos cosas: la primera, que ahora era una mujer divorciada, y la segunda, que Giovanni finalmente había renunciado a ella. Abrió la puerta, y apenas entró, se encontró con la mirada inquisitiva de Lucien.—No sabía que ya habías llegado —dijo, intentando sonar tranquila, aunque una nota de nerviosismo se filtraba en su voz.Lucien la observó desde el sofá y, al ver los papeles en sus manos, se puso de pie. Caminó lentamente hacia ella y le arrebató los documentos.—Así que… era cierto —murmuró después de leerlos y lanzándolos sobre la mesa. Adeline frunció el ceño, sorprendida por su actitud—. Aún estabas casada con él.—¿Tú… tú, cómo? —balbuceó, incapaz de comprender cómo Lucien lo había descubierto.Sin responder, él dio un paso adelante y la tomó firmemente de los hombros.—No soy un imbécil, Adeline. Lo sé todo. Sé que vienes de verlo, sé que me ocultaste
CAPÍTULO 83: LA NECESIDAD DE UN PADRE.1 SEMANA DESPUÉS…Adeline estaba de pie junto a la puerta del cuarto de Zoe, sintiendo que sus piernas temblaban. Su hija jugaba en el suelo con sus muñecas, completamente concentrada en su pequeño mundo. Respiró hondo y se armó de valor para hablar.—¿Zoe? —su voz salió entrecortada—. ¿No vas a hablarme?La niña no respondió. Ni siquiera levantó la mirada. Seguía peinando el cabello de una de sus muñecas con total indiferencia. Adeline sintió cómo el pecho se le oprimía, como si alguien le apretara el corazón con fuerza. El eco de aquella conversación con Zoe de hacía una semana regresó a su mente como un golpe frío.«—Sí, mi amor. Giovanni es tu papá.Zoe había parpadeado varias veces, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar. Luego ladeó la cabeza, pensativa.—¿Entonces Gabriel es mi hermanito? —preguntó.Adeline bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras que estaban a punto de salir de su boca.—Sí, cariño, lo es.La niña
CAPÍTULO 84: SU PEQUEÑA HIJA.Zoe apretaba sus pequeñas manos con fuerza mientras el auto avanzaba por el camino arbolado hacia la mansión. Su mirada estaba fija en sus rodillas, y sus pies colgaban sin tocar el suelo. Su corazón latía rápido, y cada bache en la carretera parecía hacerla saltar un poco más de nervios. Iba a ver a su padre, a su verdadero padre, después de tanto tiempo.Adeline no estaba mucho mejor. Sus dedos tamborileaban suavemente contra el volante, aunque su expresión externa era serena. Pero por dentro, sentía el peso de cada decisión tomada, de cada palabra no dicha. No había llamado a Giovanni. No le había avisado. Simplemente le estaba llevando lo que más le había pedido la vida: a su hija.«Esto es lo correcto», se recordó.Lo único que deseaba era que Zoe sonriera, que pudiera ser nuevamente feliz. El auto se detuvo frente a la mansión y Adeline respiró hondo, apagó el motor y giró hacia su hija. Le regaló una sonrisa suave, aunque sus propios nervios la tra
CAPÍTULO 85: SU AMOR POR ZOE.Zoe estaba sentada frente a Giovanni, balanceando los pies bajo la mesa mientras mordía con entusiasmo un trozo de sandía. Sus ojos azules, tan vivos y curiosos, lo observaban con atención, como si intentara memorizar cada detalle de su rostro.—Papi… —dijo de repente, con la voz cargada de emoción—, ¿cómo eran mis abuelos? ¿Eran como tú? ¿Y cómo eras tú de niño?La pregunta lo tomó por sorpresa, pero no pudo evitar sonreír. Tomó un plato con más frutas y le ofreció una rebanada de melón.—Tus abuelos eran personas increíbles, Zoe. Mi mamá era muy dulce y paciente, siempre sabía qué decir para hacerme sentir mejor. Y mi papá era más serio, pero tenía un corazón enorme. Me enseñó a montar en bicicleta y siempre decía que no importa cuántas veces te caigas, lo importante es levantarte. Y yo… bueno, de niño era travieso. Me metía en líos todo el tiempo, pero siempre trataba de hacer reír a todos.La pequeña masticó su fruta con entusiasmo, procesando cada pal