CAPÍTULO 80: LA ULTIMA VEZ QUE NOS VEAMOS. En la Mansión Stanton, Jonathan, el abogado de Adeline, habló con tono seguro y profesional. —La demanda contra Barlow está en curso —le informó. Adeline asintió, su mirada reflejaba satisfacción y frialdad. Estaba decidida a hacer que su padre pagara por todo el daño que le había causado. Aunque en su interior sospechaba que la cárcel no sería suficiente castigo, era el único recurso que tenía en sus manos. Jonathan abrió su maletín, sacó otro folio y se lo entregó. —Esta es la demanda de divorcio. Tal como ordenaste, ya se le envió una copia a Giovanni. Se espera que la firme para que podamos proceder. Al escuchar que Giovanni ya había recibido los papeles, sintió un vacío doloroso en el pecho. Esta vez, el final era definitivo; pronto quedarían separados para siempre. Su mente la traicionó con un recuerdo de su noche en Miami. «Voy a amarte más allá del tiempo… De verdad te amo, Adeline…» Cerró los ojos un momento y forzó su corazón
CAPITULO 81: UNA MUJER LIBRE. Adeline detuvo el auto frente al edificio y respiró profundamente, intentando calmarse antes de salir. No se dio cuenta del auto que la había seguido desde que salió de casa. Ajustándose el abrigo, marcó la clave de seguridad del edificio y, para su sorpresa, seguía siendo la misma después de tantos años. Una vez frente a la puerta del departamento, su mano tembló antes de tocar el timbre. La puerta no tardó en abrirse, y delante de ella estaba Giovanni, lo recorrió con la mirada, y sus cejas se fruncieron al notar el pañuelo envuelto alrededor de su mano. —¿Por Dios, qué te pasó? —preguntó, reaccionando sin pensar. Él retrocedió y le restó importancia con un gesto. —Estoy bien… me lastimé con el abrecartas —respondió, haciéndose a un lado para que ella pasara. Adeline dio unos pasos dentro del departamento y el lugar se sentía vacío, frío, sin calor de hogar. Mientras lo observaba, no pudo evitar preguntarse si así había sido la vida de Giovanni en
CAPÍTULO 82: QUIERO A PAPÁ.Adeline llegó a casa en medio de una tormenta de pensamientos. Su mente aún no terminaba de procesar dos cosas: la primera, que ahora era una mujer divorciada, y la segunda, que Giovanni finalmente había renunciado a ella. Abrió la puerta, y apenas entró, se encontró con la mirada inquisitiva de Lucien.—No sabía que ya habías llegado —dijo, intentando sonar tranquila, aunque una nota de nerviosismo se filtraba en su voz.Lucien la observó desde el sofá y, al ver los papeles en sus manos, se puso de pie. Caminó lentamente hacia ella y le arrebató los documentos.—Así que… era cierto —murmuró después de leerlos y lanzándolos sobre la mesa. Adeline frunció el ceño, sorprendida por su actitud—. Aún estabas casada con él.—¿Tú… tú, cómo? —balbuceó, incapaz de comprender cómo Lucien lo había descubierto.Sin responder, él dio un paso adelante y la tomó firmemente de los hombros.—No soy un imbécil, Adeline. Lo sé todo. Sé que vienes de verlo, sé que me ocultaste
CAPÍTULO 83: LA NECESIDAD DE UN PADRE.1 SEMANA DESPUÉS…Adeline estaba de pie junto a la puerta del cuarto de Zoe, sintiendo que sus piernas temblaban. Su hija jugaba en el suelo con sus muñecas, completamente concentrada en su pequeño mundo. Respiró hondo y se armó de valor para hablar.—¿Zoe? —su voz salió entrecortada—. ¿No vas a hablarme?La niña no respondió. Ni siquiera levantó la mirada. Seguía peinando el cabello de una de sus muñecas con total indiferencia. Adeline sintió cómo el pecho se le oprimía, como si alguien le apretara el corazón con fuerza. El eco de aquella conversación con Zoe de hacía una semana regresó a su mente como un golpe frío.«—Sí, mi amor. Giovanni es tu papá.Zoe había parpadeado varias veces, como si no pudiera procesar lo que acababa de escuchar. Luego ladeó la cabeza, pensativa.—¿Entonces Gabriel es mi hermanito? —preguntó.Adeline bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras que estaban a punto de salir de su boca.—Sí, cariño, lo es.La niña
CAPÍTULO 84: SU PEQUEÑA HIJA.Zoe apretaba sus pequeñas manos con fuerza mientras el auto avanzaba por el camino arbolado hacia la mansión. Su mirada estaba fija en sus rodillas, y sus pies colgaban sin tocar el suelo. Su corazón latía rápido, y cada bache en la carretera parecía hacerla saltar un poco más de nervios. Iba a ver a su padre, a su verdadero padre, después de tanto tiempo.Adeline no estaba mucho mejor. Sus dedos tamborileaban suavemente contra el volante, aunque su expresión externa era serena. Pero por dentro, sentía el peso de cada decisión tomada, de cada palabra no dicha. No había llamado a Giovanni. No le había avisado. Simplemente le estaba llevando lo que más le había pedido la vida: a su hija.«Esto es lo correcto», se recordó.Lo único que deseaba era que Zoe sonriera, que pudiera ser nuevamente feliz. El auto se detuvo frente a la mansión y Adeline respiró hondo, apagó el motor y giró hacia su hija. Le regaló una sonrisa suave, aunque sus propios nervios la tra
CAPÍTULO 85: SU AMOR POR ZOE.Zoe estaba sentada frente a Giovanni, balanceando los pies bajo la mesa mientras mordía con entusiasmo un trozo de sandía. Sus ojos azules, tan vivos y curiosos, lo observaban con atención, como si intentara memorizar cada detalle de su rostro.—Papi… —dijo de repente, con la voz cargada de emoción—, ¿cómo eran mis abuelos? ¿Eran como tú? ¿Y cómo eras tú de niño?La pregunta lo tomó por sorpresa, pero no pudo evitar sonreír. Tomó un plato con más frutas y le ofreció una rebanada de melón.—Tus abuelos eran personas increíbles, Zoe. Mi mamá era muy dulce y paciente, siempre sabía qué decir para hacerme sentir mejor. Y mi papá era más serio, pero tenía un corazón enorme. Me enseñó a montar en bicicleta y siempre decía que no importa cuántas veces te caigas, lo importante es levantarte. Y yo… bueno, de niño era travieso. Me metía en líos todo el tiempo, pero siempre trataba de hacer reír a todos.La pequeña masticó su fruta con entusiasmo, procesando cada pal
CAPÍTULO 86: LEJOS DE MI HIJO.—Eres un inútil, Gabriel —escupió Dayana, su voz fría como el hielo—. No sirves para nada. Ni siquiera pudiste convencer a tu padre de quedarse. ¿De qué me sirves si no puedes hacer lo único que te pedí?Gabriel levantó la mirada, con los ojos llenos de lágrimas.—P-perdón, mamá —sollozó, su voz temblando mientras intentaba explicarse—. Yo… yo le dije, pero… pero no quiso…Dayana se inclinó hacia él, agarrándolo bruscamente del brazo y sacudiéndolo con fuerza.—¡Porque no sabes hacer nada bien! —gritó, sus ojos llenos de una furia inhumana. Gabriel lloró aún más fuerte, intentando zafarse, pero ella lo sostuvo con una fuerza desproporcionada—. ¡Solo tenías que convencerlo! ¡Solo eso!—¡Me duele, mamá! —gimió el pequeño, tratando de liberarse mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. ¡Por favor, no me pegues!De repente, la puerta se abrió y Giovanni entró al cuarto acompañado de Zoe, pero la escena que presenció fue suficiente para desatar una tor
CAPITULO 87: QUIERO QUE PAGUE.Los ojos de Dayana se llenaron de una furia venenosa mientras negaba con la cabeza.—Te guste o no, soy su madre. Y tengo derechos.Giovanni dio un paso amenazador hacia ella.—Derechos que vas a perder. Porque cuando el juez sepa que eres una maltratadora de niños, no dudará en quitarte la custodia y ponerte una orden de alejamiento. Y ten por seguro que voy a hacer todo lo posible para mandarte a donde mereces: a la cárcel.Ella apretó las manos en puños, su mirada oscilando entre el pánico y el odio. Sus ojos se dirigieron rápidamente a Gabriel, quien seguía llorando mientras Zoe lo consolaba. Al ver a la niña, su furia se intensificó.«Esto es por la m*****a de Adeline y su hija», pensó con frialdad. Curvó los labios en una sonrisa gélida y desafiante.—Así que ahora estás con Adeline, ¿eh?Giovanni no se inmutó, su mirada siguió fija como un cuchillo en su garganta.—Ese no es tu maldito problema, Dayana.Ella bufó con una risa sarcástica y su tono c