CAPÍTULO 46: ¿QUIERES CONOCER A MI PAPÁ?La boca de Barlow se volvió una fina línea y Adeline no le dio tregua.—Ya no tienes nada que decir aquí. Desde que asumí la herencia de mi abuelo, tu porcentaje de acciones es inexistente. No posees nada en Empresas D’Ángelo.La mandíbula de Barlow se tensó, y la furia en su mirada lo impulsó hacia adelante. Dio un paso, levantando la mano con intención de abofetearla.—¿Quién te crees que eres? —escupió con desprecio—. No eres más que una mujer. ¡Y a mí nadie me pasa por encima!Antes de que la cachetada pudiera caer, Giovanni lo detuvo, agarrando su muñeca en un agarre de hierro.—Si la tocas, estarás muerto antes de darte cuenta —sentenció con una calma helada—. Así que te aconsejo que salgas de aquí con lo poco de dignidad que te queda.Barlow fulminó a Giovanni con la mirada y, tras unos segundos, soltó su brazo con un bufido. Adeline le dedicó una sonrisa venenosa, sus ojos brillando de satisfacción, luego se volvió hacia uno de los asis
CAPÍTULO 47: EN CASA.El auto se detuvo frente a una imponente casa a las afueras de la ciudad. Era una enorme mansión rodeada de árboles, con un jardín perfectamente cuidado que parecía no tener fin. Zoe siguió a Gabriel adentro, maravillada por el tamaño del lugar.Apenas cruzaron la puerta, fueron recibidos por el ama de llaves, una mujer de cabellos grises y mirada atenta.—Bienvenido, Gabriel —dijo la mujer con una sonrisa cálida—. Tu padre está en camino, no debe tardar mucho.El pequeño asintió y, al ver a Zoe, el ama de llaves frunció un poco el ceño, como si la pequeña le resultara familiar. Sin embargo, dejó esa sensación de lado y le sonrió con ternura.—¿Y tú, angelito, cómo te llamas?—Es mi nueva amiga, abuela Magda —respondió Gabriel, orgulloso—. Se llama Zoe.La señora Magda se agachó frente a Zoe, extendiendo su mano con gentileza.—Eres muy hermosa, Zoe. Y como hoy estás de visita, voy a prepararte tu plato preferido. ¿Qué te gusta?La pequeña sonrió, un poco apenada
CAPÍTULO 48: UNA FOTOGRAFÍA.Giovanni se congeló por un momento. Y un nudo se formó en su garganta, tan apretado que apenas podía respirar. Zoe se apartó ligeramente y lo miró con una dulce sonrisa.—Gabriel ha hablado mucho de ti. Tenía muchas ganas de conocerte —dijo la pequeña, con la inocencia y ternura propias de su edad.Él tragó con dificultad, sin saber qué decir ni cómo actuar. El impacto de ver a su hija, ese bebé que había imaginado tantas veces, de pie frente a él, lo desarmó por completo. Aún sin creerlo, se agachó lentamente delante de ella. Sus ojos, nerviosos y llenos de emoción, recorrieron cada centímetro del hermoso rostro de la niña, como si quisiera grabar esa imagen en su memoria para siempre.Con la mano temblorosa, levantó los dedos hasta la mejilla de Zoe, tocándola con miedo y a la vez con una profunda emoción, como si fuera un sueño que se rompería en cualquier momento.—Dios mío, eres perfecta —susurró con voz ahogada.Zoe lo miró por un instante, con curios
CAPÍTULO 49: ¿PORQUÉ TE CASASTE CON ÉL? Adeline caminaba de un lado al otro, su rostro estaba tenso y sus manos temblorosas. No tenía idea de dónde estaba Zoe, y la incertidumbre la estaba consumiendo. Lucien, mientras tanto, hablaba al teléfono, su tono era frío y amenazante. —Escúchame bien —dijo, hablando con el director del colegio—, si no averiguas dónde está mi hija en los próximos cinco minutos, te aseguro que no volverás a trabajar en esta ciudad. ¿Me has entendido? No me interesa si tienes que revisar cada rincón del colegio, haz tu trabajo o tendrás serias consecuencias. De repente, el teléfono de Adeline sonó, y ella corrió a contestar, con el corazón acelerado. —¿Zoe, eres tú? —preguntó, desesperada. Del otro lado de la línea, Giovanni miró a su hija y luego respondió. —Soy yo, Adeline. Zoe... está aquí conmigo, en la que era... tu casa. El impacto de esas palabras cayó como una piedra sobre Adeline. Su respiración se detuvo por un instante, y luego sintió una oleada
CAPÍTULO 50: ¡DEMANDA POR ACOSO SEXUAL! Al día siguiente, Adeline abrió la puerta de su oficina y se encontró con Giovanni esperándola. Cerró la puerta con un ligero golpe y dejó su bolso en el sofá. —¿No se supone que deberías estar en tu oficina? O no sé… ¿encargándote de encontrar más proyectos? —preguntó con los brazos cruzados, haciendo que su elegante camisa de seda color cereza se tensara en su pecho. Giovanni, aunque venía a tratar un asunto importante, no pudo evitar que sus ojos se desviaran hacia ese detalle. Adeline chasqueó los dedos dos veces. —Mirarme el escote no viene en el contrato, Giovanni —dijo con frialdad. Él alzó una ceja y se puso de pie. —¿Cómo está Zoe? —preguntó mientras rodeaba el escritorio y sacaba unos analgésicos y los tragaba con un poco de whisky. Adeline frunció el ceño, incapaz de ignorarlo. —¿Sabes que los medicamentos y el licor no se mezclan, verdad? Giovanni terminó el trago y le dio una sonrisa casi irónica. —¿Preocupada? —Claro que
CAPÍTULO 51: REVELACIÓN.La secretaria entró con pasos cortos y dubitativos. En sus manos, llevaba un pequeño paquete de documentos, y su mirada bajó de inmediato cuando se enfrentó a Adeline.—Lo... lo siento, señora... yo... traje estos documentos que debe firmar —dijo con voz temblorosa, apenas levantando la vista.La expresión de Giovanni se volvió fría y penetrante, su mirada parecía capaz de atravesar a cualquiera que se interpusiera en su camino. Adeline, en cambio, estaba incómoda, apartó rápidamente a Giovanni, y se dirigió hacia el escritorio para recibir los documentos de la secretaria.—Gracias —murmuró, tomando los papeles y revisándolos cuidadosamente, como si esa minuciosa inspección pudiera borrar de la mente de la joven lo que acababa de presenciar.Giovanni se acomodó en una silla frente al escritorio, cruzando las piernas con una actitud relajada. Adeline lo miró, incrédula, mientras dejaba los documentos de lado.—¿No tienes algo que hacer? —preguntó, conteniendo la
CAPÍTULO 52: ME PERDISTE.—¿Casados? —susurró Adeline, atónita ante lo que acababa de escuchar, incapaz de procesarlo.Giovanni respiró hondo y con una seriedad casi solemne confesó:—Yo... yo nunca firmé los papeles del divorcio hace siete años, Adeline. Por alguna razón, no pude hacerlo esa noche.Ella sintió que el suelo se movía bajo sus pies. Y al segundo siguiente, se llenó de miedo, pensando en Zoe, su hija, y en la posibilidad de que Giovanni quisiera arrebatársela. De repente, y con una mezcla de furia y pánico, retrocedió y lo miró con una dureza en la que se leía su desesperación.—¡No te voy a dejar quitarme a Zoe! —le gritó, casi escupiendo las palabras—. No la separarás de mí.Giovanni intentó acercarse, con manos alzadas en señal de paz, pero ella retrocedió aún más, hasta que su espalda chocó con la pared. Al ver su temor, él suavizó la voz y trató de calmarla.—No, Adeline. Yo no... yo nunca haría eso. Jamás te apartaría de ella. Yo solo... —hizo una pausa, tragando co
CAPÍTULO 53: FELIZ VIAJE, MAMI.Gabriel se quedó mirando el teléfono, y su carita estaba cargada de tristeza. Justo en ese momento, Dayana entró y al ver la cara del niño, sus cejas se fruncieron, pero en lugar de mostrar preocupación, solo sintió fastidio.—¿Por qué lloras? —le preguntó con frialdad.Gabriel levantó el rostro y corrió hacia ella, queriendo abrazarla en busca de consuelo. Pero Dayana lo apartó con desprecio.—Sabes que odio los abrazos —se quejó—. Me causan repulsión. Así que mantente lejos.El niño se quedó quieto, pero su pecho le dolía.—¿Por qué no eres como la mamá de Zoe? —susurró con tristeza—. Ella… sí abraza a su hija.Dayana hizo una mueca y se cruzó de brazos.—No seas tonto. Deja de creer en esas fantasías. Quizás esa mujer solo está fingiendo. —Se rió ligeramente y añadió—: Todos los niños son molestos.Gabriel intentó contener las lágrimas, recordando que la última vez que lloró, lo habían castigado. Aun así, con la voz temblorosa, le dijo a su madre:—E