CAPÍTULO 120: EL QUÉ A HIERRO MATA…—¿Papá? —preguntó Zoe con un tono tímido, avanzando un paso hacia él—. ¿Te sientes mal?Giovanni pestañeó varias veces, como si al hacerlo pudiera recuperar los fragmentos de su memoria que acababan de desmoronarse. La pregunta de Zoe fue como un ancla que lo devolvió a la realidad. Se inclinó hacia ella, esbozando una sonrisa que no llegó a sus ojos.—¿Eh? No, no, mi amor... Yo... estoy bien. —La inseguridad en su voz fue reemplazada rápidamente por un tono más firme—. Solo me quedé pensando un momento, eso es todo.Pero por dentro, un miedo profundo lo atenazaba. La sensación de vacío que había sentido hacía solo unos instantes lo aterraba: por un momento no había recordado a sus hijos, ni siquiera quién era él. Tragó saliva con dificultad, esforzándose por no alarmarlos.—Voy a descansar un segundo, ¿de acuerdo? —añadió, sentándose en el césped y señalando el banco cercano—. Ya estoy viejo para correr tanto detrás de una pelota.Gabriel soltó un
CAPÍTULO 121: VESTIDO DE NOVIA.UN MES DESPUÉS…Adeline estaba en su oficina, mientras su asistente personal, Anne, repasaba la agenda del día.—Hoy tiene reunión con el consejo a las diez, una videollamada con los inversionistas europeos a la una y la revisión del proyecto de la fundación a las tres. Ah, y sobre los preparativos de la boda... —Anne levantó la vista y vio cómo el rostro de Adeline se iluminaba con una suave sonrisa—. El diseñador confirmó la cita para la prueba del vestido. Será a las once.Adeline se permitió un momento de felicidad genuina. La palabra "boda" parecía borrar, al menos por un instante, las preocupaciones que cargaban desde su regreso. Habían llegado de la cabaña hacía una semana. Volver a la ciudad había sido necesario; los compromisos de la empresa no podían postergarse más. Sin embargo, tanto ella como Giovanni estaban inquietos.Dayana aún seguía prófuga, y aunque los guardaespaldas no se separaban de su lado, sabían que no podían bajar la guardia. P
CAPÍTULO 122: CENA DE AMIGAS.En el restaurante, Adeline fijaba la mirada en su copa de agua, girándola lentamente entre sus dedos. Lucy, sentada frente a ella, arqueó una ceja con una sonrisa entre divertida y exasperada.—¿Vas a estar toda la noche así? —preguntó con un tono ligero—. No volé a Chicago para ver tu cara de perro, Ade.Adeline levantó la vista al fin, y sus ojos mostraban una mezcla de emociones difíciles de descifrar.—Es que... supongo que sabes lo que pasó con Lucien, ¿no? —murmuró.Lucy dejó escapar un suspiro y se recostó en su silla, perdiendo su aire despreocupado.—Sí, mi primo me contó algo... Y solo tengo que decir que, en el corazón no se manda. Si en siete años no pudiste enamorarte de él, ya no lo harás.Adeline parpadeó, sorprendida por la calma con la que Lucy decía aquello.—Pero yo... y Giovanni...—Eso también lo sé —interrumpió Lucy, cruzando los brazos—. Lucien me lo contó todo, ¿no crees? Esa fue la parte que menos omitió. —Sonrió con cierta ironía
CAPÍTULO 123: RESULTADOS, NO SATISFACTORIOS.Cuando Adeline llegó a casa, el ambiente estaba en completo silencio, salvo por el suave zumbido del refrigerador. Los niños ya estaban dormidos, y Giovanni estaba en la cocina, sentado junto a la barra, comiendo un sándwich sencillo de jamón y queso. Al verla entrar, levantó la mirada y le dedicó una sonrisa ligera.—¿Qué tal tu cena? —preguntó.Ella se acercó, inclinándose para darle un beso rápido en los labios antes de tomar una fresa del plato que estaba sobre la barra.—Bien. Lucy te envía saludos.Giovanni arqueó una ceja, y una sonrisa burlona apareció en su rostro.—Lucy debe estar guardándose sus verdaderos sentimientos. Seguro que si pudiera, me enviaría algo más letal que saludos.Adeline inclinó ligeramente la cabeza, divertida, mientras lo miraba.—Van a tener que empezar a llevarse bien, amor. Ella es mi amiga, y tú serás mi esposo en dos días. Así que... inténtenlo, ¿sí?Él dejó escapar un largo suspiro y asintió con resigna
CAPÍTULO 124: AUNQUE DUELA.Giovanni estaba sentado en la pequeña sala del consultorio y sentía que el aire era más denso, como si pesara más de lo normal.—¿Está seguro de lo que dicen esos resultados? —preguntó, su voz temblorosa.El médico lo miró por un instante. Sus ojos oscuros, llenos de pesar, eran más elocuentes que cualquier palabra.—Sí, Giovanni. Lamentablemente estoy seguro —respondió con un tono grave pero profesional—. El tumor en su cerebro está muy avanzado. Hemos revisado las imágenes, los análisis, todo... Y por mucho que lo intentemos, no hay nada que podamos hacer.Giovanni sintió que el piso bajo sus pies desaparecía. Su mente intentó procesar las palabras, pero su corazón latía tan rápido que apenas podía pensar con claridad.—¿Cómo que no hay nada? —dijo con la voz quebrada—. ¿De verdad no hay una posibilidad? ¿Un tratamiento experimental, una cirugía... algo? Tiene que haber algo que puedan hacer...El médico suspiró profundamente, como si cargara el peso de la
CAPÍTULO 125: ÉL NO VENDRÁ.El jardín de la mansión D’Angelo estaba finamente decorado. Guirnaldas de luces blancas colgaban entre los árboles, flores frescas adornaban cada rincón, y una suave melodía instrumental se mezclaba con el canto de los pájaros. La brisa movía las cortinas de una carpa blanca, mientras Gabriel y Zoe corrían entre los arbustos, jugando a atraparse.Poco a poco, los invitados comenzaron a llegar.Mientras tanto, en una de las habitaciones, Adeline terminaba de arreglarse frente al espejo. Su respiración era irregular, y sus manos temblaban ligeramente mientras ajustaba los detalles finales de su atuendo. Lucy, a su lado, la observaba con cariño.—Te ves hermosa, Ade —dijo con una sonrisa traviesa—. Ahora, esperemos que esta vez el cucaracho sea un buen marido.Adeline rodó los ojos y se giró hacia su amiga.—Giovanni ha cambiado, Lucy. Esta vez sí tendré mi final feliz.La chica arqueó una ceja, incrédula, pero luego suavizó su expresión. Con cuidado, acomodó u
CAPÍTULO 126: SE ACABÓ PARA SIEMPRE.El impacto de no ver a Giovanni en el altar golpeó a Adeline como un puñetazo directo al pecho. Una mezcla de dolor, furia y un creciente temor se arremolinaba en su interior, pero no dejó que ninguna lágrima asomara. Dio un paso hacia Lucien, su expresión fría como el hielo.—¿Qué hiciste? —preguntó con una voz baja, cargada de tensión.Lucien, por un breve instante, pareció sorprendido por la acusación directa, pero rápidamente se recompuso. Su rostro se relajó y se alzó de hombros con aire despreocupado.—¿Qué hice de qué? Es tal como lo oyes —su tono fue casual y casi burlón—. Giovanni vino a buscarme. Me dijo que no podía casarse contigo porque no estaba seguro de lo que sentía.Adeline sintió como si el suelo bajo sus pies se tambaleara. Aquellas palabras perforaron su corazón, pero había algo en esa explicación que no encajaba. Frunció el ceño, cruzándose de brazos mientras lo miraba con desconfianza.—¿Ah, sí? —replicó con sarcasmo—. ¿Y fue
CAPÍTULO 127: DEVASTADORA VERDAD.Adeline abrió la puerta de la cabaña con cuidado, su mano temblando ligeramente sobre el frío metal. El sonido del viento nocturno fue reemplazado por un silencio pesado cuando la madera crujió bajo sus pies. Su corazón martilleaba en su pecho, tan fuerte que temía que se escuchara en la quietud del lugar.Apenas un instante después, el fuerte olor a alcohol invadió sus fosas nasales, haciéndola fruncir el ceño con disgusto. La sala estaba oscura, y Adeline entrecerró los ojos, tratando de acostumbrarse a la penumbra. Su mirada vagaba desesperada por el espacio hasta que finalmente lo vio. Giovanni yacía en el sofá, su figura medio oculta entre sombras, aparentemente dormido.Un suspiro escapó de sus labios. Allí estaba. Al menos estaba vivo.Cerró la puerta detrás de ella con un leve golpe seco y, sin prisa, encendió las luces. La luz amarilla bañó la habitación, revelando el desorden: botellas vacías sobre la mesa, una camisa arrugada colgando de un