CAPÍTULO 102: BUEN MOMENTO, MALAS NOTICIAS1 SEMANA DESPUÉS…La secretaria de Adeline ajustó sus gafas mientras leía la agenda del día en voz alta.—A las diez, reunión con el equipo de marketing. A las once y media, conferencia con los inversionistas de Nueva York. A la una, almuerzo con el señor D’Angelo y, por la tarde, revisión del contrato con los abogados.Adeline asintió mientras revisaba algunos documentos en su escritorio, sus dedos tocando distraídamente una estilizada pluma de oro. Pero, de repente, la puerta se abrió sin aviso. Giovanni entró con una amplia sonrisa y un ramo de rosas rojas en la mano. Ella levantó la mirada, sorprendida, pero una sonrisa suave curvó sus labios al verlo.—Eso es todo, señora presidenta —dijo la secretaria, lanzándole una sonrisa cómplice antes de salir rápidamente, dejándolos solos.Giovanni avanzó hacia ella, sosteniendo el ramo como si fuera un trofeo.—Siempre he pensado que estas flores palidecen ante tu belleza. —dijo con un tono aterc
CAPÍTULO 103: MAMÁ A VENIDO POR TI.En la sala de estar, la tensión era palpable. Giovanni miraba a su abogado y a Jonathan King con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.—¿¡Me estás diciendo que ella, como madre, tiene más posibilidades de quedarse con mi hijo que yo!?Jonathan cruzó las manos sobre la mesa. Su mirada era calmada, pero su voz llevaba un peso profesional.—Giovanni, entiendo tu frustración, pero debemos analizarlo con objetividad. Dayana tiene derechos como madre, y es cierto que puede solicitar la custodia inmediata. Sin embargo, esto no significa que el juez accederá automáticamente.Adeline, sentada a su lado, le tocó la mano con suavidad, intentando tranquilizarlo.—¿Qué significa eso exactamente? —preguntó.—Significa que el juez evaluará su solicitud en una audiencia preliminar. Ese será el momento en que ambas partes presenten sus argumentos. El tribunal tomará en cuenta varios factores: la estabilidad del entorno actual de Gabriel, su relación con cada uno
CAPÍTULO 104: EL DOLOR DE UN PADRE.—¡No quiero ir contigo! —gritó el niño, aferrándose aún más a Adeline, con los ojos llenos de lágrimas.La tensión se volvió insoportable. Giovanni miró a los policías, luego a la trabajadora social y finalmente a Dayana, su cuerpo entero temblando de rabia.—No puedes hacer esto, Dayana —espetó entre dientes—. Él no quiere ir contigo y lo sabes.Dayana levantó una ceja, su sonrisa creciendo en malicia.—Eso lo decidirá el juez. Además, seguramente lo has puesto en mi contra, por eso ahora mi hijo me teme. ¡Qué cruel eres, Giovanni!Él estaba a punto de replicar cuando Dayana agarró a Gabriel por la mano.—Ven, cielo, no temas… mamá no dejará que sigan llenándote la cabeza con mentiras.Gabriel gritaba y lloraba, mientras Giovanni parecía debatirse entre su impotencia y sus ganas de detener todo aquello a cualquier precio. De pronto, el niño se aferró con desesperación al brazo de su padre, sollozando, su voz rota y cargada de miedo.—¡Papá, no deje
CAPÍTULO 105: UNA CONFESIÓN INOCENTE.Esa noche, Gabriel estaba acurrucado en su cama, su pequeño cuerpo temblando bajo las mantas. Podía escuchar desde su habitación las risas de su madre y el tono coqueto de su voz mezclado con las carcajadas graves de un hombre.Apenas llegaron a la casa, Dayana lo había enviado a su habitación, como siempre hacía. Sin embargo, Gabriel alcanzó a ver al hombre que ahora estaba abajo con ella. Era el mismo que había visto aquella vez, el hombre que le daba miedo, el que siempre parecía tener una mirada sucia y burlona.Cerró los ojos con fuerza y se llevó las manos a los oídos, tratando de apagar las risas que lo atormentaban. Se meció en la cama de un lado a otro, como si ese movimiento pudiera transportarlo a otro lugar. Su mente lo llevó a la cabaña de su papá, donde se sentía seguro. Se imaginó corriendo entre los árboles, escuchando las risas de Zoe mientras jugaban. La idea lo llenó de una tristeza tan profunda que un sollozo escapó de su garga
CAPÍTULO 1: ¡QUIERO QUE TE ACUESTES CON ÉL!—¡Quiero que te acuestes con él! —Barlow Winchester apretó con fuerza el brazo de su hija y le ordenó con voz dura como el hierro—. Si sabes lo que te conviene, Adeline, te meterás en la cama de Giovanni D'Angelo.Ella lo miró perpleja, sin poder creer lo que su propio padre le estaba pidiendo. ¿Cómo podía pedirle algo tan bajo? La confusión y el horror se reflejaron en sus ojos.—¿Cómo... cómo puedes pedirme algo así? ¡¿Por qué?! ¡¿Para qué?! —exclamó.Barlow esbozó una sonrisa fría y cruel. Sin soltarla, apretó todavía más su agarre, intensificando el dolor en su brazo.—Mis razones no te interesan, Adeline —dijo con desprecio—. Solo ten en cuenta que si no lo haces, tu amado abuelo... —Hizo una pausa y una mueca se formó en su rostro, como si disfrutara al ver la angustia de su hija—. Dejará de recibir atención médica. Y sabes lo que pasará, ¿verdad?El impacto de sus palabras fue como una bofetada. El abuelo de Adeline, el padre de su ma
CAPÍTULO 2: INFIERNO PERSONAL.Adeline Winchester abrió la puerta del coche y respiró hondo, tratando de reunir el valor necesario para entrar en la iglesia. Sabía lo que le esperaba: más rumores y más escarnio. Los murmullos sobre cómo había atrapado al soltero más codiciado de la ciudad ya circulaban, y más aún porque todos sabían que él estaba profundamente enamorado de otra: su hermana, Dayana.Respiró hondo y comenzó a caminar hacia el altar. El sacerdote la esperaba, pero Giovanni no estaba allí. Los murmullos comenzaron de inmediato, como cuchillos afilados en su piel.“Ahí va la cazafortunas...”“¿Cómo logró atraparlo? Todos saben que él ama a Dayana, no a ella.”“Pobre mujer... No sabe lo que le espera.”Los comentarios se mezclaban con miradas de desprecio. Adeline intentaba bloquearlos, pero no era fácil. Buscó a su padre entre los invitados, esperando al menos una mirada de apoyo. Pero Barlow se mantuvo indiferente, concentrado en todo menos en ella.Estaba a punto de lleg
CAPÍTULO 3: ES MI DERECHO. ACTUALIDAD… La puerta se abrió de golpe y sacó bruscamente a Adeline de su sueño. Se incorporó de inmediato, temblando y con el corazón acelerado. En la puerta, estaba Giovanni D’Ángelo, su esposo. Tenía la ropa desarreglada y olía a alcohol. —¿Estuviste… estuviste bebiendo? —preguntó, con voz entrecortada, la garganta seca por el miedo. Él esbozó una sonrisa ladeada, una que no mostraba más que burla. Dio un paso y cerró la puerta detrás de él. Adeline tragó saliva, su pecho subiendo y bajando rápidamente mientras intentaba controlar su respiración. Observó con nerviosismo cómo su esposo comenzaba a desvestirse, desabrochando lentamente los botones de su camisa. Había pasado un año desde que se casaron, pero la sensación de soledad y vacío no había hecho más que intensificarse. Desde el día de la boda, él la había tratado como si no existiera. No la miraba y apenas le dirigía la palabra. Para Giovanni, ella era como un objeto sin valor, una prese
CAPÍTULO 4: NO MERECES LLEVAR A MI HIJO.El corazón de Adeline se rompió en mil pedazos, sintió cómo algo se hundía dentro de ella, como si su pecho se vaciara de golpe. Y aunque quería apartarse, no podía moverse. Todo lo que había sentido, su amor, su entrega, se convirtieron en cenizas. Él la había reducido a nada, a solo un cuerpo. Y ese vacío, esa verdad, fue más de lo que pudo soportar.Giovanni terminó con un gruñido y se apartó con la misma indiferencia de siempre. Se levantó de la cama y se dirigió al baño sin siquiera mirarla. El sonido de la puerta al cerrarse resonó en la habitación, mezclándose con el ruido del agua de la ducha. Adeline permaneció tendida, temblando bajo la delgada sábana que apenas cubría su cuerpo. Sus manos, instintivamente, bajaron hasta su abdomen. Allí, se ocultaba su secreto, su esperanza… el bebé que llevaba dentro. Estaba embarazada.La noticia aún la tenía en shock. Giovanni solo la tocaba una vez al mes, y siempre la obligaba a tomar la pastill