Al día siguiente de la confrontación con Alexey, Anna salió apresurada de la sala de emergencias, sudando bajo la presión de un caso complicado. Había pasado toda la mañana intentando concentrarse, pero las miradas y murmullos a su alrededor la estaban desgastando. El rumor había llegado demasiado lejos. Al girar hacia el pasillo, dos enfermeras se detuvieron en seco, susurrando entre ellas mientras la observaban.—Ahí va la "hermanita". ¿Cómo será tener el favor del jefe, eh? — le dijo una enfermera a la otra con voz baja, pero suficiente para que Anna escuchara.—Seguro que lo tiene bien controlado… ¡Menuda familia! —agregó la otra riéndose.Anna sintió el calor subiéndole a las mejillas. Era imposible escapar de las miradas acusadoras. Sabía que todo el hospital creía ese rumor y de nada le había servido defenderse, Irina ya había tenido varias discusiones. Entró a su consultorio, cerrando la puerta detrás de ella con fuerza.De pronto, un golpe en la puerta la hizo girar.Era el
Horas más tarde:Luego de visitar a su suegra, quien se encontraba mucho mejor, Anna caminaba por los pasillos del hospital con la cabeza en alto, pero sentía el peso de las miradas a su espalda. Pues el rumor de su supuesta relación incestuosa con Mikhail se había propagado como un veneno por todas partes. Las risitas y los murmullos que antes intentaba ignorar ahora parecían asfixiarla. Entró en la oficina de Mikhail con el corazón acelerado, pegándose a la puerta mientras sus dedos temblaban ligeramente. Cerró los ojos un instante, respirando profundamente para intentar calmarse. Mikhail, que tenía la vista clavada en la pantalla de su computador, alzó la mirada al percibir su presencia.—Amada mía, ven aquí —pidió en un tono suave.Ella obedeció, con pasos lentos y pesados, hasta que estuvo lo suficientemente cerca para que él la tomara de la cintura y la atrajera hacia sus piernas. La rodeó con sus brazos, apretándola con una mezcla de protección y deseo, dejando una serie de b
Tres días después, la atmósfera en casa era alegre y llena de expectativas. Anna, Lucas y Tatiana se movían con rapidez, arreglando los últimos detalles para dar la bienvenida a Svetlana, quien por fin salía del hospital tras una larga recuperación.—¡Mamá, mis manos brillan como la decoración! —exclamó Lucas, agitando sus manitas llenas de purpurina con una risa inocente. Sus ojos brillaban con la misma emoción que reflejaban las luces colgadas alrededor de la casa.Anna rió suavemente al ver a su hijo tan divertido. —Vamos a lavarte antes de que ese brillo entre en tus ojos, puede lastimarte —dijo, guiándolo hacia el baño. Mientras ambos se alejaban, sonó el timbre de la puerta principal, resonando con eco en la casa.Tatiana, siempre rápida, fue directo al intercomunicador. Al mirar la pantalla, una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro. Sin pensar más, abrió la puerta y, en un impulso, tomó la mano de Sergei, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar.—¡Tenemos tres minutos! —excl
Dentro del club, los murmullos no tardaron en propagarse como el fuego en un campo seco. Alexey, conocido por su carácter venenoso, no disimulaba su desprecio.—Ya no conocen la vergüenza... —gritaba por encima de la música con su tono altanero y mezquino.Pero Mikhail, imperturbable, pidió cócteles para todos, y para Anna, una champaña especial, de las más costosas que se podían encontrar. Las bocas se abrieron de par en par, no solo por la extravagancia del gesto, sino por lo que vendría a continuación. —¡Por la hermosa Anna! —brindó Mikhail con una sonrisa de complicidad. Pero, justo cuando muchos se llevaban las copas a los labios, él hizo algo que paralizó el salón entero. Tomó a Anna por la cintura y la besó apasionadamente frente a toda la sala. El aire pareció detenerse un instante. Las conversaciones se convirtieron en susurros, y las miradas se volvieron hacia ellos como si se tratara de un espectáculo inesperado.Cuando el beso terminó, Mikhail se apartó con delicadeza y
Mikhail había tenido un despertar magnífico aquella mañana, como todos sus despertares desde que Anna y Lucas formaban parte de su vida. El sol brillaba con una intensidad particular, y él, por primera vez en mucho tiempo, se sentía en paz. Los días libres lejos del caos le habían sentado de maravilla. Llegó al hospital con una sonrisa, más relajado de lo que cualquiera lo había visto en mucho tiempo. Ni siquiera le preocupaba lo que los demás pudieran especular sobre él. Solo estaba enfocado en ser feliz junto a la mujer que amaba y su hijo.Al entrar a su oficina, se preparaba para enfrentar la pila de documentos que lo aguardaban cuando Sergei irrumpió detrás de él, con el rostro tenso y el teléfono en la mano.—Amigo, ¿has visto esto? —preguntó Sergei, extendiéndole el móvil.—No he visto nada relacionado con noticias o chismes —respondió Mikhail, encogiéndose de hombros mientras rodaba su silla hacia el escritorio—. Supongo que el gran escándalo de anoche está en todos los medi
El silencio que siguió fue tan profundo que, por un momento, Mikhail pensó que Olga no respondería. Pero cuando finalmente lo hizo, su voz era apenas un susurro.—Porque me casé con un hombre con el que toda mujer pobre sueña.Olga respiró profundamente, sabiendo que intentar manipular a Mikhail ya no funcionaba. Así que decidió hablar con crudeza.—Un hombre guapo y millonario. Al principio, me tuvo por novedad, pero sabía que no me amaba. Necesitaba encontrar algo que lo atara a mí, así que, en un momento de desesperación, sin pensarlo, le dije que estaba embarazada, aunque no podía concebir. Yo era estéril, pero él no lo sabía. Se creyó mi mentira y necesitaba un bebé, desesperadamente. Cuando mi querida hermana vino a pedirme ayuda, fue como un salvavidas para mí. Ella me dio el bebé que tanto necesitaba, aunque eso no evitó que el desgraciado de Marcelo se buscara una amante y tuviera una hija ilegítima.Mikhail la observaba en silencio, con la mandíbula tensa, mientras Olga cont
Aunque el hospital estaba patas arriba y los directivos ansiosos por saber cuál sería el rumbo ahora que Anna había anunciado ser la legítima dueña, Mikhail decidió tomarse el día libre. Los mensajes llegaban uno tras otro a su teléfono, pero él los ignoraba. Ese día quería pasarlo con Anna, consentirla, estar con ella, y disfrutar de un tiempo de calidad como pareja. Por la tarde, salió a comprarle una comida que a ella le gustaba mucho de un local cercano. Sabía que pudo haber enviado a uno de sus empleados a hacerlo, pero esta vez quería hacerlo él mismo. Quería que Anna viera su esfuerzo, que apreciara el detalle y lo aceptara. Ya no le molestaba ser observado por las personas cuando llegaba en su silla de ruedas. Al contrario, poder hacer cosas por su amada, a pesar de su condición física, le llenaba de satisfacción. Lo hacía sentir capaz y más fuerte. Mientras ordenaba la comida, su teléfono sonó. —Doctor Mikhail, lamento interrumpir su día libre —era su asistente—. Lo
Aunque había logrado salir de la tormentosa reunión en su oficina, Mikhail no pudo quitarse de la cabeza la tensión que aún pesaba sobre él. Esa tarde, al llegar a casa y mientras entraba por la puerta, algo llamó su atención. Desde el salón principal se escuchaban voces familiares, voces que no deberían estar allí. Intrigado, rodó lentamente su silla de ruedas hacia el salón, pero cuando vio a su padre sentado cómodamente en un sillón junto a Svetlana, su corazón se aceleró por un segundo.La rabia le subió de golpe. Sin decir una palabra, el impulso de salir corriendo lo invadió y, sin pensarlo dos veces, giró bruscamente, acelerando lo más rápido que pudo en dirección contraria. No quería ver a ese hombre.Anna, que lo observaba desde lejos, sintió una punzada de preocupación al verlo pasar tan agitado. Sin pensarlo dos veces, corrió tras él, llamándolo, pero sin recibir respuesta, hasta que lo alcanzó justo cuando Mikhail estaba por encerrarse en su estudio.—Amor… —dijo con suavi