Después de asegurarse de que el mareo de Anna se debía al cansancio y a todas las emociones vividas, Mikhail, muy molesto, se dirigió a ver a su madre. Ella tenía muchas explicaciones que darle, y él no podía contenerse de exigírselas.Ella tarde o temprano tendría que responderle todo lo que necesitaba escuchar de sus propios labios. Más que eso, Mikhail deseaba que reconociera todas las fechorías que había cometido. Pero cuando llegó a la mansión, Olga lo vio desde lejos y corrió a su encuentro.—¡Hijo mío, qué alegría que vengas a visitarme! ¿Cómo está mi nieto? —Olga intentó abrazarlo, pero Mikhail no le devolvió el gesto—. Llegas justo a tiempo para tomar un té. No he ido a visitarlos porque sé que aún sigues enojado conmigo, pero créeme, hijito, ganas no me faltan de compartir con mi nieto y nuera.Mikhail la apartó de manera brusca. —No quiero té, no quiero nada, madre. Y ya basta de tu hipocresía —Mikhail la apartó de un empujón—. Esta no es una visita social. Vine a que me e
—Está bien, como digas —Olga fingió bajar la guardia—. Me iré, pero tú mismo vas a causar un escándalo con mi partida del que Anna, tú y Lucas saldrán perdiendo. ¿Te imaginas que se sepa que mi nieto es producto de una relación incestuosa? La gente no dejará de hablar de ustedes. Pobre criatura, estando tan enfermo, no vaya a ser que no aguante y Dios termine por llevárselo.Mikhail quería silenciar a Olga con sus propias manos. No podía creer todo el veneno y la maldad que esa mujer estaba escupiendo. Ahora hasta insinuaba que Lucas podría morir por el escándalo. Y, muy a su pesar, sabía que, aunque Lucas era pequeño, eso, igual marcaría su vida. Estaba pensando en cómo darle la vuelta a la situación cuando la risa demente de Olga lo sacó de sus pensamientos.—Te recuerdo, hijo, que Anna ya está desacreditada. Un escándalo más y su vida se irá a pique. Sé que no me has pedido una sugerencia, pero te la daré de todos modos: tienes que pedirle a ella que se vaya lejos, por su propio bi
Dos días después, la mañana comenzó tranquila en la casa. Anna le había dado el día libre a Tatiana para que visitara a su madre en el campo, por lo que le tocó encargarse de Lucas sola.—¡Quiero tortilla, quiero tortilla! —exclamaba Lucas, golpeando la superficie de la mesa con los cubiertos de una forma que provocaba risa.Mikhail y Anna intercambiaron una mirada divertida ante el buen ánimo de su hijo. Sin embargo, Anna volvió a centrarse en acomodar la mesa.—Mamá, hazme la tortilla con una cara feliz de ketchup, como siempre —pidió Lucas, haciendo que Mikhail frunciera el ceño. Pero cuando vio cómo Anna, con destreza, cumplía el deseo de Lucas, sonrió levemente y acarició la cabeza de su hijo.—Te la comerás toda —le dijo, mirándolo con complicidad.—¡Sí, papá! No voy a dejar ni un poquito —respondió Lucas con los ojos brillantes de felicidad.Mientras compartían la comida, Anna extendió la mano para tomar un poco de mostaza, y en ese momento su mano rozó la de Mikhail, quien tam
Mikhail miraba a Irina con gesto de enojo, aunque no era contra ella, sino contra Alexey. Desde el pasado, había existido una rivalidad entre ellos, pues compartieron etapas de su educación. Ahora, Mikhail estaba convencido de que Alexey había decidido cortejar a Anna solo para provocarlo. Lo hacía con esa única intención, pero Alexey no contaba con que Mikhail estaba dispuesto a defender a Anna de quien fuera.—Gracias, Irina. En serio, hablaré con Anna.—Adelante, pasa —respondió Irina, con una sonrisa cómplice.Anna se sorprendió al ver entrar a Mikhail en su consultorio. Su corazón latía desbocado al ver al hombre que tanto amaba, pero sabía que debía ir dejando atrás ese sentimiento que no hacía bien a ninguno de los dos.—Toma asiento, Mikhail —dijo Anna, tratando de aliviar la tensión—. Supongo que vienes por los expedientes de los pacientes. Aquí los tienes.—Gracias, pero no vine por eso. Estoy aquí porque sé que me pediste manejar lo de mi madre como creyera conveniente, y n
María, sin embargo, mantenía su sonrisa. —No seas tan duro conmigo, Mikhail. Esto cambiará todo —dijo, dejando un sobre en su escritorio—. Ábrelo cuando quieras.Mikhail lo miró con desconfianza, mientras María disfrutaba del momento. «Ahora todo va a ser como siempre soñé», pensó. «Mikhail será mío».Pero cuando él finalmente levantó la vista, lo hizo con una mirada tan fría y calculadora que la sonrisa de María se desvaneció.—Sergei, trae a un ginecólogo para hacerle una prueba —ordenó Mikhail con un tono glacial.María sintió cómo su estómago se retorcía. —¡¿Qué?! —exclamó, ofendida—. Entiendo que desconfíes de mí, pero jamás mentiría sobre algo tan serio.—Lo harías —replicó Mikhail, implacable—. Serías capaz de cualquier cosa con tal de pensar que estaré a tu lado.María jadeó, incrédula ante la frialdad con la que Mikhail la trataba. —Si no estás dispuesta a hacer la prueba, vete.Apretando los puños y tragándose su orgullo, María aceptó.Minutos después, se encontraba en la mi
El silencio al otro lado del teléfono se sintió como una puñalada. Olga, angustiada, colgó la llamada de golpe. El pánico comenzó a arrastrarla hacia el abismo, y decidió que no tenía más opción que ir en persona. Así que, con la dignidad destrozada, se dirigió al centro psiquiátrico.Al llegar, intentó mantener la calma, aunque sus manos temblaban. Caminó hasta la recepción y solicitó una reunión con el doctor. Al entrar en su oficina, lo vio sentado, sereno, como si disfrutara del poder que tenía sobre ella.—He venido a hablar con usted, esperando que pueda comprenderme y ofrecerme un poco de tiempo —dijo Olga, casi suplicando—. Mi familia está pasando por una mala racha, y de momento no tengo liquidez.El doctor la miró, su expresión era una mezcla de indiferencia y desprecio.—Eso no es mi problema, señora Petrova —respondió con frialdad—. Tenemos un trato, y usted debe cumplirlo. Le sugiero que se ahorre las excusas.Olga, sintiéndose cada vez más desesperada, se inclinó hacia é
Anna llegó puntualmente a la cena, y mientras caminaba, el sonido de sus tacones resonaba en el elegante restaurante, atrayendo la atención de Alexey, quien ya la esperaba, vestido con un carísimo traje de diseñador que acentuaba su porte apuesto.No pudo evitar que su corazón diera un pequeño salto al verlo; había algo en su mirada que la intrigaba.Él se acercó para recibirla, tirando suavemente de la silla para que se sentara. Sobre la mesa, una botella de vino de alta gama ya brillaba, lista para ser descorchada.—Hola, Anna. Muchas gracias por aceptar mi invitación —dijo Alexey, mostrando una gran sonrisa—. Me alegra que podamos compartir un rato fuera del hospital.—Hola, Alexey. Gracias a ti por la invitación, es un lindo detalle de tu parte —respondió ella, tratando de mantener la conversación ligera.—Me siento halagado por tu compañía. ¿Te gustaría un poco de vino? —propuso él, sirviéndole en una copa con movimientos delicados.—Sí, por favor. He escuchado que la carta de vi
Sin siquiera mirar atrás, Anna abrió la puerta y se subió al vehículo, cerrándola rápidamente tras de sí, como si ese movimiento fuera su salvación.—¿Cómo sabías dónde estaba? —preguntó ella, aún sorprendida, intentando recuperar el aliento. Mikhail sonrió ligeramente, pero mantuvo su mirada fija en la carretera.—Sabía que verías la verdadera naturaleza de Alexey. Por eso quise estar cerca —respondió con una calma tensa. Sin embargo, Anna no pudo ignorar el ligero temblor en sus manos mientras aferraba el volante—. ¿Qué te hizo ese infeliz?Anna notó cómo apretaba el volante con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.—Nada… solo malinterpretó mis intenciones al aceptar su invitación. Yo solo quería ser su amiga —respondió Anna, tratando de sonar despreocupada, aunque la situación claramente la afectaba.—¡Por supuesto que lo malinterpretó! ¿Cómo se te ocurre pensar que un tipo como él podría tener una mujer como amiga? —la interrumpió Mikhail, perdiendo el control por un