**Minutos antes:**El vapor aún impregnaba el aire mientras Anna se secaba el cabello frente al espejo del baño. Las gotas de agua se deslizaban lentamente por su cuello y espalda. Se miró al espejo por un momento, intentando encontrar algo de calma en sus propios ojos, pero solo vio el reflejo de una madre agotada, cargada de preocupaciones.El sonido de la puerta abriéndose la sacó abruptamente de sus pensamientos. Su corazón se aceleró y su mente saltó inmediatamente a lo peor. El miedo se apoderó de ella. Con ansiedad y determinación, dejó el secador a un lado y salió apresuradamente del baño, con el cabello aún goteando.Junto a la cama, se encontró con dos enfermeras conversando entre ellas.—¿Qué tiene de especial este niño para que el doctor Petrov lo haya aceptado como su paciente? —preguntó una de ellas, sin darse cuenta de que Anna estaba justo detrás.—No lo sé, pero después de lo que oí, creo que la madre de ese niño es una abusiva. ¿Cómo se atreve a pedirle al director
Anna respiró hondo, tratando de calmar el tamborileo en su pecho mientras se acercaba a Mikhail.Su mirada se clavó en el rostro de él, que se mantenía inmutable, y se obligó a agacharse para complacer a Lucas. Pero cuando se inclinó, su cara quedó a centímetros de la de Mikhail, tan cerca que pudo sentir su cálido aliento mezclarse con el suyo.Su corazón dio un vuelco, y por un momento, ambos se quedaron quietos, atrapados en ese instante donde todo el peso del pasado parecía volverse insoportable. Pero como si el contacto los quemara, ambos se apartaron rápidamente, fingiendo una indiferencia que solo subrayaba la tensión.Lucas, ajeno al torbellino de emociones de sus padres, abrazó a Mikhail con fuerza, enterrando su pequeña nariz en la cabellera de su padre.Mikhail cerró los ojos, intentando memorizar ese aroma tan puro, tan lleno de vida, como si temiera que ese momento se le escapara de las manos.—Papá, Lucas te amará mucho —prometió el niño con una certeza inocente, mientra
Anna sintió el mundo colapsar a su alrededor, como si el peso de todas sus decisiones le estuviera aplastando el pecho. Sus manos temblaban incontrolablemente mientras apretaba los puños con una fuerza que le dolía. Finalmente, sus rodillas cedieron, y se dejó caer al suelo, derrotada. Las lágrimas inundaron sus ojos, desbordándose sin control. Mikhail, observándola desde su silla, no pudo ocultar su sorpresa ante aquella imagen.—Estoy dispuesta a hacer lo que sea con tal de que no me apartes de mi hijo. Lucas es mi única razón de vivir —confesó Anna con voz quebrada, flotando una palma contra la otra en súplica desesperada.Mikhail permaneció en silencio, estudiándola con una mirada fría y analítica, como si intentara comprender cada fibra de su ser. Finalmente, frunció los labios con desdén.—Me alejaste de mi hijo, Anna, y no pienso estar lejos de él un minuto más —rezongó entre dientes, viéndola con un resentimiento tan visceral que a Anna le causó escalofríos—. Firma.El tono
Ignorando la súplica de Mikhail, a quien Anna le había contado todo, sin esperar a que él pudiera asimilar completamente lo que acababa de escuchar, Anna salió precipitadamente, con lágrimas ardiendo en sus ojos. —¡Anna!El mundo alrededor de Anna se desdibujaba mientras percibía que su corazón latía desbocado, y como cada paso la acercaba más al borde del abismo emocional en el que estaba cayendo.En la clínica de su familia. María estaba terminando una consulta cuando sintió la vibración en el bolsillo de su bata blanca. Al ver el nombre en la pantalla, una sonrisa astuta se dibujó en sus labios. —Sí, me disculpa, debo contestar esta llamada —le dijo María con una dulzura forzada a un paciente que estaba recostado en la camilla y sin esperar el consentimiento del hombre, deslizó su dedo en la pantalla táctil.—Estás arrepentido, lo sé. Si quieres que perdone tu desaire, tendrás que esforzarte para ganarte mi perdón— comenzó, sin dar tiempo a que la persona al otro lado de la
Mikhail fulminó a Anna con la mirada, su corazón ardía al escuchar cómo Iván había vivido todos esos momentos que le correspondían a él.—Pues conserva esos recuerdos, porque serán los últimos que tendrás con mi hijo —dijo Mikhail, enfatizando la palabra "mi" con tal vehemencia que Iván dio un paso adelante, furioso.Anna, sintiendo cómo la situación se salía de control, se interpuso entre ambos hombres.—¡Basta! Esto no es lo que necesita Lucas en este momento. Mikhail, Iván, por favor… solo quiero encontrar a mi pequeño. Debe estar asustado y llorando por su mami. Nunca se había separado de mí, sé que está asustado, lo siento aquí —dijo, golpeándose el pecho con el puño cerrado, sintiendo cómo la presión del dolor le oprimía por completo.Mikhail, aún agitado pero sintió un destello de compactación.—Anna, vienes conmigo a buscar a nuestro hijo. Ya sé dónde está.Anna lo miró incrédula, pero su deseo de encontrar a Lucas superó cualquier duda. Al ver como Mikhail era empujado por
—Cuando eras pequeño, me rogabas que te trajera aquí, y pensé que sería divertido para Lucas.—Lo desconectó del oxígeno, le quitó la intravenosa y lo sacó de un cuarto de hospital sin tu aprobación —intervino Anna, temblando de rabia. —Su hijo podrá creer todas sus excusas, pero yo no. ¡Y no permitiré que siga acercándose a mi hijo!Los ojos de la señora Petrova brillaron con una furia fría. Aprovechando que Anna estaba cargando a Lucas y que Mikhail estaba allí, observando, levantó una mano y le propinó una bofetada a Anna. El impacto resonó en el aire, a pesar del ruido alrededor.Mikhail se mordió la mejilla interna hasta que sintió un sabor metálico inundar su boca mientras reprimía el impulso de exigirle a su madre que se disculpara.Pues su mente estaba dividida entre el odio hacia Anna y el instinto de protegerla; una confusión que lo estaba consumiendo desde dentro. —Tú... mujer insolente —bramó la señora Petrova, en medio de su espectáculo, dejando que algunas lágrimas co
Mikhail avanzaba hacia el área de lavado quirúrgico con una determinación férrea, pero al llegar, detuvo abruptamente su silla de ruedas. La furia se encendió en su pecho al escuchar los murmullos despectivos de los doctores presentes y sus manos se crisparon en los reposabrazos de la silla.—¿No es ridículo que hayan reducido la mesa de operación? Otro cirujano no podrá utilizarla— dijo uno de los doctores con un sarcasmo mordaz.—Ridículo es tener que agacharnos a esa altura. Aquí el paralítico es él, no nosotros. No entiendo por qué me solicitó para formar parte de su equipo. Hubiera preferido que no lo hiciera— protestó otro con evidente frustración.—Es que eso es lo que digo. ¿Cómo voy a realizar esa operación junto a él? Voy a estar incómodo. ¿Cómo se supone que el famoso cirujano me va a enseñar?— El tercero hizo comillas con los dedos mojados, provocando risas nerviosas entre sus colegas.—Imagínense, saldremos con dolor de espalda. Pobre de nosotros— volvió a decir el mismo
Minutos antes:María estaba en el estacionamiento subterráneo del hospital, dentro de su coche, esperando con una paciencia que era tan solo una máscara para la rabia que hervía en su interior. Sus dedos se aferraban al volante, mientras mantenía una mirada fija en el frente, como si su concentración pudiera materializar el éxito de su plan. Pero el vibrar de su teléfono la sacó de su ensimismamiento, y, al ver quién llamaba, una sonrisa torcida apareció en sus labios. —¿Qué sucede?—María, tengo que decírtelo, el niño… el niño está bien— informó la enfermera del otro lado de la línea con un tono titubeante, consciente de la furia que desataría con esa noticia.El rostro de María se crispó en una mueca de odio puro. Apretó el teléfono con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos.—¿Qué dijiste? —escupió con veneno. —Lo siento, señora, no ha pasado nada. El niño sigue vivo.María, sin responder, colgó furiosa. Su pecho subía y bajaba con agitación mientras intentaba proces