Las luces del hospital eran frías, inertes, al igual que el ambiente que envolvía a la familia Volkov. Había pasado poco tiempo desde la cirugía del padre de Mikhail, y todos pensaban que la peor parte había quedado atrás. Sin embargo, la calma era engañosa. Un doctor, con la cara tensa y los ojos cargados de cansancio, se acercó a los hijos de Nikolai con un caminar pesado. Al detenerse frente a ellos, hizo una pausa que duró más de lo que cualquiera hubiera soportado.—Familiares del señor Nikolai, les tengo una mala noticia —empezó, y el silencio se volvió sofocante—. Aunque parecía estar recuperándose bien, su estado ha empeorado gravemente. Tendremos que intubarlo.Uno de los hijos reaccionó de inmediato, y su furia explotó como un volcán.—¡No! ¡Eso no lo pienso permitir! ¡Nos dijeron que la cirugía había salido bien! ¿Esto es una maldita broma? — Su voz temblaba, y no solo de ira, sino de un miedo oculto.El doctor negó con la cabeza, tratando de mantener la calma.—Lo lament
Después de haber rechazado que el abogado le entregara los títulos de propiedad y todos los registros de la empresa de Nikolai, Mikhail rodó su silla lentamente hacia la habitación de su madre, deteniéndose justo antes de tocar la puerta.Por un momento, sus dedos titubearon, pero golpeó suavemente. Escuchó un suspiro del otro lado y la voz de Svetlana, suave y melancólica, rompió el silencio.—Hijo… esos chicos son agresivos —dijo Svetlana, dejando escapar un suspiro de culpa, aunque no le pertenecía.—Descuida, madre. Sus actitudes no me afectan. Lo que sí me afecta —hizo una pausa, y su mirada se endureció— es saber que estás decepcionada de mí. —respondió Mikhail con una mirada triste, extendiéndole una hoja de papel.Svetlana frunció el ceño, tomando el documento con cierta desconfianza.—¿Qué es esto?—preguntó, estudiando el papel.—Lee, y entenderás que tenía razón. Quizás debí guardarme esto solo para mí, pero creo que es necesario que lo sepas —dijo Mikhail en tono grave, rod
El estruendo de la botella al estallar había resonado por todo el salón, congelando a los invitados en su lugar, como si el mundo mismo se hubiera detenido.María, quien ya estaba comenzando con su patético espectáculo, se detuvo justo en medio del pasillo que llevaba al altar. Todos los ojos estaban puestos en ella. —¡Felicidades a los novios! —exclamó María, con una sonrisa que parecía más una mueca venenosa—. Lástima que llegué tarde, porque, si hubiera estado a tiempo, me habría opuesto a este circo. —Su voz cortaba el aire como una cuchilla, fría y afilada—. ¡Mikhail, tienes el valor de casarte cuando estoy pasando por amenazas de aborto de tu hijo!El salón cayó en un tenso silencio, como si nadie se atreviera a respirar.Mikhail cerró los ojos un segundo, intentando sofocar la rabia que hervía dentro de él. Cada palabra de María era como un veneno que se infiltraba en la atmósfera. Estaba harto de su drama interminable, y harto de sus intentos desesperados por controlar su vid
El agresor lo tenía atrapado, pero justo cuando todo parecía perdido, Sergei y varios guardias irrumpieron. Saltaron sobre el hombre, sometiéndolo, mientras él seguía luchando como un animal acorralado.—¡Lo peor es que no pude matarlo! —vociferaba el hermano de María, con furia descontrolada—. ¡Ese malnacido arruinó la vida de mi hermana, y ahora ustedes celebran como si nada!Anna, temblando, gritaba en desesperación mientras abrazaba a Mikhail, quien estaba cubierto de sangre.—¡Llamen una ambulancia! —suplicó, antes de voltear su rostro hacia el hermano de María, mirándolo con desprecio—. ¡Eres un asesino, y pagarás por esto!Tatiana cubrió los ojos de Lucas, tratando de proteger al niño del horror.—¡No…! ¡Mi hijo! —. Svetlana, incapaz de soportar la visión de Mikhail herido, se desmayó.****En el hospital.Anna, aún vestida de novia, con el vestido manchado de sangre y sudor, y una venda improvisada en su brazo, caminaba de un lado a otro, mordiéndose las uñas de angustia. Cad
De repente, el sonido agudo que Anna tanto temía se detuvo. Un murmullo de alivio recorrió la sala, y el equipo médico, que hasta ese momento estaba lleno de nerviosismo, comenzaron a respirar más tranquilos. Uno de los doctores, con la frente perlada de sudor, dio un paso atrás, levantando la vista para intercambiar una mirada de comprensión con los demás.—Lo logramos —susurró el cirujano principal, bajando las manos de sobre el pecho de Mikhail—. Los signos vitales han vuelto a la normalidad.Anna parpadeó, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Su corazón, que había estado al borde de estallar, parecía detenerse por un instante, y luego… explotó en un torbellino de alivio. Su cuerpo entero se desplomó, pero no de desesperación, sino de una alegría tan intensa que la dejó sin aliento.—Está vivo… —balbuceó, como si decirlo en voz alta hiciera la realidad más tangible—. ¡Está vivo!Lágrimas de alivio corrieron por su rostro mientras se cubría la boca, sollozando de alegría
—No me vengas con esas —respondió el hermano de María, endureciendo el rostro—. Tú me usaste, me hiciste cómplice de tu locura sin siquiera pedirme opinión. Todo lo que hice fue por ti, y mírame ahora. Aquí estoy, pagando por tus estupideces.—¡No te atrevas a hacerte la víctima! —gritó María—. Eres un asesino. Intentaste matar al hombre que amo, ¡y eso nunca te lo voy a perdonar!—¿Y yo debería perdonarte por destruir mi vida? —respondió él, con una mirada gélida—. No me importa lo que hagas a partir de ahora. No quiero saber más de ti. No quiero verte nunca más.—Dices lo que quieras, pero te lo aseguro —dijo María con una determinación oscura en sus ojos—. Mikhail será mío. Tarde o temprano, te enterarás de que nos hemos casado, y Anna estará fuera de su vida, muerta o desaparecida. Yo siempre consigo lo que quiero.Su hermano la miró, agotado, como si todas las palabras que pudiera decirle ya no tuvieran sentido.—Suerte con eso. Porque a partir de ahora, no tienes hermano. Morist
Anna abrió los ojos lentamente, sintiendo una presión insoportable en las sienes y un dolor punzante en cada músculo de su cuerpo. Al principio, sintió que todo era confuso, sombras y luces que parpadeaban a su alrededor, pero en cuanto trató de moverse, una oleada de dolor la atravesó. Miró a su alrededor con desconcierto. No estaba en su casa, ni en el hospital, y definitivamente no junto a Mikhail. El frío aire de la habitación golpeaba su piel, y al mirar hacia abajo, se dio cuenta de que estaba en ropa interior.Se llevó las manos al cuello, sintiendo algo que la hizo estremecerse.—Moretones—murmuró escandalizada. Los palpó con cuidado, y una sensación de pánico la invadió cuando se dio cuenta de que no solo los tenía en el cuello, sino también en los pechos y muslos. El terror empezó a crecer dentro de ella como una tormenta.—¿Qué... qué me pasó?—murmuró, con voz rota y temblorosa.Se levantó torpemente de la cama, apenas sosteniéndose, y buscó algo con que cubrirse. En
Mikhail la seguía mirando con el rostro rígido, y Anna no pudo soportarlo más. Se desmoronó, incapaz de contener las lágrimas que inundaban sus ojos. Con ambas manos se cubrió la cara, dejando que las lágrimas se deslizaran entre sus dedos. Su cuerpo temblaba con el peso del arrepentimiento y el dolor. Cada sollozo era como un grito ahogado que reverberaba en la habitación, pero Mikhail se quedó inmóvil, mirándola en silencio, con el ceño fruncido, mientras luchaba contra el torrente de emociones que lo inundaban.Finalmente, incapaz de ignorar el sufrimiento de Anna, Mikhail extendió una mano y lentamente la atrajo hacia él. Con un suspiro, la rodeó con sus brazos, la sostuvo con fuerza contra su pecho, aunque sus pensamientos seguían oscuros, llenos de dudas.—No te preocupes, Anna —dijo con voz suave, aunque sus palabras eran vacilantes—. Lo que sea que haya ocurrido, lo resolveremos juntos.Anna se aferró a él con desesperación, pero Mikhail no podía evitar sentir una punzada de