Anna abrió los ojos lentamente, sintiendo una presión insoportable en las sienes y un dolor punzante en cada músculo de su cuerpo. Al principio, sintió que todo era confuso, sombras y luces que parpadeaban a su alrededor, pero en cuanto trató de moverse, una oleada de dolor la atravesó. Miró a su alrededor con desconcierto. No estaba en su casa, ni en el hospital, y definitivamente no junto a Mikhail. El frío aire de la habitación golpeaba su piel, y al mirar hacia abajo, se dio cuenta de que estaba en ropa interior.Se llevó las manos al cuello, sintiendo algo que la hizo estremecerse.—Moretones—murmuró escandalizada. Los palpó con cuidado, y una sensación de pánico la invadió cuando se dio cuenta de que no solo los tenía en el cuello, sino también en los pechos y muslos. El terror empezó a crecer dentro de ella como una tormenta.—¿Qué... qué me pasó?—murmuró, con voz rota y temblorosa.Se levantó torpemente de la cama, apenas sosteniéndose, y buscó algo con que cubrirse. En
Mikhail la seguía mirando con el rostro rígido, y Anna no pudo soportarlo más. Se desmoronó, incapaz de contener las lágrimas que inundaban sus ojos. Con ambas manos se cubrió la cara, dejando que las lágrimas se deslizaran entre sus dedos. Su cuerpo temblaba con el peso del arrepentimiento y el dolor. Cada sollozo era como un grito ahogado que reverberaba en la habitación, pero Mikhail se quedó inmóvil, mirándola en silencio, con el ceño fruncido, mientras luchaba contra el torrente de emociones que lo inundaban.Finalmente, incapaz de ignorar el sufrimiento de Anna, Mikhail extendió una mano y lentamente la atrajo hacia él. Con un suspiro, la rodeó con sus brazos, la sostuvo con fuerza contra su pecho, aunque sus pensamientos seguían oscuros, llenos de dudas.—No te preocupes, Anna —dijo con voz suave, aunque sus palabras eran vacilantes—. Lo que sea que haya ocurrido, lo resolveremos juntos.Anna se aferró a él con desesperación, pero Mikhail no podía evitar sentir una punzada de
Los días habían pasado lentamente desde que Anna y Mikhail regresaron a la villa. Ya que él no accedió a quedarse en la mansión Petrova, como ella le pidió, pero sí le dio el espacio que necesitaba. Dormían en habitaciones separadas, y aunque Mikhail intentaba acercarse a ella, como esposo, Anna había levantado barreras impenetrables. Era como si una muralla invisible los separara, una distancia emocional que Mikhail no sabía cómo derribar.Una mañana, Anna salió de su habitación y, al abrir la puerta, notó algo inusual en el suelo. Una esfera de cristal descansaba allí. En su interior, se podía ver un pequeño paisaje de una casa hermosa, con dos muñecos tomados de las manos. Al agudizar la vista, se dio cuenta de que había unas pequeñas letras inscritas: "Por favor, perdóname."Anna sonrió, aunque no de felicidad, sino de una nostalgia que le punzaba el corazón. Dejó la esfera a un lado y se dirigió a la cocina, donde la empleada preparaba el desayuno. Justo cuando entraba, Lucas
Mientras se desvestía, Mikhail dejó caer la camiseta al suelo, con su mirada fija en el espejo del vestuario. Su reflejo le devolvía una imagen que odiaba: el hombre que una vez fue poderoso y fuerte ahora estaba roto, incompleto. La cicatriz en su espalda parecía brillar bajo la luz fluorescente, recordándole que, sin importar el esfuerzo, no iba a caminar tan perfecto como antes.Escuchó pasos detrás de él y se tensó. Anna había entrado al vestuario masculino sin decir palabra, con una expresión seria. No podía evitarlo: su sola presencia lo agitaba, lo hacía sentir vivo y herido a la vez.—Anna, quiero que vuelvas a casa —le pidió con un tono que intentaba ser firme, pero su mirada lo traicionaba.Anna lo miró fijamente, frunciendo el ceño, desconcertada por su repentina petición. Sin decir una palabra, sacó su teléfono móvil y, sin apartar la mirada de Mikhail, comenzó a marcar un número. —¿Qué haces? —Voy a llamar a los guardias de seguridad —respondió ella, fría—. Necesito qu
Después de la cena, en la que Anna había estado inquieta, se fue a la habitación sin decir una palabra más. El silencio de Mikhail la atormentaba. Él no le había mencionado nada sobre su reunión con Mark, y eso solo incrementaba su ansiedad. Sintiendo que necesitaba calmarse, decidió tomar una ducha.—¿Ahora qué se trae Mikhail? —murmuraba para sí misma mientras el agua caliente intentaba, sin éxito, relajarla.Odiaba cuando él se tragaba las cosas, cuando la dejaba en la oscuridad. —¿Será que no me dice nada para evitar que agarre a María y le dé una paliza? — murmuraba mientras salía del baño, envuelta en una bata de seda, secándose el cabello con exasperación—. Seguro la protege por su hijo, pero yo no voy a dejar que esto pase así.—Anna —. Ella dio un pequeño salto, al girar el rostro y verlo allí, junto a los sillones—. No fue María, no fue ella quien orquestó todo lo que te pasó.Anna lo miró fijamente, entrecerrando los ojos, y frunció el ceño como si no pudiera procesar lo
Tras investigar a fondo, Anna había descubierto que Fina, la prima de Mikhail, era la propietaria de un exclusivo centro de belleza del cual había escuchado hablar muchas veces, pero jamás se habría imaginado que estaba bajo el control de esa mujer. Decidida a confrontarla, muy temprano esa mañana, invitó a Tatiana y dejaron a Lucas al cuidado de Svetlana.Al entrar al centro de belleza, los ojos de las empleadas se clavaron en ellas. Anna y Tatiana, fingiendo ser clientas comunes, se vieron obligadas a acceder a algunos tratamientos mientras esperaban la llegada de Fina. Pasaron los minutos hasta que la vieron aparecer, con un café americano en una mano y un costoso bolso en la otra, que lucía como un trofeo. Saludaba a todos los presentes con una sonrisa forzada, pero cuando sus ojos se posaron en Anna, la sangre pareció escaparse de su rostro.Fina se acercó disimuladamente, tratando de mantener las apariencias. —No eres bienvenida en mi negocio —le dijo con un tono helado—. Ve
Ya en la consulta médica, María se sentó frente al doctor con el corazón en la garganta. La espera la estaba consumiendo, pero lo que vino después fue aún peor.—Señora, lamento decirle que el bebé presenta una deformidad grave… —el médico hablaba con cautela, como si cada palabra fuera un cuchillo afilado.María sintió cómo todo su mundo se desmoronaba de golpe, pero su reacción fue furia y negación.—¡Ya han pasado 37 semanas y ahora es cuando me dicen esto! —exclamó María, rompiendo en una risa sarcástica—. Usted no tiene ni idea de lo que está diciendo.—No, está equivocada, señora —replicó el doctor con firmeza—. Desde las primeras semanas de gestación le informé que este embarazo no era normal y que debía interrumpirse porque el feto presentaba una deformidad. Pero usted se negó a escucharme. —El doctor sacó los registros y los colocó frente a ella—. Aquí está, todo bastante claro.—¡No voy a deshacerme de mi hijo! —gritó, golpeando la mesa con un puño cerrado—. ¡Es lo único que
Aunque habían pasado tres días, María estaba desquiciada, consumida por el odio y la rabia. La imagen de Mikhail sonriendo y celebrando el embarazo de Anna seguía rondando su mente, como un eco incesante que la atormentaba. «Si no puedo tener un hijo sano y feliz, entonces nadie lo tendrá», pensaba con amargura, mientras su mente ideaba un plan cruel. Decidida a vengarse, sabía que si quería destruir a Anna y a Mikhail, arrancarles a Lucas sería el golpe más devastador. No le importaba lo que tuviera que hacer para lograrlo. Había estado vigilando la casa de Mikhail, y había notado que Tatiana sacaba a Lucas a un parque cercano a jugar cada tarde.Se estaba rompiendo la cabeza en qué hacer para lograr su objetivo, pero al ver a la niña que vivía en su casa, jugando cerca, con una sonrisa falsa, la llamó.—Ven aquí, pequeña —le dijo, con un tono envenenado por una dulzura fingida—. ¿Te gustaría ir a jugar a un parque? La pequeña inocente asintió.—Ve a ese niño— le dijo María una v