CAPITULO 5 EMANUEL

Doris estaba inquieta al ver que la chica se unirá al equipo, ya tenía una idea de lo que pasaría. El entrenamiento siguió, Grecia le explicaba cómo trabajaba el equipo diariamente a Jimena y ella estaba atenta aprendiendo todo, algunas cosas no eran de su agrado y se molestaba, en otras inmediatamente mencionaba que serían removidas, fue una mañana tediosa y larga para Grecia.

Al terminar Doris y Grecia se fueron a su oficina. Doris estaba exhausta. “¡No puedo creerlo! Esa chica es una …”

Grecia estaba tranquila y observaba algunas fotos en una repisa, era de sus cinco años en la universidad. “Sabíamos que este día llegaría. Era solo cuestión de tiempo”.

Doris resopló. “Pues sí, pero… No se… me imaginaba que por tu trabajo y trayectoria harían una excepción… Pensé que los directivos votarían para renovar tu contrato… no se algo… mágico pasaría al final”.

Grecia negó con la cabeza burlándose de las ocurrencias de su amiga y se sentó en su escritorio. “Igual no pensaba quedarme”. Ella se recargo en la mesa. “Estos años, aunque he vivido muchas experiencias buenas, también la he pasado mal”.

Doris se acomodó mirando a su amiga atenta. Y sí. Ella fue testigo de todo lo que pasó a lo largo de estos años.

La intención de Grecia no era quedarse. “Tengo suficiente dinero para empezar un negocio, además de mis estudios en administración, puedo seguir adelante”.

Doris murmuró. “Si te vas… Sé que yo seré la segunda en ser despedida”.

Grecia estuvo de acuerdo con su amiga. Ellas no eran del todo aceptadas ahí. “Necesitamos resolver lo de Jenni, antes de que Jimena se dé cuenta”.

 “Sería muy malo si se entera esa niña malvada, sabes bien de lo que es capaz”. Doris reflexionó.

Recuerdo de Grecia.

Jimena gritaba histérica. “¡No!  ¡Tú no puedes! ¡No lo permitiré!”. Ambas forcejeaban, estaban en las escaleras de emergencia de un hospital. Grecia trató de calmar a la chica que estaba como loca, la atacaba sin parar a manotazos, en un instante Jimena aprovecho y empujo a Grecia por las escaleras, al sentir que perdía el equilibrio, Grecia manoteó agarrando el vestido de su atacante tratando de aferrarse a algo y no caer, ambas rodaron por los escalones.

Tiempo después, Grecia con un brazo enyesado y collarín, el rostro lleno de arañazos y el labio rotó, le pedía perdón a Jimena. “De verdad siento mucho haberte… tirado por las escaleras… Espero que puedas perdonarme”.

Jimena con mirada altanera sonreía ante la pobre Grecia, tenía un moretón en la ceja y un cabestrillo. Eso no la detuvo para insultar a Grecia. “¡Eres una estúpida! ¡Pudiste haberme matado!”. El señor Alarcón estaba en la misma habitación escuchando a las dos mujeres en silencio.

Fin del recuerdo.

“A partir de ahora y hasta que sea el término del contrato debemos ser precavidas”. Le advirtió Grecia a Doris quien entendió inmediatamente.

En el extranjero…

En una oficina un hombre miraba un video en su laptop. “Las estrellas ganan el campeonato por cuarto año consecutivo…” Era una nota vieja en un programa de televisión, mientras el reportero hablaba mostraban imágenes de las animadoras y el equipo.

Farid entró a la gran oficina de su hermano. “¡Emanuel ¡Estos documentos no están correctos! la cantidad está errónea y faltan datos”.

El hombre en el escritorio era Emanuel, un hombre maduro, alto y guapo, ambos eran muy parecidos, pero él era mayor, se notaba la madurez en su rostro, paró el video que miraba cerrando la pantalla, alejándose de la laptop, se quitó los lentes y cansado se rascó los ojos. “Lo revisaré de nuevo”.

Farid se sentó frente a él. “¿Qué pasa? Has estado muy distraído últimamente”.

Antes de que contestara la puerta se abrió, dos mujeres jóvenes y elegantes entraron, una de ellas se fue directo con Farid, él se levantó abrazando a la mujer. “Rocío y yo venimos a secuestrarlos”.

La otra mujer rubia entró con timidez mirando a Emanuel.

Farid se burló. “Si no es un buen restaurante no acepto”.

La mujer pelirroja se abrazó más a Farid. “Claro que sí cariño ¿Qué te parece tu favorito?”.

Farid sonrió. “Me parece perfecto”. Se dirigió a su hermano. “Vamos Emanuel, es hora de la comida, te hará bien relajarte”.

Emanuel miraba a la mujer que estaba detrás de la pareja guardó su portátil y aceptó. “Bien, vamos”.

En el restaurante, Farid levantó su copa. “Brindo por estas dos hermosas mujeres… Mi hermosa esposa Pamela y mi cuñada Rocío, que no sé qué haríamos sin ellas”. La mujer pelirroja hizo un gesto de timidez y se abrazó a Farid. “Cariño, te amo”. Farid le dio un beso ardiente.

La otra mujer rubia solo miro de reojo a Emanuel que estaba muy serio, solo levantó la copa tomando un trago sin mencionar una palabra.

Farid se dirigió a su hermano. “Ya quita esa cara, el trabajo puede esperar”.

Emanuel hizo una línea de su boca y se levantó. “Debemos volver”. Revisó la hora en su reloj.

Las dos mujeres se levantaron, Roció esposa de Emanuel le mencionó en voz baja. “¿Llegarás tarde hoy?”.

Emanuel la observó por un momento. “Si, tengo un compromiso por la noche”.

Rocío bajo la mirada, Pamela intervino. “¿Tienes un compromiso? ¿No recuerdas que día es hoy?”.

Todos miraron a Emanuel, él no recordaba. Pamela rodó los ojos. “Es tu aniversario de bodas. ¡Cómo pudiste olvidarlo!”. Emanuel se sintió como un idiota, pero lo oculto. Giro su rostro hacia Roció que estaba al borde de las lágrimas. “Lo siento, te lo compensare”.

Ella levantó la mirada hacia su esposo. “Está bien, sé que tienes mucho trabajo”.

Emanuel sacó una tarjeta de su billetera. “Toma, puedes ir al centro comercial y comprar lo que deseas”.

Antes de que Roció se negara, Pamela tomó la tarjeta negra. “Excelente, no te preocupes, yo misma la llevaré”.

Las acompañaron al auto donde el chofer las esperaba. Pamela se besaba con Farid mientras Emanuel y Roció esperaban a un lado, la mujer pelirroja subió al auto y Farid se despidió. Roció estaba a punto de subir, se detuvo y habló. “Emanuel”.

Él detuvo su camino esperando que ella hablara.

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