Evelin ha salido del cuarto hasta la baranda y llama emocionada a su papá quien sale del despacho en compañía de Colombo y Luigi, que corren por las escaleras, hasta llegar junto a ella emocionados.— ¿Despertó? ¿Cuándo? —pregunta el doctor Rossi.— No lo sé, papá, míralo está sentado en la cama, pero no habla —explica a salvador que los mira como si no los conociera.— ¿Y la enfermera dónde está? —cuestiona Rossi mirando a su alrededor en su búsqueda..— No lo sé, papá. Pero deja de preguntar y revisalo que tiene —dice Evelin en lo que se acerca a la cama donde Salvi permanece sentado—. Salvi, ¿cómo te sientes? —vuelve a preguntarle. Él la mira sin responder. Rossi se le acerca rápidamente y le mira los ojos, luego lo pasa a realizar varios movimientos, al terminar se gira para Evelin. Le explica que todavía Salvador no está por completo despierto. Luego le pide que lo deje solo con él. — Está bien, papá. Estaré en la cocina, muero de hambre —contestó ella alejándose pero la voz
Rossi se queda en silencio mirando con verdadera pena el sufrimiento reflejado en el rostro de su pequeño hijo y lo desnutrido que está sintiendo una gran pena en su corazón. Lo acaricia con cariño mientras le asegura.—Pues esa soledad se acabó, hijo. Me tienes a mí y a tus hermanos. No tienes que tener nunca más miedo de estar solo, pequeño. Nunca más lo estarás, te protegeré.—¿Crees que ellos me quieran, que me acepten como su hermano?—¿Tienes que preguntar, pequeño? Evelin te quiere adoptar sin saber que eres su hermano. Salvatore te salvó la vida sin tampoco saber que es tu hermano mayor. ¿Tienes dudas todavía? Ambos se van a poner felices como yo de que seas su hermano.—¿Debo seguir diciendo mamá a la señora Elvira? —pregunta ahora más tranquilo ante esas cosas que le dijo su padre.—¿No quieres, hijo? —pregunta Rossi asombrado—. Pensaré en algo entonces.—No, no se trata de eso, papá. Es que no quiero que me odie cuando recobre la memoria y sepa que soy hijo de la culpable
Todos se giran hacia Evelin cuando ella, emocionada, lo dice. Colombo, Rossi y Salvador se miran entre sí, pero no dicen nada.—Papá, no puedes negarte a darle tu apellido a Salvi; he decidido que será mi hermanito menor —continúa diciendo Evelin, emocionada.Rossi la mira sonriente y luego, con seriedad, le pide que vaya a ver a su esposo y que después busque a su hermano para reunirse con ellos en el despacho. Ella sigue insistiendo en el objetivo de adoptar a Salvi, pensando que su papá está desviando el tema. Finalmente, él se pone muy serio y le pide que haga lo que le ha pedido; que no se negará a nada.—No te preocupes, papá; ya me voy —responde ella sonriente, satisfecha por haber logrado su objetivo.Y se marcha feliz; sabe que cuando su padre dice que sí a algo, siempre lo cumple. Encuentra a Gabriel sentado en la cama y se apresura a ayudarlo con lo que ha captado su atención.—Gaby, ten cuidado. No deberías hacer eso solo.—Es que escuché voces y ni la enfermera ni tú esta
Se siente pequeño ante ellos, vulnerable, pero también hay algo más: un destello de felicidad pura que comienza a brotar desde lo más profundo de su ser. Por primera vez en mucho tiempo, Salvador se siente parte de algo, un lazo que va más allá de la sangre y los nombres; una conexión que se forja en el reconocimiento mutuo y la aceptación incondicional. Su corazón late con fuerza, casi en sincronía con los latidos de aquellos que ahora sabe que puede llamar familia.—¡Eres nuestro hermano, Salvador, sangre de nuestra sangre! —exclama Salvatore—. Siempre quise tener un hermanito menor y ahora tengo dos: una hermanita y un hermanito. Pero recuerden, yo soy el mayor, ja, ja, ja.—¡Oye! ¡Deja de alardear, hermano! Ahora que lo pienso, ustedes tres tienen el mismo nombre —dice Evelin señalándolos. El doctor Rossi siente que su corazón se hincha de una alegría incontenible al contemplar la escena frente a él: sus tres hijos, unidos por lazos invisibles pero inquebrantables, compartiendo r
Después de cenar y de ver a Evelin marcharse con Salvatore para hablar con su padre, Gabriel dirigió su silla eléctrica hacia el salón donde se encontraban los demás. Estaba preocupado por un mensaje que había recibido y no lograba descifrar. Decidió no interrumpir el momento de esparcimiento de los chicos, quienes reían con una comedia en la televisión; eran muchos los días seguidos enfrentando problemas sin tregua.—¿Gabriel, te sucede algo? —la voz de Asiri lo sacó de sus cavilaciones.—Después, cuando termine la comedia, os cuento —respondió con seriedad.Pero Darío, reconociendo por la actitud de Gabriel que debía ser algo grave, apagó la televisión de inmediato y todos se giraron hacia él. Gabriel se sintió culpable por haber interrumpido su distracción.—Continúen viendo la televisión, después lo discutimos —insistió, intentando que retomaran su entretenimiento.Sin embargo, para su sorpresa, Darío, con un tono grave, afirmó que la vida les había enseñado a no posponer las cosa
Una enfermera permanece siempre con Elvira en la habitación, aunque entre todos no la dejan sola. A cada rato, uno de ellos va a verla, sobre todo Salvatore, que cada media hora, cuando está en casa, entra a visitarla, le habla, le cuenta todo lo que ha hecho durante el día. También lleva a Fiorella cada vez que llega y cuando se va. Está muy preocupado porque pasan los días y su madre no da señales de despertar.Esa mañana había decidido pasarla con ella y con Fiorella; incluso pensaba sacarla a la glorieta. Se acercaba despacio a la habitación cuando la voz de la enfermera y lo que decía a su madre captó su atención.—Señora Elvira, con un esposo tan hermoso como el que tiene, no sé qué hace durmiendo. ¿No tiene miedo de que otra se lo robe? ¿Yo, por ejemplo? —preguntaba la enfermera mientras acomodaba una almohada.—No, porque mi padre solo tiene ojos para mi madre —contestó Salvatore, entrando molesto en compañía de Fiorella, quien también había escuchado y se había molestado much
Elvira siente que Rossi la toma con sumo cuidado, la lleva al baño, la sienta y espera pacientemente a que su cuerpo responda. Luego la asea y la lleva de vuelta a la cama, hablándole todo el tiempo.—Ayer nos quedamos dormidos muy temprano, cariño; por eso hoy nos hemos despertado a esta hora. Hoy te llevaré a pasear en tu silla de ruedas; a partir de hoy no correré, daré un largo paseo contigo por todo el jardín.*¿Silla de ruedas? ¿Se habría quedado paralítica después del ataque y por eso no puede moverse? Pero, ¿qué hace con Rossi? ¿Y Salvatore dónde está?* Siente cómo él le quita la ropa y la viste con otra, siempre hablándole con mucho amor. Su corazón se llena de alegría al oírle decir que la ama más que a nada en el mundo y que nunca más se separará de ella.—Después del paseo, cariño, y de que desayunemos, tomaremos un baño bien caliente; ahora las temperaturas son un poco frías. Estamos en casa de Gabriel, por si no te acuerdas, el esposo de nuestra hija Evelin.*¿Nuestra
Gabriel sale de su habitación dejando a Evelin profundamente dormida. Avanza solo en su silla de ruedas y toma el elevador. Darío lo espera en la planta baja. Salen de la casa donde el personal de seguridad ya tiene los autos listos. Se dirigen a la clínica de Luigi para una consulta con Enzo.—Buenos días, doctor Enzo —saluda Gabriel.—Buenos días, Gabriel —responde el neurocirujano—. ¿Cómo te sientes? ¿Listo para realizar las pruebas?—Sí, doctor, estoy cansado de estar en esta silla —responde Gabriel con ansias.—Creo que hoy mismo podrás dejarla si todo ha evolucionado bien. Vamos a empezar.Tras un buen rato sometiéndose a diversas pruebas, regresan a la consulta. Gabriel está cansado y algo adolorido, pero sonríe feliz.—¿Entonces ya puedo dejar esta silla, doctor? —pregunta incrédulo.—Sí, Gabriel. La inflamación ha cedido y, aunque mover la pierna izquierda te costará un poco al principio, no será por mucho tiempo. Con ejercicios y fisioterapia, el músculo recuperará completam