Fabrizio ha llegado con Filipo, Piero, María Isabel y su nana a su casa. Se ha armado un tremendo alboroto de alegría con la noticia de que Filipo tiene un hijo. Su madre está rebosante de felicidad, y su hermana Fiorella también. Nadie puede creer que el taciturno Filipo tenga una mujer y un hijo.—¿Querido, me estás diciendo que este bello bebé es mi nieto? —pregunta la madre de Filipo, emocionada, a su esposo Fabrizio que sonríe feliz sosteniendo a Piero en los brazos.—Sí, querida, ¡Filipo los tenía bien escondidos! —cuenta Fabrizio sin soltar a Piero, que se aferra a él—. Mira, es igual a él cuando era bebé, ¿verdad?—Es idéntico; no puede negar que es su hijo, ¡es su viva imagen! Pero, ¡hijo! —Se gira hacia Filipo, que sonríe feliz—. ¿Cómo pudiste hacernos esto?—Disculpa, mamá, no fue mi intención —dice Filipo feliz al ver que todos reciben a su hijo emocionados, aunque algo avergonzado.—¡Mamá, no lo regañes! ¿Has visto alguna vez a mi hermano sonreír así? ¡Déjalo, no le borre
La tensión entre los tres es palpable, una mezcla extraña de humor y malestar que flota en el aire del despacho. Fabrizio, el jefe de la familia Garibaldi finalmente, recupera algo de compostura y decide que es momento de aliviar la situación.—Bueno, bueno —comienza, su voz aún teñida con un hilo de diversión—, creo que todos hemos tenido suficiente emoción por hoy. Filipo, no se lo diré a nadie, ja, ja, ja, ja. Está bien, quédate Chuki, ja, ja, ja…. Siéntense. Señora Pía, puede retirarse si lo desea. ¡Qué barbaridad, Chuki! Ja, ja, ja ... Si los demás se enteran... Ja, ja, ja ...—¡Papá...! —Filipo habla en tono de advertencia a su padre, mirándolo fijamente, molesto por la burla.—Está bien, hijo, no lo diré, no lo diré. Siéntense —le dice a la nana con un tono más calmado—. Señora Pía, puede retirarse; nada le pasará a su niña.—No, señor. Siempre estuve al lado de la señorita María Isabel. Además, sé muchas cosas que ella desconoce —confiesa Pía, con una firmeza que refleja su in
Se ha levantado temprano por el canto de las aves. El amanecer es precioso. Mira por la ventana hacia el hermoso campo. Siente que se ahoga dentro de la casa. Observa a Gabriel, que ha salido del baño, y se recuesta en la cama. Se acerca y se recuesta a su lado, suspirando.— Gaby cariño, ¿puedes llevarme a dar un paseo? —le pide Evelin en un ruego—. Estoy muy aburrida.— Eve, hoy mi estómago me está matando —le dice Gabriel pálido.— ¿Amaneciste con malezas del embarazo, amor? —pregunta algo en broma, aunque lo mira bastante mal.— Sí —confiesa Gabriel honestamente—, el olor del tocino frito en la cocina acabó conmigo, vomité todo lo que comí.— ¿De verdad, cariño? Ven, deja que te dé un abrazo —llama Evelin. Ahora sabe que es verdad todo eso que siente su esposo—. Gracias amor, por tener los malestares que debería tener yo.— ¿De verdad, me estás agradeciendo eso Eve? ¿Te estás burlando? —pregunta algo molesto Gabriel.— No Gaby, en verdad te agradezco que compartas conmigo mi embar
Evelin también se queda pensativa. Luego agrega, pensando en su propia situación, que perder a su mamá pudo haberle creado ese trauma. Gabriel recuerda que ella era muy apegada a su mamá, no tanto a su papá. Puede ser que esa sea la razón. Fue antes de que la madre de María Isabel muriera que ella perdió a la suya. Por eso su mamá la llevaba con ellos a todas partes hasta que Ricci lo prohibió.— Es extraño, si él quería que ella se casara contigo. ¿Por qué le prohibió seguir encontrándose contigo? —pregunta Evelin.— No lo sé. Pienso que en esa época no le convenía —recuerda Gabriel y continúa—. Escuché una vez a Bambilla y Esposito decir que estaba tratando de casarla con Maximiliano, el de los Greco. Pero ella y él se negaron.— ¿Quiénes son los Greco? —quiere saber Evelin, que no conoce a casi nadie en Roma.Gabriel le cuenta que los Greco son griegos que vinieron a Roma y que son una familia de mafiosos. Cree que son enemigos de los Garibaldi, hay un rumor de que ellos mataron a
Todos continúan en la hacienda tranquilamente. El timbre del teléfono suena insistentemente en medio de la noche, rompiendo el silencio de la casa en la finca Los Garibaldi. El insistente sonido despierta a Gabriel de su profundo sueño, aún medio dormido.— Hola, ¿quién es? — responde Gabriel.— ¿Gabriel D'Alessi? — se escucha una voz gruesa del otro lado de la línea.— Él mismo, ¿con quién hablo? — contesta Gabriel, sentándose en la cama y hablando bajo para no despertar a Evelin.— Señor, buenos días — sigue la voz al otro lado —. Disculpe que lo llame tan temprano. ¿Qué puede decirme sobre la muerte de sus padres?— ¿Qué quiere decir? — se despierta por completo ante esa pregunta.— Soy un reportero del canal de televisión Cielo — explica el periodista y continúa —, ¿qué puede decir del video sobre la muerte de sus padres?— ¿Disculpe? ¿De qué habla? — se levanta sin entender qué es lo que sucede, hasta que escucha al periodista decirle que desde la noche anterior están pasando un
Todos los jóvenes de la familia y amigos de Gabriel, se acercan y forman un círculo alrededor de él, abrazándolo sin decir nada. Permanecen así hasta que Evelin llega corriendo y se abraza a él, llenándolo de besos. Los demás se alejan para darles espacio. Evelin simplemente lo abraza y lo besa, haciéndole sentir todo el amor que le tiene. No le dice nada, no hay palabras que puedan consolar a alguien que acaba de presenciar la muerte de sus padres. Lo abraza, lo besa y le demuestra cuánto lo ama.Permanecen así durante un largo rato, hasta que Gabriel siente que Evelin comienza a temblar de frío. En su apuro, se olvidó de ponerse el abrigo, y a esa hora de la mañana, la temperatura es muy baja. Él también está sin abrigo.En ese momento, aparece Elvira con los abrigos de ambos. Los abraza, los obliga a levantarse y les coloca los abrigos en silencio. Les indica que la sigan y ellos lo hacen sin protestar hasta llegar a la cocina. Les sirve un chocolate caliente y les pide que lo tome
Fabrizio enseguida le da las coordenadas de donde se encuentra la casa en la que tienen atrapados a los maleantes. Le informa que está en una de las tantas casas que tiene Rossi por Roma, en el área de Campitelli, más allá del Coliseo.— ¡Perfecto! Nadie sabe de ella. Pero ahora déjame pensar a cuáles de mis hombres voy a llevar. Porque todavía no sé quién les está dando informaciones. Unos golpes en la puerta hacen que giren sus cabezas. En ella está Darío con la computadora en la mano.— Discúlpeme, detective, pero creo que debe ver esto —dice muy serio, mostrando algo en la pantalla—. ¿Recuerda a los hombres que entraron a la casa del señor Gabriel?— Sí, hijo, tienen esa cosa que les pusiste —se apresura a contestar el detective—. ¿Qué pasó con ellos?— Pues si se fija, estos dos se mueven un poco extraño. — ¿Cómo extraño?— Pues mire, ayer entraron a su oficina. Uno se quedó en la puerta y otro entró, se demoró media hora, justo lo que usted estuvo afuera. Además, si se fija, l
Evelin y Gabriel se habían quedado dormidos después de las fuertes emociones que tuvieron en la noche. Despertaron casi al mediodía, para encontrar que todos estaban contentos porque habían atrapado a los asesinos. Elvira, al verlos, los llama diciendo que la mañana estaba radiante. Ella ha soltado su cabello y colocado una flor en un costado de su cabeza. Sus mejillas están sonrojadas, haciendo que luzca rejuvenecida.—¡Mamá, estás preciosa! —exclama Evelin al verla entrando, seguida de Gabriel, en la cocina. —¿Te parece, hija?—Sí, señora Elvira, está muy hermosa —la elogia Gabriel, que también está asombrado.—Dejen de estar alabando tanto a mi esposa —dice el doctor Rossi, abrazando feliz a Elvira por la espalda—, pero es verdad, amor, estás muy hermosa. —Suéltame, cariño, vives pegado a mí —protesta Elvira, sonriente, mientras se desprende de los brazos de Rossi, que la mira enamorado.En ese momento entra Salvatore y se emociona al ver la escena de sus padres. Viene y le da