Todos los jóvenes de la familia y amigos de Gabriel, se acercan y forman un círculo alrededor de él, abrazándolo sin decir nada. Permanecen así hasta que Evelin llega corriendo y se abraza a él, llenándolo de besos. Los demás se alejan para darles espacio. Evelin simplemente lo abraza y lo besa, haciéndole sentir todo el amor que le tiene. No le dice nada, no hay palabras que puedan consolar a alguien que acaba de presenciar la muerte de sus padres. Lo abraza, lo besa y le demuestra cuánto lo ama.Permanecen así durante un largo rato, hasta que Gabriel siente que Evelin comienza a temblar de frío. En su apuro, se olvidó de ponerse el abrigo, y a esa hora de la mañana, la temperatura es muy baja. Él también está sin abrigo.En ese momento, aparece Elvira con los abrigos de ambos. Los abraza, los obliga a levantarse y les coloca los abrigos en silencio. Les indica que la sigan y ellos lo hacen sin protestar hasta llegar a la cocina. Les sirve un chocolate caliente y les pide que lo tome
Fabrizio enseguida le da las coordenadas de donde se encuentra la casa en la que tienen atrapados a los maleantes. Le informa que está en una de las tantas casas que tiene Rossi por Roma, en el área de Campitelli, más allá del Coliseo.— ¡Perfecto! Nadie sabe de ella. Pero ahora déjame pensar a cuáles de mis hombres voy a llevar. Porque todavía no sé quién les está dando informaciones. Unos golpes en la puerta hacen que giren sus cabezas. En ella está Darío con la computadora en la mano.— Discúlpeme, detective, pero creo que debe ver esto —dice muy serio, mostrando algo en la pantalla—. ¿Recuerda a los hombres que entraron a la casa del señor Gabriel?— Sí, hijo, tienen esa cosa que les pusiste —se apresura a contestar el detective—. ¿Qué pasó con ellos?— Pues si se fija, estos dos se mueven un poco extraño. — ¿Cómo extraño?— Pues mire, ayer entraron a su oficina. Uno se quedó en la puerta y otro entró, se demoró media hora, justo lo que usted estuvo afuera. Además, si se fija, l
Evelin y Gabriel se habían quedado dormidos después de las fuertes emociones que tuvieron en la noche. Despertaron casi al mediodía, para encontrar que todos estaban contentos porque habían atrapado a los asesinos. Elvira, al verlos, los llama diciendo que la mañana estaba radiante. Ella ha soltado su cabello y colocado una flor en un costado de su cabeza. Sus mejillas están sonrojadas, haciendo que luzca rejuvenecida.—¡Mamá, estás preciosa! —exclama Evelin al verla entrando, seguida de Gabriel, en la cocina. —¿Te parece, hija?—Sí, señora Elvira, está muy hermosa —la elogia Gabriel, que también está asombrado.—Dejen de estar alabando tanto a mi esposa —dice el doctor Rossi, abrazando feliz a Elvira por la espalda—, pero es verdad, amor, estás muy hermosa. —Suéltame, cariño, vives pegado a mí —protesta Elvira, sonriente, mientras se desprende de los brazos de Rossi, que la mira enamorado.En ese momento entra Salvatore y se emociona al ver la escena de sus padres. Viene y le da
De inmediato se va a la cocina, donde aún continúan Evelin con Oli, Darío y Salvador. Les cuenta la idea de la abuela. Todos se entusiasman, sobre todo Evelin, que dice encantarle el árbol. Enseguida se pone en acción, alegando que está cansada de estar dentro de la casa y extraña la naturaleza. —Invitaremos a todos. Hoy es domingo, nadie tiene que trabajar —y se pone a llamar a todos—. ¡Mamá, mamá! —¿Qué quieres, hija? Estaba ayudando a la cocinera con la comida —sale Elvira con un delantal, apurada. —Vamos a ir a un pícnic con los abuelos al árbol arcoíris. Tú y papá también vienen. Así que dile a las chicas de la cocina que arreglen todo, almorzaremos por allá. ¡Y no quiero un no por respuesta! ¡Iremos todos! Evelin le asegura que su papá estará encantado de acompañarlos ante la preocupación de Elvira y se pone a llamar a todos sus primos. Mientras ella se dedica a hacer las llamadas, entran al comedor María Isabel, Filipo y la nana Pía con Piero. Ella baja la mirada, apena
El doctor Rossi ha decidido ir diciéndole las cosas lo más cerca a la verdad posible. Si ella lo recuerda todo y ha decidido hacerse la que perdió la memoria para que todos sean más felices, no será él quien destruya su esfuerzo. —No hay mucho que recordar, querida. Yo viajaba mucho con Evelin y tú siempre estabas sola con Salvatore —le cuenta, manteniendo el abrazo. —¿De veras? ¿Por qué solo con Evelin? —se interesa ella.—Porque así se dieron las cosas —Rossi se queda en silencio, mirando a sus hijos a los lejos, y al volver a mirarla le pregunta muy serio—: Elvi, si ella no fuera tuya, ¿la querrías también?—¿Qué locuras me estás preguntando, Rossi? ¡Ella es mi hija, aunque no recuerde cuando la parí, pero es mía! —exclama con mucha vehemencia—. ¡Hasta se parece a mí, mira, su cabello es igual que el mío, solo tiene un poco más de ondas y más oscuro! ¡No digas locuras! ¡Evelin es mi hija menor! ¡Pero aunque no la hubiera parido yo, es mi hija! —se detiene y lo mira curiosa—. ¿E
Evelin lleva un rato observando a Salvador recostado en un árbol. Le parece que en varias ocasiones se ha limpiado los ojos como si llorara. También lo ha visto como si vomitara. Se levanta y va a su encuentro.—Hola —saluda al chico que se encuentra sentado solo, debajo de un árbol, mirando con nostalgia y tristeza a todos. —Hola, Evelin —contesta con los ojos vidriosos.—Me parece haberte visto antes —sigue diciendo Evelin— en Nueva York.—¿De veras no te acuerdas de mí? —pregunta Salvador despertando la curiosidad de ella. —¿Te conozco? —pregunta sentándose a su lado.Salvador la mira un momento y le contesta con una evasiva. Luego le recuerda a un jovencito al que su papá ayudó en un refugio de Nueva York. Ella responde que era algo que hacía con muchos. Salvador le recuerda al que ella envió para que su padre le hiciera un chequeo general, pero que se había escapado del hospital. Evelin de inmediato recuerda porque hacía poco estaban acordándose ella y su papá de ese hecho.
Elvira no sabe por qué, pero ese chico le resulta familiar, como si le recordara a alguien. Entrecierra los ojos tratando de recordar sin resultado. Le pregunta a Rossi que también lo mira en lo que trata de encontrar en su mente qué tipo de enfermedad tiene Salvador. Sin dejar de mirarlo contesta que es amigo de Oliver, era el que estaba vestido de chica antes.— ¿Es él? ¿También es gay? —pregunta Elvira.— No, se disfraza de mujer, es actor —le cuenta pensativo—. Pero está enfermo, tiene una enfermedad en su sangre. Yo lo traté en Nueva York.— ¿Cuándo vivíamos en nuestra casa de Nueva York? —pregunta intrigada Elvira. Rossi al escucharla reacciona como si saliera de sueño. La mira con cariño queriendo decirle todo. Suspira y asiente, para luego pasar a hablar de Salvador diciendo que está realmente enfermo, pero no cree que tenga la enfermedad que dicen. Alega que los síntomas de él, no son exactamente los de esa enfermedad.—Es hermoso ese chico —dice Elvira siguiendo a Salvad
Filipo llega temprano como todos los días al amplio salón de exposición de autos de la empresa familiar. Ese día busca a sus primos Gerónimo y Guido, los hijos de su tío Giovanni, pero no los encuentra por ninguna parte. Vuelve a llamarlos, pero no obtiene respuesta. Se acerca a la consola desde donde se puede ver la ubicación de cada auto del garaje y se da cuenta de que los autos de sus primos están en un área desolada. Se asusta y sale corriendo al ver entrar a Salvatore.— Buenos días, Salvatore. No podemos practicar ahora. Ven conmigo, hermano —le pide, montándose apresuradamente en su auto.— ¿Qué sucede, Filipo? —pregunta Salvatore, siguiéndolo.— No lo sé, pero mis primos no me responden y encontré sus autos en una zona desolada —explica, realmente preocupado—. Vamos rápido, esto no me gusta nada. Creo que los han asesinado.Mientras conduce, Filipo llama a algunos guardias de seguridad y se dirigen a toda velocidad hacia el lugar. Al llegar, se asusta al ver la imagen ensangr