Salvatore se detiene en la entrada del despacho, justo a tiempo para ver cómo Fiorella recoge una foto del piso y se queda mirándola. Luego la ve levantar la cabeza y mirarlo con expresión de sorpresa.— ¿Eres tú? — pregunta, mirándolo con los ojos muy abiertos y sosteniendo la foto en la mano. Salvatore observa la expresión de Fiorella, mira la foto en su mano y se congela. — ¿Cómo no pude darme cuenta antes de que eras tú? — pregunta Fiorella, visiblemente confundida y sorprendida.— Fiore, yo...— Eres igual, tenía que saber que eras tú — vuelve a decir, sin dejar de mirar la foto.— Deja que te explique, Fiore — habla Salvatore, dejando las cosas que cargaba en sus manos en el piso y caminando hacia ella.— ¿Cómo pudo la abuela hacerte eso, hacerle eso a Eve, al tío Rossi? — sigue preguntando.Salvatore se detiene sin comprender de qué está hablando ella. Le pregunta a qué se refiere y ella responde que la madre de Rossi sabía que él era el hijo de su hijo. Ella vuelve a mirar la
Fiorella no puede evitar sonreír al ver la expresión de felicidad en el rostro de Salvatore, quien luce muy apuesto con los ojos brillantes fijos en ella. Asiente mientras responde:— Sí, mi cuerpo te reconoció. Pero llevabas el pelo largo y usabas gafas en la universidad, y ahora no.— Estaba tan ocupado estudiando que no tenía tiempo de ir a cortármelo, así que lo dejé crecer. Y las gafas, solo las uso para leer —responde él y pregunta—. ¿No estás molesta?— ¡No! ¡Estoy feliz de que seas tú! Tienes razón, te amo Salvatore, te amo con todo mi corazón. Y sí, quiero ser todo tuyo a partir de este momento —confiesa ella, manteniendo todavía cierta distancia. Lo mira una y otra vez para asegurarse de que realmente es su amor. Salvatore nota su indecisión y le pregunta directamente.— ¿De verdad, cariño? ¿Quieres ser mi novia?— Sí, soy tu novia desde siempre, porque tú eres mi novio de toda la vida. ¿Por qué me lo dijiste hoy? ¿Por eso pasó lo del club? —pregunta ella aún insegura.Salva
Por otro lado, Elvira llevaba días preocupada, tratando de recordar cosas de su vida, pero sin éxito. Parece que su mente se niega a recordar. Por eso ha decidido averiguar con sus hijos. Encuentra a Evelin absorta en su computadora en la terraza.— Evelin, ¿puedo hacerte una pregunta, hija? —le pide suavemente Elvira con cariño.— Las que quieras, mamá —responde Evelin sin dejar de hacer sus cosas en la computadora.— ¿Eres feliz de que sea tu mamá? —pregunta Elvira, haciendo que Evelin la mire.— Mucho, mamá. Me llena de felicidad —y le da un fuerte abrazo y unos sonoros besos en la mejilla—. ¿Por qué me lo preguntas?— No es nada, hija. Es solo que aún no puedo recordar muchas cosas —dice Elvira soltándose del abrazo—. Por ejemplo, ¿dónde están las fotos de nuestra boda?— ¿Las fotos? No lo sé, tú las guardabas —contesta Evelin mirando a su computadora y agrega—. O quizás se quedaron en Nueva York. Pero si quieres, podemos tomar nuevas fotos ahora que estamos aquí.Elvira mira a Ev
Evelin no deja de mirar a sus padres, felices de ver cómo su esposo se ha perdido una ocasión tan especial. En ese momento, su amigo Darío se acerca a ella y le muestra una cámara.— No te preocupes, Eve, lo grabé todo —le muestra Darío.— ¿Lo grabaste, Darío? Eres el mejor —se emociona Evelin y agrega—. Tú serás quien haga el video de la boda. Papá, hermano, tenemos que ayudar a mamá a decidir las cosas con Oli. Según ella, no recuerda lo que le gusta.El doctor Rossi se gira hacia su prometida y le pregunta si no recuerda los sueños que tenían hace quince años. Elvira niega con la cabeza y dice que solo recuerda que le gustaban las flores blancas. Rossi le dice que es cierto, pero que también quería que su vestido de novia tuviera un hermoso y largo velo.— Mamá, buscaré unas revistas viejas que tienes en casa, donde decías que estaba el vestido de novia que te gustaba —dice Salvatore—. Después de ir a la fábrica en la tarde, iré a buscarlas.— Está bien, hijo —acepta Elvira, dejánd
Fabrizio ha llegado con Filipo, Piero, María Isabel y su nana a su casa. Se ha armado un tremendo alboroto de alegría con la noticia de que Filipo tiene un hijo. Su madre está rebosante de felicidad, y su hermana Fiorella también. Nadie puede creer que el taciturno Filipo tenga una mujer y un hijo.—¿Querido, me estás diciendo que este bello bebé es mi nieto? —pregunta la madre de Filipo, emocionada, a su esposo Fabrizio que sonríe feliz sosteniendo a Piero en los brazos.—Sí, querida, ¡Filipo los tenía bien escondidos! —cuenta Fabrizio sin soltar a Piero, que se aferra a él—. Mira, es igual a él cuando era bebé, ¿verdad?—Es idéntico; no puede negar que es su hijo, ¡es su viva imagen! Pero, ¡hijo! —Se gira hacia Filipo, que sonríe feliz—. ¿Cómo pudiste hacernos esto?—Disculpa, mamá, no fue mi intención —dice Filipo feliz al ver que todos reciben a su hijo emocionados, aunque algo avergonzado.—¡Mamá, no lo regañes! ¿Has visto alguna vez a mi hermano sonreír así? ¡Déjalo, no le borre
La tensión entre los tres es palpable, una mezcla extraña de humor y malestar que flota en el aire del despacho. Fabrizio, el jefe de la familia Garibaldi finalmente, recupera algo de compostura y decide que es momento de aliviar la situación.—Bueno, bueno —comienza, su voz aún teñida con un hilo de diversión—, creo que todos hemos tenido suficiente emoción por hoy. Filipo, no se lo diré a nadie, ja, ja, ja, ja. Está bien, quédate Chuki, ja, ja, ja…. Siéntense. Señora Pía, puede retirarse si lo desea. ¡Qué barbaridad, Chuki! Ja, ja, ja ... Si los demás se enteran... Ja, ja, ja ...—¡Papá...! —Filipo habla en tono de advertencia a su padre, mirándolo fijamente, molesto por la burla.—Está bien, hijo, no lo diré, no lo diré. Siéntense —le dice a la nana con un tono más calmado—. Señora Pía, puede retirarse; nada le pasará a su niña.—No, señor. Siempre estuve al lado de la señorita María Isabel. Además, sé muchas cosas que ella desconoce —confiesa Pía, con una firmeza que refleja su in
Se ha levantado temprano por el canto de las aves. El amanecer es precioso. Mira por la ventana hacia el hermoso campo. Siente que se ahoga dentro de la casa. Observa a Gabriel, que ha salido del baño, y se recuesta en la cama. Se acerca y se recuesta a su lado, suspirando.— Gaby cariño, ¿puedes llevarme a dar un paseo? —le pide Evelin en un ruego—. Estoy muy aburrida.— Eve, hoy mi estómago me está matando —le dice Gabriel pálido.— ¿Amaneciste con malezas del embarazo, amor? —pregunta algo en broma, aunque lo mira bastante mal.— Sí —confiesa Gabriel honestamente—, el olor del tocino frito en la cocina acabó conmigo, vomité todo lo que comí.— ¿De verdad, cariño? Ven, deja que te dé un abrazo —llama Evelin. Ahora sabe que es verdad todo eso que siente su esposo—. Gracias amor, por tener los malestares que debería tener yo.— ¿De verdad, me estás agradeciendo eso Eve? ¿Te estás burlando? —pregunta algo molesto Gabriel.— No Gaby, en verdad te agradezco que compartas conmigo mi embar
Evelin también se queda pensativa. Luego agrega, pensando en su propia situación, que perder a su mamá pudo haberle creado ese trauma. Gabriel recuerda que ella era muy apegada a su mamá, no tanto a su papá. Puede ser que esa sea la razón. Fue antes de que la madre de María Isabel muriera que ella perdió a la suya. Por eso su mamá la llevaba con ellos a todas partes hasta que Ricci lo prohibió.— Es extraño, si él quería que ella se casara contigo. ¿Por qué le prohibió seguir encontrándose contigo? —pregunta Evelin.— No lo sé. Pienso que en esa época no le convenía —recuerda Gabriel y continúa—. Escuché una vez a Bambilla y Esposito decir que estaba tratando de casarla con Maximiliano, el de los Greco. Pero ella y él se negaron.— ¿Quiénes son los Greco? —quiere saber Evelin, que no conoce a casi nadie en Roma.Gabriel le cuenta que los Greco son griegos que vinieron a Roma y que son una familia de mafiosos. Cree que son enemigos de los Garibaldi, hay un rumor de que ellos mataron a