Gabriel mira a Evelin hablar por teléfono. De repente, el rostro de su bella esposa se llena de terror mientras grita con desesperación:—¡¿Qué quiere decir con eso?! ¿Qué le hizo a mi padre? ¡Oiga! ¡Oiga! —Evelin suelta el teléfono y va a salir corriendo, pero Gabriel la detiene.—¿Qué pasa, amor? ¿Quién era? ¿A dónde vas? —y la toma de la mano, impidiendo que se aleje.Evelin lo mira con lágrimas corriendo por sus mejillas y una expresión de terror desconcertante. Entre sollozos, tratando de soltarse, le dice que alguien tiene a su papá y la está amenazando con hacerle daño si no va de inmediato.—¡Suéltame! ¡Tengo que ir a salvar a papá, Gaby! —le suplica, intentando liberarse, pero Gabriel la toma firme por los hombros, haciendo que lo mire.—¡Eve, tu papá llevó a tu mamá a descansar y luego iba a estar con Salvatore en el despacho! —le recuerda.—¿Estás seguro? ¿No salió? ¡Papá! ¡Papá! —grita Evelin y sale disparada hacia el despacho. Al ver a su padre, se abraza a él llorando de
Gabriel interviene diciendo que no era miedo escénico en realidad. El problema era que estaba loco porque Evelin lo dejara besarla, ya que ella lo acusaba de haberla violado y por eso no se dejaba. Ante la cara de sorpresa de Elvira, que no entendía bien lo que le contaban, Gabriel le dice que no se preocupe, que un día le harán la historia completa.—El caso es que ella finalmente me dejó besarla —culmina Gabriel, sonriente.—Y mamá, cuando Gaby casi me estaba comiendo —continúa Evelin—, ¡todas las memorias vinieron de golpe! Y sí, ja, ja, ja... Era verdad que yo le había saltado encima mientras él dormía. ¡Ja, ja, ja!—¡Ja, ja, ja! No lo puedo creer, Eve. ¿De verdad lo hiciste? —se ríe Elvira.—¡Sí lo hice, mamá! —asegura Evelin, feliz—. Así que si funcionó conmigo, ¡a lo mejor también funciona contigo!—¿Qué cosa, Eve? —se interesa Gabriel.Pero Evelin no le dice nada, alegando que son cosas de madre e hija. Lo cual Elvira reafirma, diciendo que probará el método a ver si le funcio
El gerente le informa que en ese momento el saldo estaba congelado por falta de actualización de firma. La cantidad ascendía a cinco millones de dólares americanos y debía ir personalmente a actualizar todo. El doctor Rossi pregunta cuándo fue la última vez que se extrajo dinero de esa cuenta. Le informan que hace dos años, un millón de dólares. —¿Sigue entrando dinero todos los meses en esa cuenta? —sigue averiguando Rossi.—Sí, señor. Todos los meses un banco en Tivoli envía dinero —responde el gerente, confirmando lo del laboratorio. —Muy bien, revoco toda autorización al señor Ramiro —dice Salvatore, guiado por su padre—. Dígame, ¿qué debo hacer para que me envíen todo ese dinero a Roma o pasarlo a las cuentas de mi padre en América?—¿Su padre tiene cuentas en nuestro banco? —se interesa el gerente. Rossi niega tener una cuenta allá, pues al mudarse a Roma, las había cerrado todas. Le mandan la información por fax de a dónde hacer la transacción en Italia. —Una última
Evelin guarda silencio un momento, con su mirada fija en el nuevo teléfono, preocupada porque debe ser alguien cercano a ella que ya conoce su nuevo número. Suelta un suspiro y al ver la mirada expectante de Oliver, contesta.—No lo sabemos, Oli —luego toma asiento, retomando su computadora—. Pero siéntate, tengo que ponerte al día de todo lo que me ha pasado desde que conocí a Gaby.—Sí, es verdad —acepta de inmediato Oliver y se sienta a su lado, sin dejar de hablar—. Un día fui a verte y tu papá me dijo que te habías casado y venido a vivir a Roma con tu esposo italiano. ¡Me dejaste fuera de todo, amiga! Me molesté muchísimo. Estuve a punto de no venir cuando me invitaste. Si no llega a ser porque Salvi se entusiasmó mucho y me convenció, no hubiera venido.— ¿Me hubieras hecho eso, Oli? —pregunta Evelin con un deje de tristeza.—Sí, porque se supone que somos mejores amigos. Y no me contaste nada, ¡nada! —dice visiblemente molesto. Evelin lo abraza muy fuerte y lo llena de besos
El jefe de la familia Garibaldi, Fabrizio, se encuentra en su oficina. Después de recibir la confirmación de lo que había mandado a hacer, levanta el teléfono y llama a su mejor amigo, Salvatore Rossi, quien le responde de inmediato. Le informa que ya los tienen y pregunta qué es lo que quiere que hagan con ellos.—Haremos lo que nos digas, hermano —asegura con voz firme.—Manténlos por ahora bien seguros —contesta el doctor Rossi con la misma seriedad—. Te traeré después unas drogas que los harán hablar. Hay algo que me tiene intrigado sobre la muerte de nuestra amiga Bianca.—¿Qué es? —quiere saber Fabrizio. El doctor Rossi pasa a contarle que el hijo de Bianca, ahora su yerno, Gabriel, le había comentado que el accidente había ocurrido porque ella estaba borracha y se salió de la carretera. Pero todos ellos saben que Bianca no bebía debido al problema de hígado que tenía. Fabrizio, al escuchar esta información, está de acuerdo, pues asegura que ella nunca bebió.—Trae esas drogas,
Evelin le dice que no se va a molestar porque sabe el motivo por el que lo hicieron. Le agradece a Gabriel y a su padre porque ambos la ayudaron mucho a superar sus miedos. Reconoce que fue un buen tratamiento y felicita a su papá por finalmente lograr sanarla.— Gracias, te amo, papá, y perdóname por hacerte pasar por tantas cosas. Perdóname por mentirte, papi. Me he sentido muy culpable todo este tiempo —dice Evelin mientras abraza y besa repetidamente en el rostro a su padre.— Ya, ya está bien, Eve. Aunque lo hiciste, no me ofendí —dice el doctor Rossi—. No te niego que me llenó de alegría ver que finalmente estabas haciendo algo por ti misma, aunque ni siquiera lo supieras. Deja de besarme así, no eres una niña —protesta apartándola—. Mira cómo te ve tu esposo, se va a poner celoso de que me des tantos besos a mí y no a él. Además, Gabriel es quien hizo la mayor parte del trabajo, yo solo lo ayudé un poco. Le hiciste pasar por muchas cosas difíciles,Evelin. Gracias, Gabriel, so
Rossi lo mira y le pregunta qué quiere que haga Filipo, notando cómo la expresión de Fabrizio se oscurece al preguntar si él lo sabía. Responde rápidamente que no, que su hijo Salvatore acababa de contarle todo y pidió su ayuda. Fabrizio lo observa seriamente y comenta que parece que sus hijos realmente se están convirtiendo en mejores amigos.—¿Qué te contó? ¿Sabes cómo ocurrió todo? —pregunta ahora con curiosidad.—¿No dejaste que Filipo te lo contara? —replica Rossi.—No, no pude controlar mi furia —confiesa Fabrizio—. ¡Dice que es el hijo de la hija de Ricci!—Lo sé, pero esa pobre muchacha ha sufrido mucho —habla Rossi con voz calmada, logrando que Fabrizio se relaje un poco—. Estaba escapando, planeaba cambiar su nombre para evitar que su padre la encontrara y la obligara a hacer cosas peores. Es una buena chica, te digo.—¿Tú dices eso después de lo que le hizo a Gabriel? —pregunta Fabrizio con desconfianza. Rossi procede a contarle todo lo que su hijo Salvatore le había dicho
Evelin, después de terminar de recoger todas sus cosas que van a llevar a la granja de los abuelos Garibaldis y de ver que Gabriel las baja todas, se dirige a la habitación de sus padres con el objetivo de ayudar a Elvira. Al llegar, la ve dando vueltas y le pide que termine de empacar todo. Al verla, sonríe y le pregunta:—¿Por qué tengo tan pocas ropas, hija? —Evelin se sorprende, pero reacciona enseguida.—Pues mamá, tú donaste tu ropa. Decías que no te hacía falta mucha —responde sin mirarla—. Además, antes de que te cayeras, íbamos a renovar el ropero. Ya habíamos encargado la ropa —sigue explicando—. Estela, de la tienda, llamó para decir que estaba lista. Elvira no dice nada, trata de recordar algo, pero nada le viene a la cabeza. Evelin suspira pensando que menos mal que tuvo la precaución de mandar a comprarle una enorme variedad de ropa, ayudada por Estela. Y había preparado lo que iba a decirle si le preguntaba. Elvira la mira algo incrédula.—Hija, ¿tú nunca me engañarías