Gabriel había seguido todas las indicaciones del doctor Rossi y, para alegría de su esposa, pudo acompañarla para darle la bienvenida a su querido amigo Oliver. Evelin miraba ansiosamente a su amigo desde la distancia y, al bajar del helicóptero, gritó emocionada para encontrarse con Oliver, quien daba saltitos en el lugar y luego corrió para abrazarla.— ¡Oli, qué bueno que viniste! No sabes cuánto te he extrañado —ambos se abrazaron felices.— ¡Eve, pero qué linda estás! ¿Sabes cuánto te he extrañado también? —contestó Oliver emocionado de ver a la que consideraba su única familia y hermana—. ¡Debiste traerme contigo cuando viniste, si no llega a ser por mi nueva amiga Salvi, no sé qué hubiese sido de mí!— Me parece que ya debes soltar a mi esposa —dijo Gabriel seriamente separándolos. Al ver que Oliver llenaba de besos a Evelin, quien los devolvía feliz, no pudo evitar sentir celos.— ¡Oye, que la conocí primero que tú! —replicó Oliver, quien conocía a Gabriel porque Evelin se lo
Los dejan en las habitaciones y bajan las escaleras con una sonrisa. Evelin está rebosante de felicidad.— ¿Te hace tan feliz que haya venido, Eve? —pregunta Gabriel.— Sí, Gaby, no te lo voy a negar —contesta Evelin sin poder dejar de sonreír ante la felicidad que la embarga—. Me hace realmente feliz verlo. Es como un hermano para mí.— Me doy cuenta, Eve. Me alegra —dice Gabriel contento de ver a su esposa tan feliz—. Ahora vamos, que tenemos que trabajar. Tengo todo muy descuidado.— Vamos. Gabi, estaba pensando en el dinero que tenía tu papá. El tío Romano me dijo que lo llevaste al banco —hablan mientras se dirigen al despacho.Gabriel informa a Evelin que con ese dinero pagó los salarios de sus obreros y las cosas más urgentes. Se habían puesto al día con todo y finalmente ya no debían nada. Evelin respira aliviada mientras le pregunta qué hizo con el dinero que le confiscó a los ladrones. Gabriel confiesa que no lo ha tocado, ya que tienen que esperar el juicio.— Gaby, ¿quiere
Retrospectiva. Filipo camina de un lugar a otro nervioso en un parque cerca de la casa del doctor Rossi, espera a Salvatore al que le ha pedido que se reúna con él en el lugar. Por fin lo ve llegar y correr preocupado hacía él. — Ya estoy aquí Filipo, ¿para qué me necesitas? —preguntó preocupado Salvatore al llegar extendiendo su mano que Filipo estrechó efusivamente.— Gracias por venir Salvatore y disculpa por llamarte con tanta urgencia, pero necesito de tu ayuda —dijo muy serio Filipo.— No hay problema, para eso somos mejores amigos —contestó Salvatore realmente preocupado—. ¿Dime, en qué puedo ayudarte?— Primero sentémonos y deja que te cuente algo que solo yo conozco y ahora tú, para que me entiendas —le indicó Filipo un banco.— No es necesario que me cuentes nada, mi amigo —se apresuró a decir Salvatore tomando asiento al lado del nervioso Filipo—. Yo te voy a ayudar, sin necesidad de saber nada.— Permite que lo haga Salvatore, por favor. Necesito compartir este peso en
Gabriel mira a Evelin hablar por teléfono. De repente, el rostro de su bella esposa se llena de terror mientras grita con desesperación:—¡¿Qué quiere decir con eso?! ¿Qué le hizo a mi padre? ¡Oiga! ¡Oiga! —Evelin suelta el teléfono y va a salir corriendo, pero Gabriel la detiene.—¿Qué pasa, amor? ¿Quién era? ¿A dónde vas? —y la toma de la mano, impidiendo que se aleje.Evelin lo mira con lágrimas corriendo por sus mejillas y una expresión de terror desconcertante. Entre sollozos, tratando de soltarse, le dice que alguien tiene a su papá y la está amenazando con hacerle daño si no va de inmediato.—¡Suéltame! ¡Tengo que ir a salvar a papá, Gaby! —le suplica, intentando liberarse, pero Gabriel la toma firme por los hombros, haciendo que lo mire.—¡Eve, tu papá llevó a tu mamá a descansar y luego iba a estar con Salvatore en el despacho! —le recuerda.—¿Estás seguro? ¿No salió? ¡Papá! ¡Papá! —grita Evelin y sale disparada hacia el despacho. Al ver a su padre, se abraza a él llorando de
Gabriel interviene diciendo que no era miedo escénico en realidad. El problema era que estaba loco porque Evelin lo dejara besarla, ya que ella lo acusaba de haberla violado y por eso no se dejaba. Ante la cara de sorpresa de Elvira, que no entendía bien lo que le contaban, Gabriel le dice que no se preocupe, que un día le harán la historia completa.—El caso es que ella finalmente me dejó besarla —culmina Gabriel, sonriente.—Y mamá, cuando Gaby casi me estaba comiendo —continúa Evelin—, ¡todas las memorias vinieron de golpe! Y sí, ja, ja, ja... Era verdad que yo le había saltado encima mientras él dormía. ¡Ja, ja, ja!—¡Ja, ja, ja! No lo puedo creer, Eve. ¿De verdad lo hiciste? —se ríe Elvira.—¡Sí lo hice, mamá! —asegura Evelin, feliz—. Así que si funcionó conmigo, ¡a lo mejor también funciona contigo!—¿Qué cosa, Eve? —se interesa Gabriel.Pero Evelin no le dice nada, alegando que son cosas de madre e hija. Lo cual Elvira reafirma, diciendo que probará el método a ver si le funcio
El gerente le informa que en ese momento el saldo estaba congelado por falta de actualización de firma. La cantidad ascendía a cinco millones de dólares americanos y debía ir personalmente a actualizar todo. El doctor Rossi pregunta cuándo fue la última vez que se extrajo dinero de esa cuenta. Le informan que hace dos años, un millón de dólares. —¿Sigue entrando dinero todos los meses en esa cuenta? —sigue averiguando Rossi.—Sí, señor. Todos los meses un banco en Tivoli envía dinero —responde el gerente, confirmando lo del laboratorio. —Muy bien, revoco toda autorización al señor Ramiro —dice Salvatore, guiado por su padre—. Dígame, ¿qué debo hacer para que me envíen todo ese dinero a Roma o pasarlo a las cuentas de mi padre en América?—¿Su padre tiene cuentas en nuestro banco? —se interesa el gerente. Rossi niega tener una cuenta allá, pues al mudarse a Roma, las había cerrado todas. Le mandan la información por fax de a dónde hacer la transacción en Italia. —Una última
Evelin guarda silencio un momento, con su mirada fija en el nuevo teléfono, preocupada porque debe ser alguien cercano a ella que ya conoce su nuevo número. Suelta un suspiro y al ver la mirada expectante de Oliver, contesta.—No lo sabemos, Oli —luego toma asiento, retomando su computadora—. Pero siéntate, tengo que ponerte al día de todo lo que me ha pasado desde que conocí a Gaby.—Sí, es verdad —acepta de inmediato Oliver y se sienta a su lado, sin dejar de hablar—. Un día fui a verte y tu papá me dijo que te habías casado y venido a vivir a Roma con tu esposo italiano. ¡Me dejaste fuera de todo, amiga! Me molesté muchísimo. Estuve a punto de no venir cuando me invitaste. Si no llega a ser porque Salvi se entusiasmó mucho y me convenció, no hubiera venido.— ¿Me hubieras hecho eso, Oli? —pregunta Evelin con un deje de tristeza.—Sí, porque se supone que somos mejores amigos. Y no me contaste nada, ¡nada! —dice visiblemente molesto. Evelin lo abraza muy fuerte y lo llena de besos
El jefe de la familia Garibaldi, Fabrizio, se encuentra en su oficina. Después de recibir la confirmación de lo que había mandado a hacer, levanta el teléfono y llama a su mejor amigo, Salvatore Rossi, quien le responde de inmediato. Le informa que ya los tienen y pregunta qué es lo que quiere que hagan con ellos.—Haremos lo que nos digas, hermano —asegura con voz firme.—Manténlos por ahora bien seguros —contesta el doctor Rossi con la misma seriedad—. Te traeré después unas drogas que los harán hablar. Hay algo que me tiene intrigado sobre la muerte de nuestra amiga Bianca.—¿Qué es? —quiere saber Fabrizio. El doctor Rossi pasa a contarle que el hijo de Bianca, ahora su yerno, Gabriel, le había comentado que el accidente había ocurrido porque ella estaba borracha y se salió de la carretera. Pero todos ellos saben que Bianca no bebía debido al problema de hígado que tenía. Fabrizio, al escuchar esta información, está de acuerdo, pues asegura que ella nunca bebió.—Trae esas drogas,