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《Esto... Esto no puede ser real... Esto.... ¡Tiene que ser sólo una maldita pesadilla!》Maldecía Marion en su interior mientras corría sin aliento por el espeso bosque en medio de aquella noche teñida de sangre. Con sus pies descalzos, y un elegante camisón de seda rasgado por las filosas ramas en su camino, avanzaba presa del terror sin siquiera detenerse a pensar en las heridas que la vegetación salvaje producía en sus brazos y piernas; lo único que había en su mente era la certeza de saber que si la atrapaban sería carne fresca para las bestias que la perseguían. En manos de quienes acababan de atacar sanguinariamente a su gente en la mansión, sólo le podía esperar la muerte ó destinos peores por tratarse de una mujer.《¿Qué voy a hacer ? ¡¿A dónde se supone que deba ir en esta situación?!》se preguntaba a sí misma hasta que, en un momento, tropezó con una de las tantas raíces del lugar. Rápidamente su rodilla se hinchó y aquel segundo en que se detuvo provocó que comenzara a perci
La noche en que Marion fue entregada, por la propia directora del orfanato, a aquellos desconocidos hombres, estos inmediatamente la metieron en un baúl y cargaron dentro de una carroza.Presa del pánico, y silenciada por el trozo de tela que cubría su boca, la pequeña atinó a patear desesperadamente desde el interior del baúl para que la sacasen de allí.Pese a su esfuerzo, nadie respondió, sólo podía sentir el agitar de la carroza que no detenía su avance.En un momento, cuando detuvo sus patadas, escuchó las voces de dos hombres hablar.- Oye ¿Seguro que puede respirar ahí dentro? - Claro que sí - respondió el otro - El baúl es más grande que ella, así que puede respirar a la perfección.- Mejor quítale la tapa un momento, no nos sirve de nada llegar con una niña muerta... - insistió.- Como fastidias - se quejó y Marion pudo ver como la tapa del baúl se elevaba y por ella asomaba el duro rostro de un hombre iluminado con una farola de mano.Inmediatamente la pequeña se enderezó,
《¿Ella... es la Reina?...》 se preguntó la niña, escapando un poco de su conmoción. La mujer se puso de pie y abrió uno de los armarios. - Escogeré uno para ti - dijo, revisando el armario de vestidos - ¡Ah! Este... Este azul combina tan bien con tus ojos... - comentó, tomando la prenda en sus manos - ¡Oh!, también debo peinarte - se entusiasmó, tomando un cepillo de la cajonera. Marion sólo la observaba en silencio, mientras la reina dejaba aquellos objetos sobre la cama. Luego, hizo sonar fuertemente una campanilla que, al parecer, había traído consigo, causando que una criada abriese la puerta. La pequeña enseguida la reconoció: era una de las sirvientas que la había bañado anteriormente. - Alteza, dígame ¿en qué puedo sevirle? - preguntó, casi sin levantar la cabeza. La mujer se sentó en la cama, tomó a Marion en brazos y la sentó sobre su regazo. - Trae té y galletas para nosotras - ordenó, mientras acariciaba el cabello de la niña y se percató de algo que la perturbó - Est
Marion no lograba disimular la conmoción en su mirada. Sentía que las palabras ni siquiera podían salir de su garganta, pero el niño frente a ella insistió: - Además... la forma en la que te acercas a mi, como te ofreces a ayudarme... y, aunque mis manos estén sucias, igual tomas lo que te doy... Una niña noble nunca haría eso, los nobles que conozco ni siquiera recogen las cosas que se les caen al suelo... - Yo... - murmuró. - Sólo he visto un par de veces, de lejos, a la princesa Elisa y ella no parecía muy diferente de ellos, los sirvientes la cubrían con sombrillas a cada paso... pero tú no, eres diferente... ¿Quien eres? La barbilla de Marion quería temblar, los nervios comenzaron a invadir su cuerpo provocando que le fuese casi imposible el pensar. -Yo... Y-Yo... Deseaba inventar una excusa, sostener la mentira, pero simplemente no pudo y terminó por salir corriendo de allí. - ¡Oye, espera! - exclamó Li. La niña logró oírlo, pero no detuvo su paso, continuó corriendo c