CAP 4 -5

Marion no lograba disimular la conmoción en su mirada. Sentía que las palabras ni siquiera podían salir de su garganta, pero el niño frente a ella insistió:

- Además... la forma en la que te acercas a mi, como te ofreces a ayudarme... y, aunque mis manos estén sucias, igual tomas lo que te doy... Una niña noble nunca haría eso, los nobles que conozco ni siquiera recogen las cosas que se les caen al suelo... 

- Yo... - murmuró.

- Sólo he visto un par de veces, de lejos, a la princesa Elisa y ella no parecía muy diferente de ellos, los sirvientes la cubrían con sombrillas a cada paso... pero tú no, eres diferente... ¿Quien eres?

La barbilla de Marion quería temblar, los nervios comenzaron a invadir su cuerpo provocando que le fuese casi imposible el pensar. 

-Yo... Y-Yo... 

Deseaba inventar una excusa, sostener la mentira, pero simplemente no pudo y terminó por salir corriendo de allí.

- ¡Oye, espera! - exclamó Li.

La niña logró oírlo, pero no detuvo su paso, continuó corriendo con todas sus fuerzas mientras era atacada por sus pensamientos.

《Se acabó... me descubrió... ahora que sabe que no soy Elisa, él también empezará a tratarme igual que los demás...》temió mientras sus ojos se cubrían con lágrimas.

Su corazón se sentía devastado al sentir que la posibilidad de tener un amigo en ese lugar se había esfumado por completo, pero, aún así, debía seguir fingiendo normalidad ante la Reina así que, antes de entrar al palacio, se aseguró de secarse las lágrimas.

Una vez dentro, fue recibida por Ofelia. 

- Cariño, regresaste antes ¿Te sientes bien?

- S-Sí, es sólo que... tengo un poco de tierra en los ojos, quiero lavarme la cara... - se excusó la pequeña.

- Ya veo... Entonces ve a lavarte, tenemos cosas de las cuales hablar en la cena - sonrió la mujer.

La niña obedeció y, cena mediante, la Reina habló:

- Elisa, en un par de días el vestido para tu fiesta de cumpleaños estará listo. Estuve supervisando los detalles finales y créeme que te encantará, su diseño es único.

- O-Oh, muchas gracias, mamá - respondió, no estaba segura de qué decir al respecto.

- Pero, además, he estado pensando en algo... Luego de tu fiesta de cumpleaños, inicia la temporada de eventos sociales entre las familias nobles, y muchas de ellas tienen a jovenes herederos de tu edad. Pienso que es el momento ideal para que los conozcas y comiences a relacionarte con ellos. Sería valioso tener amigos o gente de confianza cuando seas Reina.

Al oírla, Marion se estremeció, hasta ese momento jamás pasó por su cabeza la idea de ser Reina en el futuro, pues aún permanecía intacta su ilusión de regresar a su hogar.

《¿Reina? ¿Quiere que yo sea Reina cuando crezca? Entonces... ¿Nunca podré dejar de ser Elisa? ¿Nunca volveré a ver a mis hermanos?...》se lamentó en su interior mientras Ofelia seguía hablando.

- Sí, salir fuera de las paredes de este palacio será bueno para ambas. Yo también he descuidado mis deberes sociales como Reina, así que debo retomar la actividad. Ya verás que, yendo juntas, nos divertiremos. ¿Estás de acuerdo, Elisa?

- ¿Eh? S-Sí.

- Espléndido - sonrió - Mañana mismo encargaré vestidos que hagan juego entre nosotras. Ya esperaba con ansias a que tuvieses edad para acompañarme a estos eventos... - continuó hablando, pero la pequeña sólo podía pensar en que ya jamás volvería a ver a su familia.

Una vez sola en su habitación, Marion se sentía sin sueño, así que se asomó por la ventana esperando perderse por un momento en las estrellas de aquel cielo nocturno. Pero, inevitablemente, al mirar a través del cristal también podía apreciar a los lejos las caballerizas.

- Li... - suspiró con angustia al pensar que había perdido su única oportunidad de hacer un amigo en ese tormentoso lugar del cual parecía que nunca podría salir.

Al mismo tiempo, guiado por los rumores entre sirvientes, el Rey decidió llevar acabo un cruel movimiento disfrazado de "buena voluntad"...

- Ofelia ¿Podemos hablar? - preguntó ingresando en la habitación matrimonial que por ahora era ocupada sólo por su esposa.

- ¿Qué deseas a estas horas? - dijo la mujer, con cierto desinterés, mientras leía un libro.

- Escuché que planeas iniciar a esa niña en los círculos sociales... No es necesario que te diga que ella no está capacitada para eso. Aprender unos cuantos modales para sobrellevar una noche de fiesta es una cosa, pero en las reuniones privadas inevitablemente mostrará sus falencias, los ojos de todos estarán sobre ella. Elisa era una niña brillante que a los cinco años escribía con fluidez, esta, en cambio, apenas y sabe escribir su nombre...

La Reina cerró el libro en sus manos y soltó:

- ¿Por qué no dices directamente que es lo que quieres?...

- Es simple, lo que vengo a proponerte es que la eduquemos antes de exponerla ante los demás nobles. Ya que quieres continuar con todo esto - habló en referencia a Marion - al menos que aparente ser alguien que proviene de la familia Real... Arthur conoce a una institutriz excelente para el trabajo, dice que hará maravillas con ella en poco tiempo. Le diremos que, durante su enfermedad, Elisa perdió parte de la memoria, de esa forma no sospechará por tener que enseñarle lo básico desde el principio...

A Ofelia le costaba creer en las buenas intenciones de su esposo, pero si se trataba de mantener la dignidad de la familia Real era diferente, sin duda Dante estaría dispuesto a hacer lo necesario por aparentar perfección.

- Bien, que así sea. Mi Elisa ya es perfecta, pero puedo aceptar que se prepare un poco más para ganar confianza, que sea por su propio bien.

- Claro que sí, todo lo que aprenda será para su propio beneficio, y el nuestro también, después de todo no deja de ser una representante de la familia Real. 

- Pero que sus clases inicien luego de la fiesta de cumpleaños, no quiero que mi hija tenga preocupaciones innecesarias. Deseo que disfrute del evento. 

- De acuerdo, se hará como tú quieres. Mañana mismo le indicaré a Arthur contactar a la mujer, tú encárgate de decirle a esa niña sobre esto. Te dejo descansar, buenas noches, Ofelia - terminó él y se retiró, dejando a la mujer sin siquiera sospechar de que acababa de caer en su trampa.

De esa manera pasaron dos días, dos días en los que Marion no se atrevió a visitar a Li, pero, para no levantar sospechas en la Reina, igual la pequeña pasaba esas horas libres en el jardín trasero, aunque en total soledad entre las flores. Inevitablemente la tristeza la invadía, veía las caballerizas de reojo y deseaba volver a hablar con él, pero se detenía ante el temor de recibir su rechazo.

¿Qué debería decirle? ¿Cómo podría explicar la verdad? ¿Él seguiría siendo el mismo tras saber la realidad? ¿O la trataría a menos como todos los demás? Eran las dudas que la invadían.

Hasta que, en la tarde del tercer día, impulsada por el agobio en su corazón, Marion decidió poner fin a su incertidumbre y fue directo hacia las caballerizas. 

Con sus manos temblando, abrió lentamente la puerta y con tímidos pasos terminó por entrar, topándose así con aquel niño que se encontraba distraído en sus labores.

No estaba segura de qué decir al respecto, nunca antes había estado en una situación similar, así que sólo decidió hacer caso a una vieja lección que aprendió de Yasmina: "Si sientes que actuaste mal frente a alguien que quieres, entonces discúlpate sinceramente con él".

 - Perdón, Li... - soltó con su dulce voz.

Inmediatamente el pequeño notó su presencia y volteó a verla.

- Perdóname por haberte mentido... por dejar que creyeras que era la princesa... A mi... no me gusta mentir, pero... - continuó, apretando sus pequeños puños en la falda de su vestido - Es que...

Sentía verguenza de mirarlo, así que cerró sus ojos para terminar de decir:

 - Eres el único que me trata bien en este lugar... todos aquí parecen odiarme, menos tú... me gusta estar contigo... Por eso tenía miedo de que, si sabias quien era en realidad, empezarías a tratarme mal como todos los demás... No quería engañarte, pero estaba asustada, por eso... ¿Podrías perdonarme... y seguir siendo mi amigo?... Por favor... - pidió entre sollozos y las lágrimas rodaron por sus mejillas.

Aquel niño dejó ver una expresión de angustia también, se acercó lentamente y dijo:

- ¿Cuál es tu nombre?...

- So-Soy Marion... - respondió aún sin mirarlo, pues trataba de secarse las lágrimas con ambas manos.

Li sacó un pañuelo de su bolsillo y lo deslizó sobre la mejilla de la niña, aquello sin duda llamó la atención de ella, logrando posar sus ojos en él.

- Hola, Marion... - sonrió el pequeño, haciéndole sentir que todo estaba bien.

Esa tarde, luego de calmar su tristeza, Marion y Li terminaron sentados en una banca que se encontraba al final de los corrales, y allí, con cuidado de no ser escuchados por nadie, la niña soltó su verdad...

- Es... increíble... - dijo él, luego de oír aquel relato - Entonces ¿La verdadera princesa está muerta?...

- Sí... escuché que murió dormida, hace muchos días atrás...

- Ya veo, con razón todos los sirvientes se comportaban de manera extraña...

- ¿Qué quieres decir?

- Bueno, el Rey siempre recibe muchas visitas de nobles, desde aquí podía verlos entrar al palacio, pero un día ya no recibieron más visitas ni tampoco los sirvientes de dentro salían mucho. Parecía como si estuvieran escondiendo algo...

- Todos los sirvientes que he visto saben sobre lo que le pasó a la princesa ¿Por qué tú no? ¿Tu tío tampoco lo sabe?

Él lo negó con su cabeza.

- Los sirvientes que estamos afuera del palacio no sabemos nada de lo que pasa allí dentro, sólo lo que alcanzamos a ver desde donde estamos. Con el único que hablamos es con el señor Arthur, pero él no es muy amistoso...

- No, no lo es... - suspiró Marion bajando su cabeza - Ellos me trajeron aquí, hago todo lo que me dicen, pero igual parece que me odian y no sé por qué...

- Es porque le temen al Rey, si el Rey te odia, los sirvientes también lo harán por miedo a hacerlo enojar...

- Debes tener razón, yo también le tengo miedo a ese hombre... 

- ¿Y qué hay de la Reina? Te he visto tomar el té con ella ¿Acaso no te trata bien?

- Con ella es diferente... Creo que le agrado porque piensa que de verdad soy Elisa... Siempre hago caso a todo lo que quiere, pero... no sé qué pasaría si de cuenta que no soy su hija...

- Bueno... aquí no tienes que sentir miedo por eso...

- ¿Eh? - se sorprendió la niña.

- Quiero decir que cuando vengas a verme puedes seguir siendo Marion. Yo guardaré tu secreto - sonrió.

Ella sintió su corazón reconfortado, ahora que él sabía toda la verdad, su relación era aún más especial.

- Muchas gracias, Li, eres muy bueno conmigo. Yo también intentaré ser una buena amiga para ti - respondió con igual sonrisa.

Con aquella promesa en su corazón, esa tarde, Marion regresó al palacio, lista para seguir con su rutina de fingir ser alguien más, pero esta vez con sus ánimos renovados pues sabía que ahora tenía alguien que la aceptaba tal y como era, alguien que aceptaba a la verdadera Marion.

Luego de la cena, la Reina se dispuso a alistar a la niña para ir a dormir y, mientras cepillaba su cabello, comentó:

- Elisa, hay algo que debo decirte.

- ¿Hu?

- Una vez que pase la fiesta, comenzarás a estudiar con una institutriz aquí.

- ¿Estudiar?

- Sí. Es muy importante que prestes atención a lo que te enseñe, y que hagas caso a sus indicaciones ¿De acuerdo?

La pequeña no pudo evitar sentirse un poco nerviosa ante ese nuevo desafío, pero aun asi decidió responder:

- Sí, mamá.

- Que buena niña eres, estoy segura de que sabrás aprovechar todo lo que puedas aprender de ella y, poco a poco, te convertirás en una excelente Reina...

"Convertirse en una Reina", nuevamente el peso de las palabras de Ofelia hacían sentir a la niña que nunca podría salir de ese lugar. Pero no era la única que ponía sus expectativas en ella, pues, irremediablemente, Marion no sólo debía fingir ser Elisa entre las cuatro paredes de una habitación, no, ahora debía convencer a toda una sociedad de nobles en esa fiesta de que era la verdadera princesa.

Al día siguiente, Arthur pidió permiso a la Reina para instruir en privado a la pequeña sobre el protocolo básico de una princesa.

- Bien, debido a la situación, muy a pesar del deseo del Rey, es necesario que aprendas con eficacia los modales que una princesa de tu edad debe tener - habló aquel hombre mientras Marion se encontraba sentada frente a una gran variedad de cubiertos.

- Comenzaremos por los modales durante la cena. El menú principal se compone de: entrada, plato principal y postre, así que debes saber elegir el cubierto correcto para cada tipo de comida. ¿Estás lista?

La niña sintió sus nervios despertar, aun así no evitó preguntar:

- Se-Señor Arthur... ¿Qué pasará si cometo un error en la fiesta?...

- Créeme, no querrás cometer un error frente al Rey... - soltó fríamente - La princesa Elisa era una niña brillante, una característica propia de los Garlint, así que desde temprana edad tenía modales perfectos, pero nunca tuvo oportunidad de demostrarlos en un evento público.

Marion se sorprendió al descubrir ese detalle, y él continuó:

- El Rey amaba profundamente a su hija, por ello siempre la preservó de las malas influencias e intereses que podrían atacarla en las reuniones con otros nobles. Además, la edad ideal para las presentaciones en sociedad de los jóvenes nobles es a los doce años, por lo que este evento es solo un deseo caprichoso de la Reina... - agregó.

Pronto, el mismo cayó en cuenta de lo que acababa de decir:

《¡¿Pero en que estoy pensando?! Debo tener cuidado con mis palabras, esta niña es peligrosa. En este momento, es la persona más cercana a la Reina. Si llegase a repetir frente a ella lo que le acabo de decir sin duda estaré en problemas...》se preocupó en su interior, miró a Marion y continuó:

- Lo que quiero decir es que los ojos de todos los nobles estarán sobre ti esa noche, especialmente los del Rey... Si cometes un error, la familia Real también se verá perjudicada. Así que procura hacerlo correctamente, nunca olvides que las vidas de los niños de ese 

Orfanato dependen de tus acciones.

"Amenazas", cada vez que Marion parecía conseguir un poco de paz en medio de ese encierro, Arthur se encargaba de recordarle la razón del por qué estaba allí, y el precio que podía pagar por sus errores...

- Así que la fiesta de cumpleaños de la princesa, por eso los sirvientes se la pasan de aquí para allá - comentó Li, mientras hablaba con Marion esa tarde.

- Sí, así es... - suspiró ella con cierto desánimo.

- Sé que tienes miedo se hacer algo mal allí, pero... estoy seguro de que lo harás bien.

- ¿De verdad?

- Sí, tal vez hasta podrías divertirte. Quiero decir, es una fiesta ¿verdad? 

- No lo creo... El señor Arthur dijo que ni siquiera podré bailar, que sólo debo saludar a los invitados.

- ¿Bailar? ¿Te gusta bailar?

- Claro que sí, siempre lo hacíamos con mis hermanos en mi verdadero cumpleaños, bueno, cuando Yasmina llegó al Orfanato, en realidad. Ella hizo que los cumpleaños fuesen más divertidos, con bailes y juegos.

- ¿Y que día es tu verdadero cumpleaños?

- El catorce de mayo, ese día cumpliré ocho años.

- Catorce de mayo... faltan dos meses - pensó en voz alta - Prometo que lo recordaré.

- ¿Eh? - se sorprendió ella.

- Prometo que recordaré felicitarte en tu verdadero cumpleaños - aseguró.

Aquello inevitablemente le sacó una sonrisa a Marion.

- Muchas gracias, Li. Yo también quiero felicitarte en tu cumpleaños. ¿Qué día es?

- Bueno... en realidad... es hoy - respondió con pena.

- ¡¿Hoy?! ¿Hoy es tu cumpleaños?

- Sí, hoy cumplo nueve años.

- ¡Oh! ¡Felicidades, Li! - exclamó, alegre.

- Gra-Gracias - continuó apenado.

 Marion se puso de pie y enseñó sus manos frente a él.

- ¿Eh? - murmuró confundido.

- Es tu cumpleaños, vamos a bailar, Li - propuso, sonriente.

- ¿Ba-Bailar? - preguntó, nervioso - P-Pero yo no sé nada sobre como bailar o jugar...

- ¿Cómo no? ¿No sabes jugar a nada?

- Bueno... pues... no - admitió ante el asombró de ella - Como siempre he estado solo con mi tío, lo acompaño a todos sus trabajos...

- ¿Y tus padres?

- Mamá murió cuando yo tenía un año, y nunca conocí a mi padre, creo que se fue de casa cuando mamá estaba embarazada, así que crecía con su hermano, mi tío Kai.

- Oh... lo siento mucho...

- No te disculpes, no los conocí, así que no los extaño. No me siento triste por eso - respondió despreocupado, aliviando el ambiente.

- Entiendo... Pero, entonces ¿No te gustaría intentarlo? - insistió otra vez, ofreciendo sus manos - Yo tampoco sé mucho, pero puedo enseñarte lo que aprendí. Será sólo para divertinos - lo convenció.

Él, dudoso, aceptó:

- Está bien ¿Qué tengo que hacer?

- Párate frente a mi - indicó y el niño lo hizo - Ahora dame tus manos. Bien, un paso atrás, un paso adelante.

- ¿Así? 

- ¡Sí! Lo haces muy bien, Li. Hagamoslo de nuevo - le pidió alegre y entusiasmada.

Así, al ritmo de un suave tarareo por parte Marion, los niños ensayaron unos tímidos pasos de baile sólo por diversión. Li no podía evitar sentirse un poco apenado pues, al tomar las manos de ella descubrió que eran pequeñas y suaves, a comparación de las suyas que eran más duras debido al trabajo.

Le resultaba vergonzoso, pero a la vez agradable, una niña de sonrisa radiante y de ojos preciosos que lo invitaba a simplemente divertirse como cualquier niño.

 A medida que repetían los pasos, Li fue dejando atrás su pena, pero, cuando comenzaba a disfrutar de aquel juego, alguien los interrumpió.

- Ya regresé, Li- dijo un hombre moreno, que entraba por la puerta trasera y los sorprendió en pleno baile.

- Tío Kai, bienvenido - lo recibió el pequeño.

 - ¿Pero qué...? ¡¿Princesa?! - se impresionó - ¿Qué está haciendo aquí?

- Buenas tardes, señor Kai - lo saludó - Sólo estaba jugando con Li, somos amigos.

- ¿A-Amigos ? - repitió, incrédulo - ¿Y el Rey está de acuerdo con esto?

- Bueno... - dudó en responder.

- Sí - intervino Li - La Reina le dio permiso de estar aquí.

- Oh, en ese caso... - continuó Kai y se inclinó para estar a la altura de la niña - Sea bienvenida, princesa - le sonrió amable, acrecentando el sentimiento confort que ella experimentaba cuando estaba en ese lugar en particular.

De esa manera los días fueron pasando para Marion, entre las lecciones de Arthur, la rutina diaria con la Reina y las tardes con su amigo Li, hasta que, finalmente, el momento tan temido para ella llegó: La fiesta de Elisa.

Aquella noche, la pequeña era cuidadosamente alistada por Ofelia en su habitación, mientras podía escuchar como por la ventana entraban los murmullos de los nobles avanzando por el jardín. Irremediablemente la preocupación se reflejaba en su rostro.

- No estés nerviosa, cariño, verás que lo harás muy bien - le dijo, mientras terminaba de colocarle un liston en su cabello - Además, mamá siempre estará contigo - le sonrió.

Tocaron la puerta y esta se abrió:

- Alteza, los invitados ya están en el salón - dijo una sirvienta.

- De acuerdo. ¿Estás lista, Elisa? - preguntó la mujer.

- Sí, mamá... - respondió la niña sin más opción.

Luciendo un hermoso vestido de color agua marina, decorado con piedras preciosas, Marion avanzó por el pasillo junto con la Reina, quien llevaba un vestido a tono con el de ella.

Los latidos en su pequeño corazón se aceleraban cada vez más hasta llegar a la cima de la escalera, donde se topó con el Rey después de muchos días de no verlo.

La Reina se paró a su lado, quedándo así Marion entre medio de los dos. Aquel hombre ni siquiera le dirigió la mirada, sólo se mantuvo en silencio con su porte elegante.

De repente, Arthur habló desde el centro del salón.

- Damas y caballeros, con ustedes, la familia Real: El Rey Dante, La Reina Ofelia y, la flor del reino, la princesa Elisa Garlint - los presentó en voz alta y comenzaron a bajar las escaleras.

Los aplausos no se hicieron esperar y, inevitablemente, los ojos de todos se posaron sobre la pequeña princesa que piensa 

Sofía Reynoso

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