Milenka giró el anillo en su dedo anular, observándolo desde distintos ángulos y llegando siempre a la misma conclusión. Si no fuera por Leandro, no sabía dónde estaría en ese momento, ya que no tenía dinero propio aparte de una cantidad exorbitante gracias al italiano. Sin embargo, no podía disponer de esa fortuna porque seguía decidida a devolverla intacta. Aunque ya no le preocupaba su situación económica, le pesaba la mala relación que tenía con sus padres. La distancia entre ellos la atormentaba, especialmente el hecho de extrañar a su madre, con quien llevaba días sin hablar. Se sentía sola y vulnerable, especialmente por su embarazo.De repente, se escuchó a sí misma disculpándose con su madre en voz alta.—Lo siento mucho, mamá...El millonario se apoyó en la pared cerca de la puerta y escuchó sus sollozos fuertes. Él sabía que no era correcto seguir escuchándola y se retiró para darle un momento a solas. Entró en su habitación cargado de pensamientos sobre su propia situació
Aunque tenía los ojos fijos en la portátil, su mente divagaba en otra parte, ocupada en pensamientos que tenían como protagonista a la joven. ¿Podría salir ilesa de la situación a la que él la había arrastrado? Si bien no la obligó, sí la empujó hasta esa relación que terminaría dejando daños colaterales. En ese momento, su teléfono comenzó a sonar. El nombre del remitente lo puso mal y lo llenó de ira. No entendía por qué demonios lo estaba contactando, creyó haber dejado las cosas claras entre ellos y no tenía ningún derecho de contactarlo. Se frustró y volteó el teléfono, no quería seguir viéndolo.Erika al otro lado se molestó porque no le tomaba la llamada, pero no se dio por vencida y siguió llamando sin parar con la intención de que en cualquier momento él atendiera.Enfadado porque no sabía si debía tomar la llamada, finalmente decidió hacerlo.—¿Alguna vez has pensado en lo acosadora que te vuelves al llamarme cuando no quiero hablar contigo? Erika, dejémoslo ya, ha sido sufi
La joven observó la oficina con detenimiento, admirando su belleza y el toque personal que la caracterizaba. Con su suntuosidad, el lugar era sin duda muy atractivo. El hombre la sorprendió mientras ella estaba contemplando la oficina y le preguntó por su visita:—¿Puedo saber qué haces por aquí? Aunque debo admitir que es una grata sorpresa. Me imagino que no te sentías cómoda sola en casa, como dijiste. ¿Estás bien?—Sí, en realidad tenía curiosidad por ver tu lugar de trabajo, aunque no lo pensé demasiado. Probablemente estás ocupado y he venido de improviso, así que puedo retirarme.—De ninguna manera, no debes hacerlo. Aunque estaba ocupado con algunos asuntos, puedo dejarlos para después. Además, es agradable que hayas venido.Ella sonrió.—La mujer de hace rato, tu secretaria... sabe que soy tu esposa. Ahora tiene sentido que se me hayan quedado mirando al entrar a la compañía.—Los puse al tanto para que te dieran el trato y el respeto debido.—Yo... Creo que en ese caso es d
Erika sostuvo en su mano, el frasco de píldoras a medias, y una maliciosa sonrisa apareció en su rostro, reflejando lo que su interior pudriéndose tenía, no contenía nada bueno, solo maldad pura en el peor sentido de la palabra, incluso sus ojos lagrimearon, pero no de tristeza sino que en ese punto de ebullición, le ardía todo su ser por el fracaso, por eso que dio por perdido y volvía a empecinarse por recuperar a toda costa. Respiraba pesadamente y sus sentidos comenzaban a ser nublados por la intranquilidad. Mila fue tan frágil y aún así lo consiguió todo al parecer no ganaba la más fuerte pero podría considerarse victoriosa tras su muerte. —Señorita Erika, han venido a verle —le informó la sirvienta detrás de la puerta. Entonces ocultó el frasco y salió de la habitación cerrando con seguro a las sirvientas se estremeció siempre que la tenía de cerca. Tampoco Erika ayudaba mucho porque la miraba de la peor forma. —¿Qué miras? —giró los ojos y se fue caminando con exagerada gra
Leandro y Milenka se quedaron mirándose fijamente a los ojos. Ella podía sentir cómo su corazón latía más fuerte y cómo sus mejillas se sonrojaban. Leandro sonrió dulcemente y acarició suavemente su mejilla con el dorso de la mano. Milenka cerró los ojos y suspiró, sintiendo la calidez de su gesto. En ese instante, supo que se estaba enamorando de él, que cada cosa que hacía la alteraba, que ya no había retroceso. Leandro se acercó lentamente y acarició esta vez el cabello de Milenka. Ella se estremeció ante su tacto y él pudo ver en sus ojos el brillo del amor que estaba naciendo. Sin embargo quiso darlo por sentado.Se inclinó un poco más hacia ella y le susurró al oído—Te ves tan hermosa cuando te sonrojas.Milenka sintió cómo se le erizaba la piel y cómo su corazón latía con más fuerza.No podía creer que le estuviera diciendo eso. Quizá solo estaba soñando. No había razón para que expresara esas palabras que tanto la confundían. Creyó que la besaría, sin embargo, eso no ocurri
Milenka se despertó temprano un domingo con la intención de cocinar para Leandro. A pesar de que no era muy buena cocinando, su intento fue aceptable.Muchas veces Leandro le pronunció que no era necesario, pero ella se animó esa mañana a hacerlo de todas formas.—Buenos días, Leandro, hoy voy a prepararte un desayuno especial —declaró Milenka.Leandro se llevó una grata sorpresa. —Oh, no es necesario, Milenka. Sabes que no me importa si no cocinas. Pudiste quedarte durmiendo hasta tarde, es domingo —recordó sacudiendo la cabeza. —Lo sé, pero quiero hacerlo. Quiero demostrarte que soy capaz —emitió con determinación.Después de eso el italiano se puso a revisar la portátil. Cada cierto tiempo giraba la cabeza con dirección a la joven, quien estaba centrada en la cocina. ¿Por qué se tomaba en serio el papel de esposa? No era necesario. —Listo, aquí está tu desayuno. Espero que te guste —avisó Milenka con una sonrisa en el rostro.Leandro miró la comida con curiosidad y se sorprend
Tiziano Frattini estaba sentado en su sillón de cuero, con una copa de whisky en la mano, disfrutando del ambiente que había creado en su casa. La luz tenue de las lámparas creaba una atmósfera cálida y acogedora, pero su mente estaba en otro lugar. Ya estaba contando los días para que llegara el momento de conocer a esa mujer que tomaría por esposa; cada vez que lo pensaba una sonrisa victoriosa se dibujaba en su rostro. Desde la primera vez que la vio, no salió de su cabeza y la quiso para él. Al fin Sara sería suya. Sus padres se habían beneficiado al dársela como esposa, porque el italiano le entregó mucho dinero, propiedades y más. De repente, escuchó unos tacones resonando en el suelo de madera. Era Marlene, una mujer que conocía desde hacía tiempo y que siempre estaba interesada en él por su dinero.Eso lo sabía, pero como solo buscaba en ella sacarse las ganas y seguir adelante, no le interesaba. Sin embargo, ese día quería estar a solas, su llegada de improviso fue desag
Milenka estaba nerviosa mientras esperaba su turno para la ecografía. Leandro, la acompañaba sosteniendo su mano y dándole ánimo. La joven no podía explicar con palabras la forma en la que el italiano la hacía sentir, esa manera tan poderosa de hacer que insectos voladores se adueñaran de su estómago. Sí, parecía ser eso. Tomó una bocanada de aire. No quería seguir el juego a sus pensamientos plagados de confusión. Es que era lógico que eso pasara, cuando él no se depegaba ni un instante de su lado, y además de eso, seguía siendo tan cariñoso con ella. Esa atención que le estaba brindando era suficiente para inclinar su mente a eso que tanto esperaba de él, que se diera cuenta de sus sentimientos. ¿Por qué no lo podía ver? Sacudió la cabeza, solo tonterías venían a su mente.—¿Te encuentras bien? —Sí, ¿por qué no lo estaría? —Puedo sentirse tensa, no sé si es porque vine contigo o porque es tu primera vez. Todo estará bien. El bebé está bien —recalcó regalando una sonrisa liger