Capítulo 40 – La verdad ocultaIsabela lo observaba fijamente, un escalofrío recorriéndole la espalda. Gabriel estaba sentado en la orilla de la cama, aún con la camisa manchada de sangre seca. Su rostro, habitual de frialdad e intensidad, ahora mostraba una expresión sombría, cargada de una oscuridad que Isabela no había visto antes. Parecía estar librando una batalla interna, algo que ella no comprendía.-Gabriel... ¿qué fue todo esto? -preguntó, su voz temblorosa pero decidida.Él suspiró profundamente, como si las palabras que estaba a punto de decirle fueran un peso tan grande que casi no pudiera soportarlo. Se giró hacia ella, sus ojos oscuros y profundos reflejando la tormenta que lo azotaba por dentro.-Es algo que debí haberte dicho hace mucho tiempo... -murmuró, su voz grave y cargada de una verdad que ya no podía ocultar-. No soy solo un empresario, Bella. Tengo negocios con la mafia.Isabela sintió cómo un nudo se formaba en su estómago. Sabía que Gabriel era un hombre pel
Capítulo 41 – El encuentro con RicciLa mansión estaba sumida en un silencio tenso cuando los autos negros se detuvieron en la entrada. Gabriel se quedó inmóvil junto a Isabela, observando desde la ventana cómo varios hombres descendían con paso firme. En el centro de ellos, con un elegante abrigo negro y una expresión de absoluto control, estaba Giovanni Ricci.El corazón de Isabela latía desbocado.-Está aquí... -susurró, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.Gabriel la sostuvo del brazo con firmeza, pero su mirada seguía fija en la escena frente a ellos.-No digas nada, Bella. Déjame manejar esto.Pero Isabela no estaba tan segura de que pudiera hacerlo.Los guardias de Gabriel ya estaban alineados en la puerta cuando esta se abrió de golpe, revelando la imponente figura de Ricci. Su presencia era sofocante.-Gabriel Montenegro... -su voz fue tranquila, pero el peligro latía en cada sílaba-. Ha pasado mucho tiempo.Gabriel mantuvo la compostura.-Ricci. No esperaba verte e
Capítulo 42 – El precio del orgulloGabriel estaba sentado en su oficina cuando su teléfono sonó. No necesitó ver el identificador de llamadas para saber quién era. Exhaló con fastidio antes de contestar.-¿Qué quieres, Ricci?La risa del mafioso resonó al otro lado de la línea.-Me gusta lo directo que eres, Montenegro. Ahorraré tiempo. Quiero proponerte otro trato.Gabriel entrecerró los ojos, su mandíbula se tensó.-No estoy interesado.-Tal vez deberías escuchar antes de rechazarme.-No hay nada que decir. No hago negocios con hombres que intentaron matarme.Ricci soltó un suspiro fingidamente decepcionado.-Es una lástima que pienses así... porque ahora tengo algo que te interesa más que cualquier trato.Gabriel sintió un escalofrío recorrerle la espalda.-¿De qué hablas?El silencio al otro lado se hizo eterno. Luego, la voz de Ricci se tornó cruel.-De tu mujer, por supuesto.El corazón de Gabriel se detuvo. Se puso de pie de golpe, su silla rechinó contra el suelo.-Si le has
Capítulo 43 – Sombras del pasadoLa mansión de Gabriel Montenegro estaba en un silencio abrumador cuando sus hombres la trajeron de vuelta. Isabela no decía una palabra. No lloraba. Solo caminaba con la mirada fija en el suelo, como si temiera que un movimiento brusco la desintegrara en mil pedazos.Gabriel la esperaba en la entrada, su corazón latiendo desbocado al verla nuevamente. Pero cuando sus ojos se encontraron, algo dentro de él se quebró. Esa no era la misma Isabela que había dejado atrás.Su piel estaba pálida, su cuerpo cubierto de marcas, vestigios de lo que había sufrido. Pero lo que más le dolió fue la forma en que lo miró: con miedo.-Bella... -susurró, dando un paso hacia ella.Isabela se estremeció al escuchar su voz. Gabriel se detuvo en seco, el aire le faltó en los pulmones. Su mujer, la mujer que había sido fuerte, desafiante, ahora temblaba ante él. Ante su mera presencia.Los hombres se retiraron, dejándolos a ambos en el vasto vestíbulo de la mansión. El silen
Capítulo 44 – Sombras en la oscuridadLa noche había caído sobre la mansión de Gabriel Montenegro, sumiendo la casa en una calma inquietante. Fuera de la habitación, el viento susurraba entre los árboles, pero dentro, el silencio era solo una ilusión.Isabela estaba enredada entre las sábanas, su respiración acelerada, su cuerpo rígido. Las manos se cerraban en puños sobre la tela, y su rostro reflejaba una tormenta interna, una mueca de terror y desesperación. En su mente, las sombras del pasado la perseguían, y su cuerpo respondía a esos demonios invisibles.-No... -susurró, su voz apenas audible, moviéndose frenéticamente en la cama.Las imágenes del club la atormentaban con una fuerza aplastante. Las luces cegadoras, las miradas insidiosas que la recorrían, el ruido de la música ahogando sus gritos. Podía sentir las manos de Ricci en su espalda, el dolor punzante de cada golpe, el desprecio por su tatuaje, la marca que la había condenado.-¡No! -gritó, su cuerpo convulsionando por
Capítulo 45 – Enfrentando los demoniosGabriel Montenegro nunca se había sentido tan impotente en su vida. Había pasado años construyendo un imperio basado en el control absoluto, en la fuerza, en la certeza de que nada ni nadie podía derribarlo. Pero ahora, sentado en su oficina con el teléfono en la mano, entendía que había un enemigo al que no podía doblegar con amenazas o violencia.El miedo de Isabela.La veía cada noche luchar contra las pesadillas, despertar temblando, con el terror reflejado en sus ojos. Y lo peor era que él no podía hacer nada para arrancarle esos recuerdos.Por eso estaba haciendo algo que jamás pensó que haría: pedir ayuda.-Doctor, necesito que la ayude -dijo con voz firme al teléfono-. Es la mujer que amo y no la quiero ver sufrir más.El especialista con el que hablaba llevaba años tratando víctimas de traumas extremos. Después de una breve conversación, acordaron que enviaría a un psicólogo de confianza a la mansión.Gabriel colgó el teléfono y respiró
Capítulo 46 – Confesiones del almaIsabela tomó aire profundamente, sintiendo cómo su pecho se oprimía al pensar en su pasado. Aún tenía el pañuelo que el doctor Ruíz le había dado entre las manos, pero ahora lo apretaba con fuerza, como si aferrarse a ese pequeño trozo de tela le diera valor para seguir hablando.-Gabriel no fue el primer hombre que me hizo sentir atrapada -susurró-. Desde pequeña, siempre tuve la sensación de que mi vida no me pertenecía.El doctor Ruíz la observó con paciencia, sin interrumpirla.-¿Podría contarme más sobre eso?Isabela asintió, sus ojos se perdieron en el vacío, como si estuviera viendo escenas de su vida proyectadas ante ella.-Mis padres nunca me quisieron realmente -dijo con voz temblorosa-. Para ellos, yo solo era un objeto, una pieza en su tablero de ajedrez. Mi madre... ella siempre me decía que las mujeres nacíamos para servir a los hombres. Y mi padre... bueno, él solo quería venderme al mejor postor.El doctor no mostró sorpresa, pero su
Capítulo 47 – Reconstruyendo los pedazosGabriel caminaba de un lado a otro en la amplia sala de la mansión, su paciencia a punto de agotarse. Cada minuto que pasaba, la ansiedad crecía dentro de él. Sabía que Isabela estaba en el despacho con el doctor Ruíz, y aunque le había prometido no interrumpir, el tiempo se estiraba como un pesado manto sobre sus hombros.No era fácil estar al margen, pero comprendía que ella necesitaba este espacio. Más que nunca, Isabela merecía encontrar la paz que había perdido, y eso solo podía conseguirse enfrentando sus demonios. Gabriel se sentó brevemente en un sillón, pero no pudo quedarse quieto. Su mente no dejaba de pensar en todo lo que había pasado y en lo que aún quedaba por sanar.La puerta del despacho se abrió de golpe, y Gabriel se detuvo en seco, su mirada fija en la figura que apareció. Isabela salió con paso lento, sus ojos enrojecidos por las lágrimas, pero algo en su expresión había cambiado. No era la mujer quebrada que había sido ant