En Isla Paraíso, Sofía: «Definitivamente, es un sinvergüenza e infiel. Igualmente, mujeriego que juega con los sentimientos de los demás. Y mi madre defendiéndolo». Salí de mi habitación hacia la recámara de ella, para mostrarle esta noticia. —¡Toc! ¡Toc! —toque la puerta de su habitación. —¡Adelante! —me respondió ella. —¿Y eso, mami? Es extraño que estés acostada a esta hora —pregunté preocupándome por ella. —Me puse a jugar con los trillizos, futbol. Y me duele todo —aseguró está con una sonrisa. —No debes complacerlos en todo, mami. Ya no eres una jovencita —reclamé, acercándome a la cama para que viera las noticias que eran tendencia este día. Ella, tomó el celular, comenzó a revisar y desplegar todas las noticias. Al final, terminó de leer y me aseguró que eran puros cuentos de alguien que pagó para que le publicaran eso. Incrédula ante su respuesta, le refuté... —Él se fue, después de comer con ellos. Ni siquiera se despidió de nosotras, no avisó, tal vez se está desqui
Rafael: Por último, saludé al abogado y al propietario del Harás. Este miraba embelesado a Sofía, lo cual no me gustó. Por esta razón, me ubiqué a un lado de ella y en ningún momento me separé de esta. Le pedí al abogado, que aligerara el trámite para sacarlos de ahí. Ella se veía regia con su traje de sastre y un top que dejaba ver su delgada y esbelta cintura, puesto que llevaba la chaqueta desabotonada. Ella combinó el calzado, cinturón, bolsa y top de un color fucsia llamativo, ante el gris claro del traje completo. Cuando Sofía fue llamada para firmar en representación de sus tres hijos, se sorprendió, mirándome con asombro, al igual que a su madre. Justo antes de firmar, fue que se enteró de que no era un arrendamiento, sino la compra de una porción del Harás a nombre de sus trillizos. Ella quiso como retractarse, no obstante, su madre no lo permitió, se acercó a esta y le animó a firmar. Entretanto, permanecí inclinado ante los niños, para evitar una escena de Sofía y me
Rafael: «¡Si no me equivoco, ese fue otro arrebato de celos!», recapacité en silencio, mirando a Sofía caminar hacia los baños. Pedí permiso, me levanté del asiento y caminé detrás de ella hacia la misma zona. Esperé afuera, que Sofía saliera del baño y la tomé de la mano con fuerza, buscando un lugar apartado en donde hablar con ella, sin interrupción. Le arrastré por un pasillo largo, hasta que salimos a un espacio abierto, como especie de terraza. —¡Suéltame Rafael! —Gruñó ella enojada, sin levantar la voz, evitando algún escándalo— ¿te volviste loco? —preguntó, hecha una fiera, tratando de soltarse de mi mano. —¡Sí! Me estoy aburriendo de escuchar tus ataques hacia mí, sin ton ni son —Comenté, con una media sonrisa— ¿Cualquiera diría que estás celosa? —cuestioné. —¡JA! ¡¡TUS GANAS!! —me gritó ella, altiva, levantando su rostro y con eso sus hermosos ojos azules, que me hacen perderme en un mar de deseos y pasiones. Me sonreí y le doblegué llevando sus manos hacia atrás, acor
El Narrador: Así, se despidieron con la promesa de verse en unas horas. Rafael se ofreció a pasar por ella, para que no conduzca de noche. Sofía, al llegar de nuevo a su casa, no volvió a la Naviera, aun cuando había muchas cosas por resolver. Entre estas, lo ocurrido con Reyner, su hijo y Ezequiel la noche anterior, quienes al parecer van a pasar unos días detenidos por orden del Juez rector. Ella, llamó a Benjamín, quien estaba muy feliz de los resultados de ese día. Él, consiguió a través de sus abogados que los encerraran preventivamente, mientras se llevaban a cabo las averiguaciones. —No obstante, el fiscal fue claro, les van a fijar una fianza muy alta, porque los tres son personas con suficientes recursos económicos y financieros y bien pudieran fugarse del país —contó este. »Así que deberán vender algunos de sus bienes para cubrir el monto de la garantía —puntualizó Benjamín satisfecho. —De igual manera, me alegra Benjamín. Para ver si por fin escarmientan y dejan de lado
Rafael: —¿Perdón, Rafael? —Cuestionó ella— No, fue mi intención hacerte enojar —se disculpó, mientras Sofía se soltó de mi mano y me anunció que iría al baño. —¡Ya vengo! —expresó ella, con una mirada inescrutable. —¡Yo te acompaño! —ofrecí dejando a Yoly sola, de pie en la pista de baile. Traté de tomar a Sofía de la mano, pero ella molesta, me gruñó entre dientes para que la soltara. —¡Grrr…! ¡Suéltame! —murmuró irritada. —¡Por favor, Sofía! Te juro que no tengo nada que ver con ella. No sé por qué se ha empeñado en este acoso —aclaré, sin lograr nada. —¡Lo mismo me dijiste cuando Mirelys! —Replicó ella, caminando a paso rápido— ¡Por favor! Dejemos esto hasta aquí, voy al baño y nos vamos —afirmó yendo hacia el área de los sanitarios, y yo detrás. En todo caso, me quedé en la entrada a los baños, para protegerla, pues había mucha gente en la celebración. Por otro lado, desconfiaba de Yoly. En ese mismo momento, Martín se me acercó y me preguntó que hacía ahí. —Esperando a So
Sofía: Después, Rafael me siguió acariciando y subió por mis orejas, las cuales mordisqueó varias veces. Posteriormente, subió a mis párpados besándome con ternura. Finalmente, soltó mi cabello del moño que me habían hecho, enredó sus dedos en él y hundió su rostro en este. —¡Sofía! Desde la primera vez que te vi, sentí que te conocía desde antes y aún sigo sintiendo esto. Mi vida está ligada a la tuya, lo intuyo —Confesó él— ¡Me gustas demasiado! Como jamás me ha gustado mujer alguna. —¡Eso, le dirás a todas! —le susurré, con una voz ronca, irreconocible, hasta para mí. —Te puedo asegurar que es la primera vez, que siento esto. Deseo verte todo el tiempo, compartir mi vida contigo —declaró, con su mirada pérdida en la mía— ¡Te extraño, cuando estoy lejos de ti! ¡Precisamente, por eso estoy aquí! —Rafael ¡Esto no puede ser! Apenas nos estamos conociendo —aclaré con mi voz y mi cuerpo temblando totalmente. —¡Creo en el amor a primera vista! Solo me bastó verte, tenerte cerca de mí
Sofía: —¡Eso ya te lo demostré! —susurré, apoyando mi cabeza en el duro y fornido pecho de él, mientras Rafael acariciaba y alisaba suavemente mis cabellos con sus dedos. —¡Me parece increíble, sentir tanta felicidad! —argumentó él sonriendo y no dispuesto a separarse de mí. Él, sentado en el puesto del chófer y sosteniéndome sobre su regazo, me besó nuevamente, poseyendo mi boca, como si fuera mi cuerpo. Me acarició la espalda con delicadeza, hasta llegar a las nalgas, las cuales me apretó, mordiendo sus propios labios. —¿Nos vamos? —Me consultó él, con su voz ronca, sincerándose conmigo— Estoy demasiado excitado. Tu cuerpo me excita y me seduce sexualmente. De repente, te he deseado tanto y debido a eso estoy así —confesó, enterrando su cara en mi cabello. »¿Sabes? Nunca he tenido novia formal y deseo vivir esto contigo —me susurró proponiéndome que fuera su novia. —¡Je, je, je! —Sonreí— Yo tampoco he vivido esa etapa —le confesé— ¡Vamos, pues! —acepté convencida, que al menos
Al día siguiente, Sofía: —¡Dios! ¡Qué noche tan extraordinaria! ¡Por favor, Señor! Ayuda a que de aquí en adelante, todas mis noches sean especiales y satisfecha, como la de anoche —exclamé en voz alta en mi habitación. —¡Mami! ¡Mami! —gritaron felices, mis hijos, abriendo la puerta de mi alcoba aún envueltos en sus pijamas. —¡Digan, mis amores! —pedí abrazándolos a los dos, sentada en medio de mi cama Queen Size. —Mi hermanito Angelito amaneció bien —contó Rafael Argenis, feliz. —¡Upa! ¡Vamos, vamos! Para ver a mi pequeño Angelito —respondí emocionada, igual que ellos. Salimos los tres de la habitación, felices y sonriendo, por lo que al entrar a la recámara de mis hijos, fui sorprendida con Rafael, dándole de comer a mi pequeño. Lo primero que pensé fue en mi aspecto. Mi pijama hacía juego con la de mis niños, pero era de short muy corto, que dejaba ver todas mis esbeltas y gruesas piernas. Él fijó su mirada en esta parte de mi cuerpo, por lo que al levantar sus ojos, su mira