Pov Hardick Había pasado un mes desde la última vez que la vi. Aitor se ha negado a levantarse del fondo de mi mente, tiene más restricciones que antes. Literalmente se la pasa durmiendo todo el día todos los días. —Hardick, perdón que te interrumpa, pero tienes que venir un momento. Volteo a ver a Liam que trae una mirada algo disgustada. Camino con él hasta la entrada y ya Gedeon nos espera con un computador en sus manos. —¿Qué pasa? Voltea la pantalla y miro la entrada de la manada. Una mujer con tres hombres están parados allí, pacientemente, esperando a que vayamos a hablar con ellos. —Acaso son.... —Lo son Hardick, son vampiros, dijeron que traían información valiosa de Darius. —¿Por qué deberíamos confiar en ellos? Liam no parecía de buen humor con la llegada de estos a nuestra entrada, a mí me incomodaba la verdad. Nuestras razas jamás se llevaron bien, ellos son unos prepotentes, orgullosos, engreídos, que creen que son mejores que nosotros. —¿Qu
Pov Narrador —¿Qué hacemos Mariel?, ella no ha querido comer nada desde ayer. —Nada Milo, está luchando consigo misma, nosotros no podemos hacer nada por lo que ella sienta. Amaya se abrazaba fuerte a sus piernas, que apenas eran cubiertas con la fina sabana de la cama. Sollozos se escuchaban en la habitación, mientras pequeños espasmos sacudían el cuerpo de Amaya. Ella se aferraba fuerte a sus brazos mientras seguía abrazando sus piernas. Durante los últimos días ha estado sintiendo la presión y el peso de quién es. Se está comenzando a odiar así misma por todo la sangre derramada, por toda aquella masacre que desató. La culpa la estaba invadiendo y la depresión la estaba llevando a una profunda soledad, alejaba a todos de ella, sintiéndose el ser más miserable. Odiaba su vida, deseaba con todas sus fuerzas olvidar, olvidar incluso, quién es ella misma. Suaves toques se escucharon del otro lado de la puerta, pero desde el interior nadie respondía. Una vez más, volvieron a
Pov Amaya —"Robin, ¿puedes venir por favor?" —"Ahí voy". Robin entra a mi oficina y detrás de él, veo a Devaj. —Quiero que vayas al aeropuerto y busques a mi amiga Cris, dejaré abierta la neblina para ustedes de este lado. —O sea, que debo avisarte cuando ya esté conmigo, para que la abras. —Así es. Le di acceso a ella, llevándolo a un lugar solo y apartado del aeropuerto, no lo conozco realmente, solo estuve ahí una vez. Pero como todos, me supongo, el estacionamiento es el más solo, allí lo envío y espero que llegue bien. Devaj se queda en la oficina haciéndome compañía, después de un rato llega Milo con los nervios de punta. —¿Y ahora? —Bueno... pues... Me recuesto en mi silla y lo observo. —Hardick y Liam están aquí. El bolígrafo se me cayó de entre los dedos, mientras algo en mi cabeza explotaba con fuerza. ¡BOOM! Parpadee un par de veces, antes de volver a preguntarle a Milo, que fue lo que dijo. —Ellos están aquí Amaya, solicitan verte. Bien Amaya, tranquila,
Pov Amaya Llegué a la cena donde solo estaba Liam y aquella persona a la que me niego ver. Todo transcurre en un incómodo silencio, hasta que por fin, la infinita cena termina. —Yo me retiro primero, ustedes hablen. Liam me sonríe como si no hubiera preocupaciones en el mundo y se va como si lo persiguieran. Veo de reojo como Hardick se levanta y fruncí el ceño al sentir que se acercaba a mí, por un momento se detuvo y luego continuo. —Amaya yo... quería darte estás flores, sé que no es mucho y sé que con esto no borro nada en el pasado, pero queríamos darte algún detalle. Volteo a ver las hermosas flores en sus manos, antes de verlo directamente a la cara. Aprieto los puños con fuerza arrugando el mantel que cubre la mesa. Él baja la cabeza sin decir nada, sé que siente la rabia que me está causando. Agarro las flores arrancándolas de su mano, con las mismas flores lo golpeó una y otra vez, arañando su piel con las espinas. Él no se resiste, solo se queda allí p
Pov Amaya Esta vez, mi cuerpo completo estaba arropado por el de él, sus manos apretaban con fuerza en mi cintura. Vagando por encima de mi camisón de seda, pero no sobrepasando los límites. Rozaba su nariz en mi cabello, aspirando mi aroma, como si quisiera perderse en mi olor y guardarlo en lo más profundo de su memoria. —Amaya— susurro mi nombre tan bajo que apenas pude oírlo. Sus labios bajaron a mi oreja, tomando mi lóbulo de forma delicada. Un pequeño jadeo volvió a escapar de mí, cerré los ojos sintiendo las chispas volar por lo alto. Mi cuerpo se estaba rindiendo a él, yo me estaba rindiendo a él y talvez lo dejaría. Sentí sus labios húmedos bajar por mi cuello, pequeños jadeos seguían escapando de mí sin poderlo evitar. Dejó un beso profundo y húmedo en dónde llevaré su marca. Sentí sus colmillos rozar mi piel y solo ahí reaccioné. Lo empujé un poco y aún seguía pegado a mi cuello, parecía no estar respondiendo a mis empujes. —Hardick, no. —Cachorra... —Dije que
Pov Amaya Me despierto sintiendo por primera vez en mucho tiempo, el cuerpo relajado. Esta vez estaba sola en la cama, decidí pararme y meterme al baño. Supongo que Hardick se había ido, digo, no es como que quiera soportar otro de mis ataques repentinos. Creo que ayer me excedí. Diosa, ayer estaba loca y desquiciada, seguro debió amanecer con muchas quemaduras en su cuerpo. Justo cuando pensaba salir, siento las chispas en mi piel, explotando como nunca antes. Un pequeño jadeo escapa de mis labios aun sin acostumbrarme a aquella sensación. Hardick pega su cuerpo al mío, haciéndome sentir cada fibra de mi ser vibrar bajo aquella eléctrica sensación. Me da la vuelta y levanto la mirada para perderme en aquel hermoso azul de sus ojos. Sus manos grandes y fuertes bajan hasta mis nalgas, apretándolas, pegándome más a su cuerpo. Puedo sentir su dura hombría sobre mi vientre y mi centro anhela por ser penetrado. Me pega a la fría baldosa del baño, su respiración calient
Pov Darius El cuerpo sin vida de otro de mis generales cae ante mis pies. Sus ojos aún abiertos y con una expresión de horror en su rostro aún marcada en él. Todos en la sala permanecen callados, con la cabeza abajo y temblando de miedo. El miedo que se siente en el aire es asqueroso así como sus patéticas vidas. Les di una tarea sencilla y ni esa mierd4 pueden hacer. —A veces me pregunto para qué los tengo a ustedes. Me siento en mi trono observando a cada uno de ellos con decepción. Pensé que mi camino a destruir el Reino de los lobos estaba tan cerca. Lo pude saborear, pero la victoria se escapó entre mis dedos por culpa de esas marionetas inservibles. —¿Dónde está el libro? —Señor, Mirsella logró llegar antes, dijo que si lo quería tendría que matarla primero. Ese pequeño estorbo del demonio, tuve que haberla arrancado del vientre de su madre cuando tuve la oportunidad. —¿Y dónde está ella ahora? Los veo a todos ponerse nervioso y ya sé que me volvieron a fallar. —Señ
Pov Amaya Despierto y observo mi habitación iluminada por la luz del día. No se escucha nada afuera, tampoco puedo contactar con nadie. ¡Esto es extraño! Me coloco una bata antes de salir, recorro los pasillos por donde se filtra la luz del sol. Al llegar abajo, abro las puertas que conducen afuera. No hay nadie, absolutamente nadie alrededor. Confundida avanzo por las solitarias calles de mi manada, no hay niños corriendo de un lado a otro, no hay personas en las calles vendiendo flores o comida. No entiendo que es esto. Cruzo la esquina y me encuentro frente a un parque, camino por él, viendo como los columpios se mueven solos. De pronto, siento una presencia a mi espalda. Al voltear, me quedo observando a aquella hermosa loba blanca. Su pelaje brilla con una tonalidad azul muy suave. Sus ojos profundos voltean a verme, unos hermosos ojos azules intensos. Al verla, me hace recordar el detalle que le regalé al pequeño Alek, sus ojos no abandonan los míos en ningún momen