Aquella noche era igual que las demás, y el viento helado de Rumania, era mucho más frío de lo que era el de Italia. Giles observaba a Ayla acunando a aquel engendro que les seria de utilidad para hacer creer a Génesis una mentira, y se sintió asqueado de aquella imagen. Ese era su tercer día en Sibiu, y estaba seguro de que se habían equivocado de pueblo, pues no había rastro de Génesis o el maldito Kingsley por ningún lado.—Saldré a buscar un maldito trago, encuentren una pista del paradero de mi hermana para salir de inmediato. — ordenó el lobo blanco con desdén.—¿Será prudente que salgas tu solo? Estamos en Rumania, este es un maldito nido de vampiros, puede ser peligroso. — afirmó Ayla.Giles se burló.—¿Peligroso? Me pregunto, ¿Lo será para ellos o para mí? No me fastidies, saldré a beber, no soporto estar encerrado; gracias a tu padre lo he estado casi toda mi vida, así que un imbécil vampiro que tenga la desgracia de cruzarse conmigo, no me va a impedir salir. — respondió Gi
La noche había caído de nuevo sobre el castillo de Bran, y allí, juntos, escondidos entre las sábanas de su habitación, Génesis y Artem hacían el amor una vez, sintiéndose completos. Ya no había mentiras, no había más crueles engaños, no había intrigas, no había dolor, y ambos se aferraban a la esperanza de una vida tranquila y apacible, en que la pudieran vivir completamente felices…eran simplemente ellos, a corazón destapado, sintiéndose a flor de piel el uno al otro.Artem, sin perder tiempo, comenzó a desvestir a la hermosa loba albina; estaba volviéndose loco de amor, de pasiones desbordadas que sobrepasaban a razonamiento o culpabilidad. Recordar todo lo que le había hecho al despreciarla, lo hacía sentir verdaderamente miserable, y al menos por esa noche, necesitaba tomarla, sentirse su único dueño, el único en la vida de su hermosa Génesis…no dejaría que nadie la tocará, ella era de él, tal y como él era tan solo de ella, ese sentimiento de pertenencia era diferente, no posesi
En los Cárpatos, mil leyendas se ocultabas durmientes en criptas de mármol y alabastro, que guardaban celosamente los secretos de un legado maldito. Nehemías observaba los bosques oscuros cubiertos de niebla, que bajaba espesa hasta el pueblo que ya se encontraba entero abrazado a Morfeo mientras descansaba en sus brazos. Todo aquello que había sufrido en el pasado, todas aquellas tristes y dolorosas memorias que tanto deseaba olvidar tal y como había olvidado su vida humana, llegaban a él como la lucida experiencia de una vida para siempre marchita.¡Como la había amado!Aquella mujer hermosa de cabellos negros como la noche misma, y de ojos castaños como las avellanas de los tiernos bosques. Siempre ataviada en hermosos vestidos blancos, siempre con un curioso libro en sus manos sin ser típico de una dama de sociedad. Hambrienta de conocimientos, deseosa de comerse al mundo entero con sus innovadoras historias no típicas de la mente de una mujer en el siglo XVII, aquella bella dama
El olvido era un destino cruel, incluso, quizás el más cruel de ellos.El olor a carne quemada inundaba lo profundo de los bosques de Sibiu, proveniente de la vieja abadía abandonada en medio de ellos. Giles arrojaba las partes desmembradas de un cuerpo más, de los muchos que se habían acumulado de su “noche de cacería”, junto al viejo cazador Bennet. Mirándolos quemarse lentamente, el hermoso lobo albino meditaba en silencio; ninguno de ellos tenía un nombre, o al menos, no se lo habían dicho. Conocía perfectamente las leyendas que dieron origen a los vampiros; como un Levana sería un insulto no conocerla.Nada de eso tenía importancia alguna al mirar a aquellos infelices arder como leña seca en la hoguera. Había sido fácil eliminarlos, tan sencillo como pisar a una hormiga, pues todos eran neófitos que no debían de tener más allá de unas décadas de existir.El verdadero reto, eran aquellos vampiros que tenían siglos de existencia, y llevaban mucho más tiempo pisando la tierra que cu
Aquella mañana, Giles recordaba a su padre, y aquella leyenda que siendo tan solo un niño pequeño, el líder Levana le había contado.“Hubo una vez, un hombre, el primero que sufrió el castigo divino de Dios por su acto de crueldad contra su propia sangre…motivado por la envidia y cegado por los celos, aquel hombre había cometido un acto imperdonable…haciendo que la ira de su dios se derramara sobre él.”Desterrado y maldecido, su castigo sería vagar por el mundo eternamente condenado a nunca morir ni alcanzar la paz…seria asesinado miles de veces, sin nunca lograr perecer por ello…sufriendo una agonía y soledad eternas, sin nunca conocer el perdón de Dios.— Pero padre, ¿Eso que tiene que ver con la historia de los príncipes vampiro? — cuestionaba un pequeño Giles Levana a su padre, el temido Apolo.— Oh mi pequeño, tiene mucho que ver…allí fue donde comenzó todo — respondió el aun vivo Apolo Levana, a su hermoso hijo que con sus bellos ojos violetas lo miraba emocionado.La luz de un
Los días iban pasando uno a uno sin detenerse, y Génesis se sentía un poco atrapada en lo mismo. Cada noche, Nehemías acudía a verla y hacia algunos extraños rituales con su joya lunar…pero no sentía que nada estuviese cambiando. No podía negarlo, se sentía ansiosa; desesperada por poner un punto final a toda aquella horrenda situación, y recuperar algo de normalidad en su vida…pero todo parecía haber quedado en un punto muerto. Bebiendo de su café, Génesis observaba a sus gemelos pelirrojos jugando animadamente en el parque central del pueblo junto a otros niños humanos; Artem había ido de compras junto al hombre de Benazir y Mihai el cazador, mientras que las mujeres los esperaban en la cafetería vigilando a los niños.—Este lugar es muy tranquilo… — musitó Benazir casi con aburrimiento.Mihaela asintió, y Génesis nuevamente sintió aquella desesperación dentro de ella. Si. Aquel pueblo era tranquilo, tanto que no parecía natural. Mientras ella perdía el tiempo bebiendo café, manadas
—Son tres mil dólares, espero que sea suficiente. — dijo tajante el lobo negro, no dispuesto a soltar aquel anillo.El viejo vendedor sonrió. — Es todo suyo, caballero. —Alejándose del puesto ante la mirada curiosa y sorprendida de Mihai y Jhon, Artem observó con sumo cuidado aquella sortija. No tenía ninguna duda, ese anillo era idéntico al que tenía su madre, el mismo anillo con el cual la había enterrado. No podía estar equivocado.¿Por qué una joya idéntica estaba en aquel pueblo? No pudo evitar cuestionarse.Cuando la noche llegó, Nehemías observaba el pueblo. Todas las personas paseaban tranquilamente en las plazas y los puestos comerciales; aquella paz de la que Brasov gozaba, había costado cruentas batallas que ya nadie recordaba. Sonriendo, observó como Génesis, acompañada de Artem entraban en el castillo.—Señor, ¿Me mandó llamar? — cuestionó un viejo andrajoso.Nehemías observo al anciano con un deje de desdén.—¿Le has entregado el anillo como te lo ordene? — cuestionó.—
El camino que tenían por delante, parecía demasiado sinuoso. Los rostros de los jóvenes cazadores, parecían demasiado cansados, apenas habían dormido pocas horas, y la marcha de Nicanor no parecía tener la intención de detenerse. Niccolo se sentía mental y físicamente agotado, y con los pasos de Leopoldo Montefeltro detrás de ellos, aquella marcha apresurada parecía no tener fin.Su cacería había comenzado a buen ritmo, sin embargo, los rumores sobre lo que estaban haciendo se habían esparcido, y comenzaba a resultar cada vez más difícil encontrar manadas para cazar; era casi como si todos los hombres lobos se hubiesen esfumado, y, además, Niccolo tenía que evitar a toda costa que su padre sospechara sobre la verdadera identidad de Génesis…aquella guerra que había iniciado, era para recuperarla, no para perderla.Niklaus se sentaba sobre un viejo y grueso tronco de madera, todos estaban demasiado agotados, y su padre había decidido marchar prácticamente sin descanso, obsesionado con e