Los días iban pasando uno a uno sin detenerse, y Génesis se sentía un poco atrapada en lo mismo. Cada noche, Nehemías acudía a verla y hacia algunos extraños rituales con su joya lunar…pero no sentía que nada estuviese cambiando. No podía negarlo, se sentía ansiosa; desesperada por poner un punto final a toda aquella horrenda situación, y recuperar algo de normalidad en su vida…pero todo parecía haber quedado en un punto muerto. Bebiendo de su café, Génesis observaba a sus gemelos pelirrojos jugando animadamente en el parque central del pueblo junto a otros niños humanos; Artem había ido de compras junto al hombre de Benazir y Mihai el cazador, mientras que las mujeres los esperaban en la cafetería vigilando a los niños.—Este lugar es muy tranquilo… — musitó Benazir casi con aburrimiento.Mihaela asintió, y Génesis nuevamente sintió aquella desesperación dentro de ella. Si. Aquel pueblo era tranquilo, tanto que no parecía natural. Mientras ella perdía el tiempo bebiendo café, manadas
—Son tres mil dólares, espero que sea suficiente. — dijo tajante el lobo negro, no dispuesto a soltar aquel anillo.El viejo vendedor sonrió. — Es todo suyo, caballero. —Alejándose del puesto ante la mirada curiosa y sorprendida de Mihai y Jhon, Artem observó con sumo cuidado aquella sortija. No tenía ninguna duda, ese anillo era idéntico al que tenía su madre, el mismo anillo con el cual la había enterrado. No podía estar equivocado.¿Por qué una joya idéntica estaba en aquel pueblo? No pudo evitar cuestionarse.Cuando la noche llegó, Nehemías observaba el pueblo. Todas las personas paseaban tranquilamente en las plazas y los puestos comerciales; aquella paz de la que Brasov gozaba, había costado cruentas batallas que ya nadie recordaba. Sonriendo, observó como Génesis, acompañada de Artem entraban en el castillo.—Señor, ¿Me mandó llamar? — cuestionó un viejo andrajoso.Nehemías observo al anciano con un deje de desdén.—¿Le has entregado el anillo como te lo ordene? — cuestionó.—
El camino que tenían por delante, parecía demasiado sinuoso. Los rostros de los jóvenes cazadores, parecían demasiado cansados, apenas habían dormido pocas horas, y la marcha de Nicanor no parecía tener la intención de detenerse. Niccolo se sentía mental y físicamente agotado, y con los pasos de Leopoldo Montefeltro detrás de ellos, aquella marcha apresurada parecía no tener fin.Su cacería había comenzado a buen ritmo, sin embargo, los rumores sobre lo que estaban haciendo se habían esparcido, y comenzaba a resultar cada vez más difícil encontrar manadas para cazar; era casi como si todos los hombres lobos se hubiesen esfumado, y, además, Niccolo tenía que evitar a toda costa que su padre sospechara sobre la verdadera identidad de Génesis…aquella guerra que había iniciado, era para recuperarla, no para perderla.Niklaus se sentaba sobre un viejo y grueso tronco de madera, todos estaban demasiado agotados, y su padre había decidido marchar prácticamente sin descanso, obsesionado con e
En la vieja mansión entre las montañas, Devlyn miraba con enojo hacia el horizonte. Su hermano gemelo había escapado sin dejar rastro alguno, y no era solo él; algunos pequeños grupos de lobos de la manada habían escapado también. Se sentía herido, completamente traicionado y abandonado por Lowell y la manada, quienes parecían despreciarlo y mirarlo con desdén. Mirando aquellas armas de cazadores que habían obtenido de Adolphus Kale, se sentía aún más enfurecido…en aquella vieja mansión estaban completamente a salvo de todo peligro y tenían manera de defenderse de otros lobos o de los cazadores Salvatore, pero nadie creía en él.—Mi señor, los lobos más viejos desean marchar hacia el sur también, se dice que los cazadores Salvatore están cerca, nuestro informante ha regresado y ha traído un informe bastante terrible y desalentador. — dijo Adolphus entrando a la habitación de Devlyn completamente apresurado y sin pedir permiso.Mirándolo con desprecio, Devlyn le indicó cerrar la puerta
"Soledad, mi única amiga y mi mayor condena...en el mundo de la luz no hay lugar para los que son como yo...los monstruos de los cuentos de horror qué relatan las madres a sus niños por las noches...yo soy el Conde de Bourgh, el maldecido de la eterna noche y acepto mi destino" Giles sintió cada vello en su piel erizándose, aquel no era un vampiro común y corriente como aquellos que había destrozado en el pueblo del cazador Bennet. El viejo cazador, alistó su arma, sabía bien quien era aquel ser…el mismo que le arrebató todo y lo sumió en la desesperación. Ayla se abrazó fuerte a su falso hijo. Aquel, era su final, pensó mientras las lágrimas de miedo se escurrían desde sus ojos verdes. —¡Sal de una buena vez y veamos quien de nosotros dos es superior, vampiro! — gritó Giles retando a aquel poderoso ser. De aquella espesa niebla, una figura imponente y alta comenzaba a formarse. Cabellos negros tan sedosos y brillantes como el roble, ojos dorados como el oro fundido, piel pálida y r
Aquella noche, nuevamente, Artem y Génesis se unían nuevamente en cuerpo y alma.Artem besó sus labios y las manos de Génesis se elevaron a posarse sobre el torso desnudo del hermoso lobo de piel canela.Artem sintió el suave y tímido tacto de las manos de Génesis sobre su piel, lo embargó de una pasión que había venido conteniendo desde sus primeros encuentros, y se fue sobre ella pegándola bruscamente sobre la pared, Génesis gimió en medio del beso y él aprovechó eso para introducir su húmeda lengua en la calidez de su boca.Las manos de Artem recorrieron despacio la desnudez parcial de las piernas de Génesis, la piel completa del delgado cuerpo de la joven se erizó por completo.—Ahh— gimió cuando necesitado de oxígeno él dejó sus labios… ladeó su rostro y le permitió besar con mayor libertad su cuello, que fue a dónde se dirigió.Génesis sintió sus senos endurecerse y una conocida sensación de cosquilleo surgir en su entrepierna… no entendía cómo podía corresponderle ya tan rápida
“Se mía para siempre, Génesis, quiero unirme contigo bajo la ley de los lobos, y bajo la ley de los hombres…deseo amarte, eternamente.”Génesis sonreía dulcemente, mientras miraba aquel hermoso anillo en su dedo. Aquella mañana, despertaba una vez junto al Alfa Artem Kingsley, y lo observaba dormir plácidamente. Aquellos días con sus largas y placenteras noches, parecían un ensueño hecho realidad; como si todo aquello que había deseado y soñado cuando era tan solo una niña, repentinamente se hubiese vuelto realidad.Artem se despertaba en ese momento, y sonriendo, abrazaba a Génesis por la cintura para luego recorrer desde su cuello hasta sus sonrojadas mejillas en un camino de besos. Aquel idilio era un sueño, aquel anillo que había dejado en la mano de su hermosa loba blanca era una promesa para el futuro de ambos. Había decidió renunciar a todo y todos, dejar definitivamente a la manada London, y vivir una apacible y hermosa vida junto a su albina, no siendo una compañera marcada,
Desde la cafetería frente al parque, una monja observaba con suma atención a aquel par de hermosos padres y sus hijos de cabellos rojos. Aquella belleza sobrehumana no era natural, y no podían ser nadie más que los lobos que su amo y señor estaba buscando. Abrigada bajó su hábito blanco que cubría por completo todo su cuerpo, usando guantes del mismo color que ocultaban la palidez de sus manos, y cubriendo su rostro casi por completo bajo la sombrilla negra, los ojos de aquella monja destellaron inmortales. Era tan solo un mito que todos los vampiros dormían cuando el sol rayaba el cielo…y ella antes de ser la aberración en la que se había convertido, amaba sentir al cálido astro besando su piel.—Disculpe, hermana, ¿Quiere que le sirva algo? — cuestionó un joven mesero.La monja sonrió.—Solo un té de jazmín, por favor. — solicitó para alejar al joven, junto al tentador aroma de su sangre.Los años habían pasado, y aun no podía acostumbrarse a ser lo que Nicholas la había convertido.