El olor del viento, había cambiado. Nápoles se había quedado atrás, y Ayla se dirigía hacia donde supuestamente Artem Kingsley se encontraba. No tenía que pensar demasiado para deducir lo que estaba pasando; el Alfa Artem la estaba despistando a propósito, porque ya no la quería cerca de él. Sabía bien que se había reunido de nuevo con Génesis, y aun cuando al comienzo le divertía el juego de las escondidas, ya había dejado de ser divertido. Los efectos de la pócima que le había estado dando durante todos esos años, ya habían perdido por completo su efecto; no había logrado darle la nueva dosis, debido a su repentino “viaje”, que no fue otra cosa más que una vil excusa para escapar de sus manos y buscar a la loba blanca.Mirando el reloj en su muñeca, vio aquel enorme edificio que pertenecía a los Kingsley, y en donde Artem se había ocultado muy bien los últimos meses, y subiendo el elevador, se sintió cada vez más furiosa al notar que el aroma de su macho, era tenue y apenas percepti
La larga noche había llegado.Giles, observaba a la luna llena, que resplandecía como la plata. Aquella fuerza natural de los Levana, los únicos y verdaderos hijos de la luna, la sentía recorrer cada una de sus venas. Afilando su garra, el lobo blanco cortó un poco su palma, para ver como la sangre blanca se derramó, antes de que la herida se cerrara por completo.Una gran sonrisa, se dibujó en su rostro.—El momento ha llegado, Celtigar, finalmente, soy libre. — dijo el lobo blanco tomando aquel collar en su cuello, que le impedía salir de aquellos territorios malditos debido a un cruel hechizo realizado por las brujas lobas del bosque.Sin mayor esfuerzo que el que hace un niño al tirar del cordón de sus zapatos, Giles se arrancó aquel collar, y lo arrojó lejos de sí. En ese momento, el lobo blanco sintió como todo aquel poder contenido, se liberaba de golpe, y extendiendo sus brazos hacia el cielo mirando a la hermosa luna que lo había liberado, al albino sonrió.—Gracias, madre. —
—¿Me puedes explicar que es lo que ha ocurrido? ¿Por qué abandonaste la mansión Kingsley? Recibí esto esta mañana en mi hotel. — Ayla entraba en una vieja finca propiedad de su padre, quien la miró con seriedad mientras le hacía aquel reproche.La loba de piel morena, sin embargo, se quedó en silencio al notar a los ancianos del consejo, que sirvieron al Alfa Maserati. Se le había enviado un aviso advirtiéndole de no acercarse a la mansión Kingsley y con la nueva dirección en donde se encontraba su padre, sin ninguna explicación.—Me alegra que estés a salvo. — dijo Adolphus invitando a su hija a pasar.—¿Qué está ocurriendo aquí? — cuestionó Ayla sorprendida y confundida.Acercándose a su hija, Adolphus la miró a los ojos.—Giles Levana ha escapado de su prisión, y tanto el viejo consejo como yo, debatimos sobre lo que habrá de hacerse con Giles y Artem Kingsley. — respondió.Sorprendida, Ayla retrocedió un par de pasos, notan a sus primos, los favoritos de su padre, mirándola con bu
Los grises cielos ocultaban la luz de un nuevo día que recién daba comienzo, gotas de lluvia, pequeñas, imperceptibles, de a poco iban empapando los prados de trigo y lavanda que permanecían escondidos hasta la próxima primavera. El viento comenzaba a mecer las altas copas de los árboles con gran violencia, y las hojas secas eran arrastradas en el aire sin piedad, marcando el rumbo de lo que estaba a punto de comenzar. Una tormenta iniciaba y con ella, lobos caminaban lento, pero firme, hacia aquella vieja mansión de un clan siempre respetado.Ayla, frustrada, arrojaba madera seca al fuego de la chimenea que ardía abrazador consumiéndolo todo. Sus sentimientos por Artem, aun cuando se lo había entregado todo y le había dado beber de aquella pócima de dominio, habían sido rechazados al final de cuentas. Se sentía miserable, completamente sola en aquella casona plagada de habitaciones vacías que tan solo le traían malos recuerdos, los recuerdos de su infancia. Su padre le había ordenado
Aquellas tierras, seguían teniendo aquel melancólico aroma de la lavanda en el viento. Los árboles, más altos de lo que alguna vez fueron según sus memorias, lo recibían en aquellos parajes que lucían tristemente desolados. Los viejos caminos se encontraban casi en su totalidad cubiertos de maleza, dejando ver pequeños caminos de deseo, que el trajín de los animales había dejado a su paso. Entrando en aquellas tierras abandonadas y solitarias, Giles dibujó una sonrisa cargada de tristeza en su rostro, y un deje de lágrimas se asomó en sus ojos violáceos, al caminar entre las ruinas apenas perceptibles de lo que alguna vez fue un pueblo lleno de vida.El aroma de las lavandas en las praderas descuidadas, se mesclaba un poco con el de la ceniza; aún quedaban vestigios en pie de aquellas casonas en donde los Levana vivían y criaban a sus hijos. Apartados del mundo entero, viviendo en completo aislamiento del mundo de los humanos, y llevando una vida armoniosa de sana y dichosa convivenci
El linaje lo era todo. Aquello era lo que a Niccolo Salvatore le habían enseñado desde que era un niño, pero al ver a su padre casi arruinado y a su madre huyendo a los brazos de un hombre lobo, sentía vergüenza de aquel linaje al que su padre solía hacerle tanto alarde. Estando en la penumbra de su habitación, mantenía las cortinas abajo para evitar que cualquier ápice de luz solar se colara a sus aposentos. Había perdido las ganas de ver el sol, junto a sus ganas de vivir, y solo aquel sentimiento que le exigía una retribución por sus sentimientos heridos, lo mantenía de pie y embravecido, dispuesto a todo para tomar su venganza.Mirando las fotografías de su madre; una hermosa y fina dama de cabellos rubios y encantadores ojos azules llenos de vida, sintió que aquel odio por años oculto, resurgía como una fiera imposible de contener. Era tan solo un niño pequeño cuando la vio hacer sus maletas y marcharse, era demasiado pequeño para entender porque su madre lo estaba abandonando, c
La lluvia aquella mañana caía serena sobre los bosques de las montañas, y Génesis despertaba. Mirando hacia los ventanales de aquella habitación, se quedó en silencio durante algunos minutos, mirando las gotas de agua que resbalaban en los cristales. Sentía su cuerpo dolorido, tan pesado como una gran roca y su mente estaba nublada y distante; casi como si hubiese despertado de un largo sueño. Mirando a su costado, se sorprendió al mirar a Artem allí, cuidando de ella como un gendarme que no daba tregua. Conmovida la loba blanca notó como estaba de brazos cruzados abrazándose a sí mismo, hacia frio, como era normal en las altas montañas, y aun cuando él era el Alfa de la manada London, aquello no lo volvía invulnerable.Levantándose de la cama, la hermosa albina cubrió con una de sus mantas al Alfa de piel morena, y durante un momento lo observo durmiendo. Su rostro era hermoso, varonil como siempre había sido de facciones delicadas, sus cejas eran fuertes, marcadas como en una expres
“No lo sé”Génesis recordaba las palabras de Artem. Aquella no era una respuesta, ¿Cómo era posible que no supiera la razón por la cual la había despreciado?Sentada sobre su cama, la loba blanca miraba a los gemelos pelirrojos jugando. Artem los había acogido sin objeción alguna a petición de su padre, y no podía decir que el realmente la estuviese tratando mal a ella o a ellos. Se sentía confundida, con más preguntas que respuestas, y aquel sentimiento de insatisfacción ante aquella respuesta que el lobo negro le había dado. Escuchando dos golpes en la puerta que la sacaron de sus pensamientos, Génesis frunció el entrecejo.—Adelante. — dijo la loba blanca viendo entrar enseguida a la loba de cabellos castaños.—Génesis, ¿Me has mandado a llamar? — cuestionaba Benazir que entraba en la alcoba.La loba blanca asintió. — Así es, quiero que me digas la razón exacta por la que estas aquí ayudando a Artem. Puedo tomar como una traición hacia mí lo que estás haciendo. — dijo con frialdad.