El linaje lo era todo. Aquello era lo que a Niccolo Salvatore le habían enseñado desde que era un niño, pero al ver a su padre casi arruinado y a su madre huyendo a los brazos de un hombre lobo, sentía vergüenza de aquel linaje al que su padre solía hacerle tanto alarde. Estando en la penumbra de su habitación, mantenía las cortinas abajo para evitar que cualquier ápice de luz solar se colara a sus aposentos. Había perdido las ganas de ver el sol, junto a sus ganas de vivir, y solo aquel sentimiento que le exigía una retribución por sus sentimientos heridos, lo mantenía de pie y embravecido, dispuesto a todo para tomar su venganza.Mirando las fotografías de su madre; una hermosa y fina dama de cabellos rubios y encantadores ojos azules llenos de vida, sintió que aquel odio por años oculto, resurgía como una fiera imposible de contener. Era tan solo un niño pequeño cuando la vio hacer sus maletas y marcharse, era demasiado pequeño para entender porque su madre lo estaba abandonando, c
La lluvia aquella mañana caía serena sobre los bosques de las montañas, y Génesis despertaba. Mirando hacia los ventanales de aquella habitación, se quedó en silencio durante algunos minutos, mirando las gotas de agua que resbalaban en los cristales. Sentía su cuerpo dolorido, tan pesado como una gran roca y su mente estaba nublada y distante; casi como si hubiese despertado de un largo sueño. Mirando a su costado, se sorprendió al mirar a Artem allí, cuidando de ella como un gendarme que no daba tregua. Conmovida la loba blanca notó como estaba de brazos cruzados abrazándose a sí mismo, hacia frio, como era normal en las altas montañas, y aun cuando él era el Alfa de la manada London, aquello no lo volvía invulnerable.Levantándose de la cama, la hermosa albina cubrió con una de sus mantas al Alfa de piel morena, y durante un momento lo observo durmiendo. Su rostro era hermoso, varonil como siempre había sido de facciones delicadas, sus cejas eran fuertes, marcadas como en una expres
“No lo sé”Génesis recordaba las palabras de Artem. Aquella no era una respuesta, ¿Cómo era posible que no supiera la razón por la cual la había despreciado?Sentada sobre su cama, la loba blanca miraba a los gemelos pelirrojos jugando. Artem los había acogido sin objeción alguna a petición de su padre, y no podía decir que el realmente la estuviese tratando mal a ella o a ellos. Se sentía confundida, con más preguntas que respuestas, y aquel sentimiento de insatisfacción ante aquella respuesta que el lobo negro le había dado. Escuchando dos golpes en la puerta que la sacaron de sus pensamientos, Génesis frunció el entrecejo.—Adelante. — dijo la loba blanca viendo entrar enseguida a la loba de cabellos castaños.—Génesis, ¿Me has mandado a llamar? — cuestionaba Benazir que entraba en la alcoba.La loba blanca asintió. — Así es, quiero que me digas la razón exacta por la que estas aquí ayudando a Artem. Puedo tomar como una traición hacia mí lo que estás haciendo. — dijo con frialdad.
El tiempo, sin lugar a dudas, seguía su curso sin importas quién eres o a donde te diriges. Los días, lentamente, o a veces, con una rapidez insoportable, se transformaban en semanas que a su vez se convertían en meses y luego en años. El tiempo era impiadoso, y no se detenía a esperar a nadie…eso Génesis lo sabía muy bien.Mirando a las lobas de la manada London ir al rio a lavar ropa como se hacía antaño, y a los hombres ir y venir entre una cacería y otra, se sentía atrapada; como si estuviese viviendo el mismo bucle eterno y fastidioso una y otra vez. Su celular se había quedado sin batería hacía ya tres días, y tan solo porque había llevado con ella un calendario, era que aún no perdía la noción de en qué día estaba viviendo. Harta de aquella vida que le recordaba tanto a los primeros días de su infancia en la manada, la loba blanca se aventuró a salir por la ventana, intentando escapar de aquella prisión que, sentía, iba a terminar enloqueciéndola.No había nada como el mundo hu
—¡Es Giles Levana! ¡Tu hermano gemelo! — gritó Benazir quien junto al Beta Lowell y los lobos de Artem, había corrido después de escuchar aquel escándalo.Génesis soltó a Artem con brusquedad, haciendo que esté cayera al suelo. Retrocediendo dos pasos intentando comprender lo que Benazir acababa de gritarle, sus ojos rojizos volvieron a retomar su hermoso color violeta. Aquello no podía ser verdad, ella no recordaba a ningún hermano gemelo…como tampoco recordaba a sus padres.—Alfa Artem, ¿Se encuentra bien? — cuestionó Benazir mirando al Alfa ponerse de pie sin problema alguno, recibiendo una mirada desaprobatoria de este.Todos los lobos, se habían quedado en silencio.—Yo… ¿Tengo un hermano gemelo? — dijo Génesis haciendo esa pregunta más para ella misma.—Lo tienes, Génesis, hace años, tu familia fue masacrada por algunos clanes de lobos y de cazadores humanos, y se creía que solo tu habías sobrevivido…pero ahora sabemos que tu hermano gemelo, Giles, también sobrevivió. Él te busc
—Soy el hermano gemelo de Génesis, Giles Levana, y he venido hasta aquí, para proponerte un trato. —Giles se presentaba ante Niccolo Salvatore, quien lo miraba admirado de su belleza y justificadamente sorprendido. Sin bajar el arma, el cazador de cabellos rubios, no bajo la guardia en ningún momento. Aquel, efectivamente debía de ser el gemelo de su ex prometida; eran idénticos, sin embargo, ella jamás le había mencionado tener un hermano o sobre la existencia de algún familiar sanguíneo. Mirando al albino de fieros ojos violeta frente a él, Niccolo avanzó un par de pasos adelante aun apuntándole directamente al corazón de aquel lobo blanco.—¿Por qué habría de creerte? Me queda claro que perteneces a la familia Levana, pero Génesis jamás menciono tu existencia. Yo no hago tratos con lobos. — respondió Niccolo.Avanzando hacia el cazador, Giles observó aquel libro sobre los Levana que el hombre de cabellos rubios estaba leyendo. Los Salvatore eran cazadores a la vieja usanza, y todo
Génesis despertaba esa mañana tal y como lo había hecho los últimos años. Mirando hacia fuera de sus ventanales, la loba blanca observo los jardines vacíos, de aquella hermosa y enorme casa blanca. Mirando sus manos, las notó pequeñas; iguales a las de una niña. El reflejo que el espejo le devolvía, era el de una dulce y hermosa infanta, que no podía rebasar los cuatro años, y con los ojos perdidos en la nada, lágrimas se derramaron desde sus bellos ojos violeta.Recorriendo con su palma aquella habitación de blancas paredes con tonalidades pasteles en sus bordes, la loba albina observó aquella hermosa muñeca de cabellos blancos, y hermosa piel morena como besada por el sol. Tomándola en sus brazos, la arrulló como siempre, mientras su llanto se seguía intensificando.“La luna y el sol, salen a pasear, de día y de noche se van a disfrutar. La luna de plata, ama al sol de oro, y ambos tienen a su más grande tesoro. La piel blanca se funde con la morena, y al fin se ha terminado la larg
El viaje en tren siempre era una experiencia renovadora.La luz se colaba a través de las ventanas en el rustico y pintoresco tren hasta Sinaia, antigua Valaquia, en donde las primeras historias sobre hombres lobo, vampiros y cazadores, se habían escuchado, y tal como eran, efectivamente los primeros registros de aquellos llamados seres de la noche, así como los de los cazadores humanos que luchaban contra ellos, databan de aquel lugar. El hermoso castillo de Peles saltaba a la vista en la lejanía, indicándole a Leopoldo Montefeltro, que estaban próximos a llegar a su destino.Recién despertaba de un profundo sueño, y el anciano cazador se frotaba los ojos para luego bostezar y admirar el paisaje por la ventana, hacía muchos años que no regresaba a Sinaia, en Rumania, la ciudad de nacimiento de su abuelo, de su bisabuelo y tatarabuelo, siendo su abuelo quien había decidido mudarse a Italia en donde su padre y el habían nacido. Admirando los hermosos bosques que se retrataban fuera del