El viaje en tren siempre era una experiencia renovadora.La luz se colaba a través de las ventanas en el rustico y pintoresco tren hasta Sinaia, antigua Valaquia, en donde las primeras historias sobre hombres lobo, vampiros y cazadores, se habían escuchado, y tal como eran, efectivamente los primeros registros de aquellos llamados seres de la noche, así como los de los cazadores humanos que luchaban contra ellos, databan de aquel lugar. El hermoso castillo de Peles saltaba a la vista en la lejanía, indicándole a Leopoldo Montefeltro, que estaban próximos a llegar a su destino.Recién despertaba de un profundo sueño, y el anciano cazador se frotaba los ojos para luego bostezar y admirar el paisaje por la ventana, hacía muchos años que no regresaba a Sinaia, en Rumania, la ciudad de nacimiento de su abuelo, de su bisabuelo y tatarabuelo, siendo su abuelo quien había decidido mudarse a Italia en donde su padre y el habían nacido. Admirando los hermosos bosques que se retrataban fuera del
En los territorios prohibidos de los Kingsley, Génesis caminaba con ansiedad de un lado a otro. Aquel sueño que había tenido, ¿Era la realidad? ¿O solo una cruel mentira que su propia mente había creado después de lo dicho por Benazir? Se sentía confundida, asustada mas allá del terror, y con una interminable y cruel sensación de vacío que la estaba desquiciando.Toda su vida había vivido una mentira; deliberadamente todos a su alrededor le habían negado saber la verdad sobre sus padres, su hermano y sus orígenes, y se sentía tan confusa y dolorida, que no sabía ya quién era ella realmente.¿Era Génesis Kale?¿Era Génesis Montefeltro?¿O era Génesis Levana?Aquella sensación de despersonalización, la invadía profundamente causándole un daño tan atroz que se sentía perdida; flotando sobre aguas negras, profundas y misteriosas, que parecían que iban a tragársela de un momento a otro. Tenía miedo de saber quién o que era ella realmente, y también tenía miedo de no saberlo.Llegando entre
“Te llevaré de regreso a la ciudad, como es tu deseo. No volveremos a vernos”Las palabras de Artem, seguían rondando la mente de Génesis. Aquella confidencia que el Alfa le había confiado sobre su madre y padre, la hacía sentirse triste; habia juzgado mal a Artem Kingsley una vez más, y ese mar de emociones encontradas no la estaba ayudando a sentirse mejor. Guardando en sus pequeñas maletas lo que había llevado consigo, se sentó sobre la cama sosteniendo entre sus manos aquel collar lunar; el único recuerdo que tenía de la madre que durante tantos años había olvidado, y que se había convertido en el único vínculo que tenía con los Levana, su familia. Ella jamás había estado plenamente consciente de nada de aquello, y es que, aún cuando sabía que era parte de los Levana, jamás había conocido su verdadera historia…ni las traiciones de las que fueron víctimas. Mirando aquel collar, Génesis observó a detalle los delicados repujes y decorados que tenía el mismo; un sol y una luna danza
El Alfa Artem se vio rodeado por los lobos más fuertes de la manada, y las mujeres que, armadas con sus utensilios, estaban dispuestas a herirlo. Artem miró aquello con indignación. Aquello no era simplemente posible. Sonriendo de ironía, Artem miró a su Beta traidor.—Esto es traición, Lowell. — dijo Artem con seriedad. — No voy a aceptarlo. — respondió. —Entonces no les dejará más opción que amotinarse en contra de usted, mi señor, porque no dejaremos a nuestra manada en las manos de un Alfa incompetente que va a condenarnos a morir por una mujer que lo desprecia…lo lamento, Alfa Artem. — respondió Lowell pidiendo perdón, pero dispuesto a todo. Con una sonrisa en el rostro, Devlyn observaba aquella escena. Dentro de muy poco, y finalmente, la manada terminaría en sus manos. Acercándose a Artem Kingsley con arrogancia, el gemelo de Lowell sonrió amplia y cínicamente. —¿Qué es lo que crees que haremos? Estúpido niño mimado y sobreprotegido, si tu padre pudiera verte ahora mismo,
Una tormenta se había desatado.Lowell observaba el fuego danzando en la chimenea del gran salón de aquella vieja mansión familiar. Los lobos celebraban alegremente el haberse amotinado en contra de Artem Kingsley, logrando expulsarlo de la manada, mientras celebraban un banquete con música y bebida, sacando a relucir su hombría o la falta de esta. Manteniendo sus ojos en el fuego sin pronunciar palabra alguna más, el Beta traidor escuchaba las voces de todos mezcladas con sus risotadas escandalosas, dando fe una vez mas de que nadie había muerto.—¡Artem Kingsley es un cobarde!, ¡Corrió como una niña asustada! — aseguró algún infeliz por allí mientras todos se burlaban de aquello.Sin embargo, Lowell no podía evitar preguntarse, ¿Artem Kingsley realmente era el cobarde del que todos se mofaban? O tan solo por lastima, piedad o una mezcla de ambos, es que todos seguían con vida con apenas algunas heridas en su haber.—¡Si, el Alfa Artem tuvo miedo de nuestro gran poder y ahora la mana
La tormenta se había convertido en una lluvia ligera. Génesis miraba las gotas de agua resbalando lentamente en los cristales de la ventana de aquella habitación de hotel, sentada desde la cama. Los hermosos gemelos dormían plácidamente después de tan estrepitoso escape, pero la mente de la loba blanca, que iba y venía entre un pensamiento y otro, no la dejaba dormir. Sus ojos violetas estaban nuevamente perdidos. Sus labios entreabiertos aun conservaban en ellos la cálida sensación de la piel de Artem Kingsley. Los sentimientos que aun guardaba hacia él, le calaban hondo en el pecho, y la creciente ansiedad sobre todo lo que estaba aconteciendo, la mantenían sumida en un vaivén horrido de dudas y sufrimientos.Había escuchado a Benazir hablando con Artem sobre la traición de la manada London hacia su Alfa…todo había sido por culpa suya. Génesis se sentía miserable después de saber que, por ella, Artem lo había perdido todo.Inquieta, la loba blanca se levantó de la cama para salir a
—Quiero estar…solo contigo. — Génesis musitó sobre los labios de Artem, quien en brazos la llevaba hasta la oscuridad de su alcoba.El sonido de las gotas de lluvia chocando con los altos ventanales en aquella habitación de hotel, rompía el silencio que reinaba en aquella ciudad. A la luz de un rayo, los ojos violetas y ambarinos seguían mirándose fijamente en aquella oscuridad intencionada, sin desear separarse del otro. La noche había caído sobre la Toscana italiana, y las caricias de unas manos femeninas reconfortaban el corazón de un hombre que, a ojos ya cerrados, sentía su alma acompañada en aquella soledad que durante tanto tiempo soportó, al igual que había soportado aquella hermosa loba blanca.Siempre solitarios, como un par de parias que buscaban refugio en la oscuridad, Artem y Génesis se abrazaron en silencio, con nadie más que las tinieblas como testigo de aquel momento. Acariciando con fervor a aquel Alfa, la loba blanca se negó a contener sus deseos, y sin palabra algu
Génesis miraba al imponente hombre sobre ella, notando las pequeñas gotas de sudor que perlaban su hermoso rostro varonil. Alzando sus manos, acariciaba su sedoso cabello tan oscuro como la noche misma, sintiendo que podría hacer eso el resto de su vida. Sus cabellos de seda y negruzcos, se sentían suaves entre sus dedos, y sus ojos ambarinos, tan similares a las cálidas llamas de un hermoso fuego, o a las joyas de oro más hermosas, la miraban llenos de deseo; llenos de una pasión desbordante que por un momento le provoco un delicioso escalofrió de lujuria que la recorrió desde su espina hasta la nuca, y la hizo besarlo con toda aquella pasión que por él había estado reprimiendo.Artem Kingsley era un hombre hermoso, un poderoso Alfa que oscilaba entre el ser cortes y ser estoico, que no había dudado en defenderla cuando fue necesario, aun a costa de su propia vida. Aquel fuego que sentía quemando su interior, era algo que nunca antes había sentido, y por un instante los remordimiento