Una tormenta se había desatado.Lowell observaba el fuego danzando en la chimenea del gran salón de aquella vieja mansión familiar. Los lobos celebraban alegremente el haberse amotinado en contra de Artem Kingsley, logrando expulsarlo de la manada, mientras celebraban un banquete con música y bebida, sacando a relucir su hombría o la falta de esta. Manteniendo sus ojos en el fuego sin pronunciar palabra alguna más, el Beta traidor escuchaba las voces de todos mezcladas con sus risotadas escandalosas, dando fe una vez mas de que nadie había muerto.—¡Artem Kingsley es un cobarde!, ¡Corrió como una niña asustada! — aseguró algún infeliz por allí mientras todos se burlaban de aquello.Sin embargo, Lowell no podía evitar preguntarse, ¿Artem Kingsley realmente era el cobarde del que todos se mofaban? O tan solo por lastima, piedad o una mezcla de ambos, es que todos seguían con vida con apenas algunas heridas en su haber.—¡Si, el Alfa Artem tuvo miedo de nuestro gran poder y ahora la mana
La tormenta se había convertido en una lluvia ligera. Génesis miraba las gotas de agua resbalando lentamente en los cristales de la ventana de aquella habitación de hotel, sentada desde la cama. Los hermosos gemelos dormían plácidamente después de tan estrepitoso escape, pero la mente de la loba blanca, que iba y venía entre un pensamiento y otro, no la dejaba dormir. Sus ojos violetas estaban nuevamente perdidos. Sus labios entreabiertos aun conservaban en ellos la cálida sensación de la piel de Artem Kingsley. Los sentimientos que aun guardaba hacia él, le calaban hondo en el pecho, y la creciente ansiedad sobre todo lo que estaba aconteciendo, la mantenían sumida en un vaivén horrido de dudas y sufrimientos.Había escuchado a Benazir hablando con Artem sobre la traición de la manada London hacia su Alfa…todo había sido por culpa suya. Génesis se sentía miserable después de saber que, por ella, Artem lo había perdido todo.Inquieta, la loba blanca se levantó de la cama para salir a
—Quiero estar…solo contigo. — Génesis musitó sobre los labios de Artem, quien en brazos la llevaba hasta la oscuridad de su alcoba.El sonido de las gotas de lluvia chocando con los altos ventanales en aquella habitación de hotel, rompía el silencio que reinaba en aquella ciudad. A la luz de un rayo, los ojos violetas y ambarinos seguían mirándose fijamente en aquella oscuridad intencionada, sin desear separarse del otro. La noche había caído sobre la Toscana italiana, y las caricias de unas manos femeninas reconfortaban el corazón de un hombre que, a ojos ya cerrados, sentía su alma acompañada en aquella soledad que durante tanto tiempo soportó, al igual que había soportado aquella hermosa loba blanca.Siempre solitarios, como un par de parias que buscaban refugio en la oscuridad, Artem y Génesis se abrazaron en silencio, con nadie más que las tinieblas como testigo de aquel momento. Acariciando con fervor a aquel Alfa, la loba blanca se negó a contener sus deseos, y sin palabra algu
Génesis miraba al imponente hombre sobre ella, notando las pequeñas gotas de sudor que perlaban su hermoso rostro varonil. Alzando sus manos, acariciaba su sedoso cabello tan oscuro como la noche misma, sintiendo que podría hacer eso el resto de su vida. Sus cabellos de seda y negruzcos, se sentían suaves entre sus dedos, y sus ojos ambarinos, tan similares a las cálidas llamas de un hermoso fuego, o a las joyas de oro más hermosas, la miraban llenos de deseo; llenos de una pasión desbordante que por un momento le provoco un delicioso escalofrió de lujuria que la recorrió desde su espina hasta la nuca, y la hizo besarlo con toda aquella pasión que por él había estado reprimiendo.Artem Kingsley era un hombre hermoso, un poderoso Alfa que oscilaba entre el ser cortes y ser estoico, que no había dudado en defenderla cuando fue necesario, aun a costa de su propia vida. Aquel fuego que sentía quemando su interior, era algo que nunca antes había sentido, y por un instante los remordimiento
El amanecer llegaba, y con ello, disipaba aquellas nubes grises que habían reinado en la oscuridad de la noche. El trajín de la Toscana Italiana había dado comienzo, y el bullicio animado de las personas se escuchaba a lo lejos. Despertando en los brazos de Artem Kingsley, Génesis sonrió al mirarlo aún dormir plácidamente, después de su muy ajetreada noche de bajas pasiones. Su rostro varonil era hermoso, y su piel canela parecía haber sido besada por el sol. El Alfa era un hombre atractivo, y lo había sido siempre…se sentía bien de poder admitirlo para ella misma.Todo lo que había atravesado desde su rechazo inicial y el odio que durante tantos años le había guardado debido a ello, parecía haberse disipado como una nube oscura que se disipa al calor de los rayos del sol. Quizás, no lo había perdonado del todo, pero saber que aquel rechazo había sido debido a las sucias artimañas de Ayla Kale, de cierta manera la hacía sentirse aliviada…pues la parte más dura de aquello, había sido t
En Rumania, Leopoldo observaba a los bosques maldecidos, en donde mil leyendas de bestias de la noche habían tenido su nacimiento. Esperaba que su querida Génesis se encontrase aun a salvo. Había conseguido la ayuda de su querido y viejo amigo Brazvan, además de contar con el apoyo de Renaud y sus vasallos, sin embargo, sabía que eso no era suficiente para enfrentar a Nicanor y sus aliados, quienes estaban dispuestos a masacrar a una raza entera que era necesaria para mantener a los verdaderos reyes de la noche a raya.—He llamado a todos nuestros aliados en Rumania, esperó que la respuesta sea bien recibida por todos ellos. No puedo asegurarte que todos querrán participar en esta guerra que se aproxima contra los Salvatore y sus aliados, pero cuentas con mi casa y las casas vasallas que están a mi servicio. — dijo Brazvan Zamfirescu, interrumpiendo los pensamientos de Leopoldo.—Esperemos que nuestros hermanos respondan a tu llamado, pues los bosques maldecidos están agitados, los ma
—Es correcto, mi querido cazador. Solo asesinando al Alfa Artem, Génesis será completamente libre para ser reclamada por ti, tienes que asesinarlo, y solo así, ella te pertenecerá. — aseguró el lobo blanco.Niccolo sonrió. Asesinar al Alfa Artem Kingsley sería un placer.—Bien, bien, haré el trabajo sucio, Levana, pero eso no significa que confío en ti. Somos aliados en esto, pero al final, Génesis será mía, y ni tu ni nadie podrán impedirlo, lobo blanco. — aseguró el cazador de cabellos rubios.Giles sintió como la sangre le hirvió ante el claro reto que el infame cazador Salvatore le estaba arrojando a la cara, sin embargo, sonriendo, asintió ante el menor de los hijos del traidor Nicanor.—Mi hermana estará en buenas manos, eso lo aseguro. — respondió ambiguo el lobo blanco.En la Toscana italiana, Artem hablaba con el encargado del hotel en el que se estaban hospedando, dándole indicaciones para algo. Benazir sentía el aroma de Génesis sobre el Alfa, y una sonrisa socarrona se dib
La noche nuevamente lo cubría todo, y las calles de Positano estaban casi en su totalidad vacías, con la excepción del barrio rojo. Mujeres hermosas que ofrecían sus caricias al mejor postor, hombres que con el dinero suficiente dejaban de sentirse solos, caminaban entre los callejones empedrados en la búsqueda de vender o comprar amor. En una de esas viejas casonas de placer en donde se ejercía desde hacía siglos el oficio más antiguo del mundo, Giles sentía como su virilidad era atendida por una simple humana de rasgos hermosos, que guardaba cierta semejanza con los Levana.Sus deseos sexuales eran cada vez mayores, y sin un “desahogo” pasajero, su bestia se volvía incontrolable, pero no existía humana en aquel lugar que lograra satisfacerlo completamente; quería más, necesitaba a Génesis para calmar a sus más bajos instintos, pues estaba seguro de que solo con ella encontraría la paz que tanto le estaba haciendo falta.—Veo que a pesar de ser uno de los únicos lobos con la sangre c