—Es correcto, mi querido cazador. Solo asesinando al Alfa Artem, Génesis será completamente libre para ser reclamada por ti, tienes que asesinarlo, y solo así, ella te pertenecerá. — aseguró el lobo blanco.Niccolo sonrió. Asesinar al Alfa Artem Kingsley sería un placer.—Bien, bien, haré el trabajo sucio, Levana, pero eso no significa que confío en ti. Somos aliados en esto, pero al final, Génesis será mía, y ni tu ni nadie podrán impedirlo, lobo blanco. — aseguró el cazador de cabellos rubios.Giles sintió como la sangre le hirvió ante el claro reto que el infame cazador Salvatore le estaba arrojando a la cara, sin embargo, sonriendo, asintió ante el menor de los hijos del traidor Nicanor.—Mi hermana estará en buenas manos, eso lo aseguro. — respondió ambiguo el lobo blanco.En la Toscana italiana, Artem hablaba con el encargado del hotel en el que se estaban hospedando, dándole indicaciones para algo. Benazir sentía el aroma de Génesis sobre el Alfa, y una sonrisa socarrona se dib
La noche nuevamente lo cubría todo, y las calles de Positano estaban casi en su totalidad vacías, con la excepción del barrio rojo. Mujeres hermosas que ofrecían sus caricias al mejor postor, hombres que con el dinero suficiente dejaban de sentirse solos, caminaban entre los callejones empedrados en la búsqueda de vender o comprar amor. En una de esas viejas casonas de placer en donde se ejercía desde hacía siglos el oficio más antiguo del mundo, Giles sentía como su virilidad era atendida por una simple humana de rasgos hermosos, que guardaba cierta semejanza con los Levana.Sus deseos sexuales eran cada vez mayores, y sin un “desahogo” pasajero, su bestia se volvía incontrolable, pero no existía humana en aquel lugar que lograra satisfacerlo completamente; quería más, necesitaba a Génesis para calmar a sus más bajos instintos, pues estaba seguro de que solo con ella encontraría la paz que tanto le estaba haciendo falta.—Veo que a pesar de ser uno de los únicos lobos con la sangre c
La noche, traía consigo las tinieblas, sumiendo en penumbras cada rincón y recoveco de las grandes ciudades o los despejados prados sin que nadie pudiese escapar de ella, prometiendo horrores inenarrables que agitan las imaginaciones de grandes escritores, y liberan las pasiones de los más fervientes y enamorados poetas…y en las noches, los lobos aúllan a la luna llena, y los amantes se ocultan bajo las sábanas de seda para encontrar las mil formas que existen de vivir el amor. Bajo el manto de estrellas, Génesis escuchaba la melodía de un violín, mientras el espumoso vino chorreaba de su elegante copa de cristal. Una exquisita cena, un magnífico momento que tan solo deseo disfrutar con todas sus fuerzas sin pensar en nada ni en nadie más allá del apuesto hombre moreno que tenía delante.Las rosas blancas y rojas rodeaban aquella terraza, haciendo parecer aquel rinconcito en el lujoso hotel como si fuese un pequeño paraíso de cuentos de hadas, en donde la princesa feliz esperaba recib
El sonido de una espada afilándose, resonaba como un eco lejano en los patios de la antigua mansión Salvatore. Murmullos bajos y risotadas fuertes, rompían el eterno silencio que, desde hacía demasiado tiempo, había reinado en aquel lugar al que Niccolo ya no podía llamar un hogar desde el instante en que su madre se fue. Hombres buenos, cazadores fieles a su juramento se preparaban para la guerra aun no declarada del todo, buscando un mismo fin: la destrucción de los hombres lobo.Todo hombre que en la mansión se preparaba, tenía su propia historia personal con una de esas bestias; desde el esposo fiel y devoto que fue traicionado por su cruel mujer, el hijo abandonado por la madre o el padre para ir detrás de una bestia, aquel padre que había perdido a un hijo en las garras de un lobo, o el hermano que había perdido a su hermano durante una pelea…todos tenían una historia que contar, que justificaba el odio que sentían hacia aquellos monstruos. Caminando entre ellos, Niccolo permane
La noche mágica era aquella, tal y como Génesis deseaba que fueran todas sus noches. La luna brillaba en lo alto, entre blancas nubes que se paseaban lentamente en el negruzco cielo nocturno, siendo alentadas por el apacible viento de esa noche. El silencio reinaba, y el nerviosismo de dos corazones que latían al compás del otro, no se hacía esperar. Velas aromáticas, pétalos de rosas carmín y blancas que marcaban toda aquella habitación en dónde dos almas sentían la ansiedad a flor de piel, eran mudos testigos de aquel momento mágico entre un hombre y una mujer que expectantes se miraron el uno al otro.Génesis salía de aquel baño del lujoso hotel de paso en su camino de regreso a Positano, ataviada en aquel erótico baby-doll semitransparente de encaje tan negro como la noche misma, que dejaba ver sus redondos senos coronados por ese par de botones de rosa apetecibles a la vista del lobo moreno que miraba sintiendo su virilidad reaccionando. Aquellas pantaletas de seda, dejaban ver u
Aquella noche aun continuaba, y Artem Kingsley miraba extasiado a su hermosa Génesis debajo de él. ¿En qué momento se había vuelto un prisionero incauto de ella? ¿En qué momento la Luna era quien consumía al sol? Aquellos placeres, aquellos éxtasis que tantas veces añoró, finalmente los experimentaba junto a ella, la única para él. La amaba, la deseaba tanto, que no podría vivir un momento más sin ella. Génesis era su fuego, y el, aquel incautó que voluntariamente se quemaba en él.— Por favor, ya no más… necesito…te necesito… — musitó Génesis suplicando por Artem.Sonriendo en ese estado de éxtasis, Artem miró directamente a los hermosos y apasionados ojos violetas de Génesis. Acercándose a ella, le besó los labios con ternura; aquello iba a pasar…iba a hacerla su mujer una vez más. Sacando despacio aquellas bragas negras, aquel hilillo de plata las siguió. Aquella dulce feminidad que se hallaba oculta entre sus piernas, saltaba a su vista para su completo deleite. Génesis sintió aqu
En los territorios de los Kale, Adolphus preparaba sus armas. Balas de plata consagradas de un cazador, con ello Artem Kingsley seria fácilmente asesinado y derrotado. La manada London finalmente caería en sus manos, y todo aquello que debía de ser suyo lo tendría en la palma de su mano. Su hija Ayla había desaparecido, y sabía que aún seguía la pista del Alfa Artem pues tenía un poderoso capricho hacia él, pero a pesar de ello, no dejaría a ese infeliz Alfa con vida, pues su mera existencia suponía un peligro para su propia gloria, y si lograba engendrar herederos, en cualquier momento estos reclamarían su derecho a la manada, y eso jamás iba a permitirlo.Dos golpes en su puerta, sin embargo, interrumpieron sus pensamientos.—Adelante. — ordenó.Para gran sorpresa del viejo lobo Kale, eran los mismísimos Lowell y Devlyn Kingsley, primos de Artem y el Beta y Gama del Alfa respectivamente, entrando por la puerta de su estudio.—Adolphus. — saludaron ambos.—Bien, puedo decir que estoy
—Hemos venido a informarte que el Alfa Artem fue derrotado por nosotros dos, y hemos reclamado a la manada London bajo nuestro poder. Mi hermano y yo hemos sido declarados como los nuevos Alfas, y exigimos que te arrodilles frente a nosotros, de lo contrario, atacaremos este lugar y tomaremos todo lo valioso que tengas en ella; eso incluye, por supuesto, a tu hija Ayla a quien reclamo ahora mismo como mi hembra. Sabemos que los viejos lobos del consejo te sirven, pero no debo recordarse que ustedes son un numero pequeño aun con sus aliados, y nosotros somos la manada más poderosa que existe actualmente. Solo tienes esas dos opciones Adolphus, o dimites, o peleas. — Devlyn amenazó a Adolphus Kale, quien se vio rodeado y vulnerable ante los gemelos Kingsley.Observando con atención por la ventana, e intentando mantener la calma en aquella inesperada situación, el viejo lobo Kale suspiró. Aquellos hermanos se le habían adelantado, pero esto, no se quedaría así, se prometió para sí mismo.