La noche, traía consigo las tinieblas, sumiendo en penumbras cada rincón y recoveco de las grandes ciudades o los despejados prados sin que nadie pudiese escapar de ella, prometiendo horrores inenarrables que agitan las imaginaciones de grandes escritores, y liberan las pasiones de los más fervientes y enamorados poetas…y en las noches, los lobos aúllan a la luna llena, y los amantes se ocultan bajo las sábanas de seda para encontrar las mil formas que existen de vivir el amor. Bajo el manto de estrellas, Génesis escuchaba la melodía de un violín, mientras el espumoso vino chorreaba de su elegante copa de cristal. Una exquisita cena, un magnífico momento que tan solo deseo disfrutar con todas sus fuerzas sin pensar en nada ni en nadie más allá del apuesto hombre moreno que tenía delante.Las rosas blancas y rojas rodeaban aquella terraza, haciendo parecer aquel rinconcito en el lujoso hotel como si fuese un pequeño paraíso de cuentos de hadas, en donde la princesa feliz esperaba recib
El sonido de una espada afilándose, resonaba como un eco lejano en los patios de la antigua mansión Salvatore. Murmullos bajos y risotadas fuertes, rompían el eterno silencio que, desde hacía demasiado tiempo, había reinado en aquel lugar al que Niccolo ya no podía llamar un hogar desde el instante en que su madre se fue. Hombres buenos, cazadores fieles a su juramento se preparaban para la guerra aun no declarada del todo, buscando un mismo fin: la destrucción de los hombres lobo.Todo hombre que en la mansión se preparaba, tenía su propia historia personal con una de esas bestias; desde el esposo fiel y devoto que fue traicionado por su cruel mujer, el hijo abandonado por la madre o el padre para ir detrás de una bestia, aquel padre que había perdido a un hijo en las garras de un lobo, o el hermano que había perdido a su hermano durante una pelea…todos tenían una historia que contar, que justificaba el odio que sentían hacia aquellos monstruos. Caminando entre ellos, Niccolo permane
La noche mágica era aquella, tal y como Génesis deseaba que fueran todas sus noches. La luna brillaba en lo alto, entre blancas nubes que se paseaban lentamente en el negruzco cielo nocturno, siendo alentadas por el apacible viento de esa noche. El silencio reinaba, y el nerviosismo de dos corazones que latían al compás del otro, no se hacía esperar. Velas aromáticas, pétalos de rosas carmín y blancas que marcaban toda aquella habitación en dónde dos almas sentían la ansiedad a flor de piel, eran mudos testigos de aquel momento mágico entre un hombre y una mujer que expectantes se miraron el uno al otro.Génesis salía de aquel baño del lujoso hotel de paso en su camino de regreso a Positano, ataviada en aquel erótico baby-doll semitransparente de encaje tan negro como la noche misma, que dejaba ver sus redondos senos coronados por ese par de botones de rosa apetecibles a la vista del lobo moreno que miraba sintiendo su virilidad reaccionando. Aquellas pantaletas de seda, dejaban ver u
Aquella noche aun continuaba, y Artem Kingsley miraba extasiado a su hermosa Génesis debajo de él. ¿En qué momento se había vuelto un prisionero incauto de ella? ¿En qué momento la Luna era quien consumía al sol? Aquellos placeres, aquellos éxtasis que tantas veces añoró, finalmente los experimentaba junto a ella, la única para él. La amaba, la deseaba tanto, que no podría vivir un momento más sin ella. Génesis era su fuego, y el, aquel incautó que voluntariamente se quemaba en él.— Por favor, ya no más… necesito…te necesito… — musitó Génesis suplicando por Artem.Sonriendo en ese estado de éxtasis, Artem miró directamente a los hermosos y apasionados ojos violetas de Génesis. Acercándose a ella, le besó los labios con ternura; aquello iba a pasar…iba a hacerla su mujer una vez más. Sacando despacio aquellas bragas negras, aquel hilillo de plata las siguió. Aquella dulce feminidad que se hallaba oculta entre sus piernas, saltaba a su vista para su completo deleite. Génesis sintió aqu
En los territorios de los Kale, Adolphus preparaba sus armas. Balas de plata consagradas de un cazador, con ello Artem Kingsley seria fácilmente asesinado y derrotado. La manada London finalmente caería en sus manos, y todo aquello que debía de ser suyo lo tendría en la palma de su mano. Su hija Ayla había desaparecido, y sabía que aún seguía la pista del Alfa Artem pues tenía un poderoso capricho hacia él, pero a pesar de ello, no dejaría a ese infeliz Alfa con vida, pues su mera existencia suponía un peligro para su propia gloria, y si lograba engendrar herederos, en cualquier momento estos reclamarían su derecho a la manada, y eso jamás iba a permitirlo.Dos golpes en su puerta, sin embargo, interrumpieron sus pensamientos.—Adelante. — ordenó.Para gran sorpresa del viejo lobo Kale, eran los mismísimos Lowell y Devlyn Kingsley, primos de Artem y el Beta y Gama del Alfa respectivamente, entrando por la puerta de su estudio.—Adolphus. — saludaron ambos.—Bien, puedo decir que estoy
—Hemos venido a informarte que el Alfa Artem fue derrotado por nosotros dos, y hemos reclamado a la manada London bajo nuestro poder. Mi hermano y yo hemos sido declarados como los nuevos Alfas, y exigimos que te arrodilles frente a nosotros, de lo contrario, atacaremos este lugar y tomaremos todo lo valioso que tengas en ella; eso incluye, por supuesto, a tu hija Ayla a quien reclamo ahora mismo como mi hembra. Sabemos que los viejos lobos del consejo te sirven, pero no debo recordarse que ustedes son un numero pequeño aun con sus aliados, y nosotros somos la manada más poderosa que existe actualmente. Solo tienes esas dos opciones Adolphus, o dimites, o peleas. — Devlyn amenazó a Adolphus Kale, quien se vio rodeado y vulnerable ante los gemelos Kingsley.Observando con atención por la ventana, e intentando mantener la calma en aquella inesperada situación, el viejo lobo Kale suspiró. Aquellos hermanos se le habían adelantado, pero esto, no se quedaría así, se prometió para sí mismo.
Leopoldo Montefeltro mantenía un semblante serio y mal encajado, mientras miraba los oscuros bosques rumanos que poco a poco se iban coloreando de un rojo amanecer. Aquella llamada que de Artem Kingsley había recibido, lo había puesto sobre alerta debido a los últimos acontecimientos que en Italia se habían suscitado. La manada London se había revelado en contra de su Alfa, cayendo en las traicioneras manos del Beta Lowell Kingsley y su hermano gemelo, y un viejo amigo de Positano, le había alertado la presencia de cierto lobo blanco a quien había observado en los burdeles de la ciudad.Génesis no se encontraba a salvo, y aun cuando Artem Kingsley estaba dispuesto a dar su vida por protegerla, nadie aseguraba que tanto Niccolo Salvatore como Giles Levana no harían hasta lo impensable para hacerse con su pobre hija…necesitaba salir de allí con premura, y llegar a tiempo a Positano, a donde Artem la estaba llevando para enfrentar de una vez por todas a aquellos que los estaban amenazand
“Para Génesis”La loba blanca sostenía aquella invitación en sus manos, sin atreverse a abrirla. Recordando las palabras de su mayordomo en donde le describió a un joven señor de “hermosa apariencia”. Estaba segura, de que ese joven señor no podía ser nadie más que su hermano.Se sentía ansiosa, confundida en un mar de complicadas emociones que no le daban un poco de tregua y paz. Por un lado, quería ver a su hermano, una vez más; aquel niño tierno, amable y amoroso de sus memorias, que siempre intentaba protegerla de todo peligro, y a quien ella amó tanto o más que a sus propios padres. Por otro lado, tenía miedo; un terror profundo de confirmar lo que el deseaba obtener de ella, y que Giles deseara tomarla como mujer y no como hermana. Aquel solo pensamiento la hacía sufrir de maneras indecibles; pues alejada de él toda su vida, y creciendo entre las lobas normales, y luego acostumbrándose a la vida entre humanos, el incesto era algo que definitivamente estaba fuera de su mente. Sab