Estacioné mi motocicleta y caminé hacia una de las bodegas.
—Sabía que vendrías, eres una mujer muy inteligente.
—¿Cómo es que tienes mi número de teléfono? —fue mi primera pregunta.
—Viniste hasta acá y tu pregunta es esa.
—No estoy para juego ¿Qué es lo que quieres?
—Solo quiero negociar, tenemos siete de sus mejores autos; autos que ya estaban destinados a uno de los jeques del oriente, si no cumplen con su trato se verán en graves problemas.
—¿Cómo es que sabes todo ese tipo de información? —se su
Estaba pasmada. Me negaba a aceptar que Damian fuera el trébol negro, el hombre que nos había robado, quien me había besado en varias ocaciones, quien me vio desnuda.El tipo que estaba junto con Damián le hizo gestos y ambos giraron sus miradas hacia mi. Ordené a mis pies para que caminaran, pero al parecer mi cerebro no estaba conectando con ellos.Los dos se pusieron de pie y caminaron en mi dirección.—Hola Esher —saludó Damián.—Hola.—Él es mi amigo Agustin —señaló al tipo que estaba a su lado.—Mucho gusto señorita —exte
—Te dije que podría con esto. —Después de unas horas, Aidan llegó a la casa con los siete autos que nos pertenecían.—¡Eres increíble! —Me lancé hacia él, lo abracé y lo besé.—Solo seguí tus ordenes, aquí tu eres la mujer increíble, lograste esto sola.No podía creer que esto había funcionado, le ganamos la guerra al trébol negro, lo que que un par de senos y una actitud seductora.—¿Dejaste mi pequeño recuerdo?—Claro que sí, será lo único que encuentre cuando lleguen a la bodega, los muy idiotas dejaron solo
DamiánMe encontraba en un hotel esperando por Agustín mi amigo, era mi socio y compañero en diversos proyectos. Lo conocí en la universidad y conté muchos de mis planes.—¡Eres un imbécil! —gritó al entrar a la habitación.—¡Tranquilo! ¿Qué te pasa?—¡Te dije que tu obsesión por esa mujer nos iba a llevar a la destrucción!Agustín se quitó la sudadera negra que llevaba puesta y sin verlo venir, lanzó un puño hacia mi cara.—¿Por qué haces esto?—Debe
EVATodo en mi habitación era oscuridad, lo único que podía ver era el rostro de Aidan, quien dormía a mi lado. Después de la fiesta él y yo subimos a mi habitación y tuvimos sexo, tal y como lo habíamos hecho muchas veces.Pero esta vez, para mi fue distinto. En mi mente solo figuraba un hombre enmascarado, con jeans y sudadera negra. No entendía cómo podía desear a una persona tan despreciable como el trébol negro. Solo debía sentir nausea, asco y repugnancia y no deseo.Pasé mi mano por el cabello de Aidan. —¡Eh! despierta… —susurré cerca de su cara —Despierta…—Mmmm no, ¿por qué? En estos momentos estaba muy confundida, pero los labios de Damián sobre los míos no dejaban que mis ideas fueran claras.Sentí sus manos en mi cintura y fueron como fuego en toda mi piel. Yo aún tenía puesto mi traje de baño, así que estaba semidesnuda y él solo estaba con su traje de baño. Me besaba con pasión y sus manos me tomaban tan fuerte, como si quisiera traspasar mi piel. Lo peor de todo es que yo también estaba disfrutando de ese momento.Enrollé mis brazos en su cuello y de un salto entrelacé mis piernas en su cintura. Él me tomó de los muslos y me pegó en la pared. ambos soltamos un gemido. Increíble que mi cuerpo reaccionara de esa manera y lo más increíble es que su cuerpo también lo hiciera.CAPÍTULO 90
Había tenido muchas aventuras con Aidan, tuvimos sexo en diversos lugares. Pero nada como lo que estaba viviendo en estos instantes.Tenía vendados los ojos, pero no era necesario ver, ya que con sentir su piel sobre la mía era más que suficiente. Todo inició con un beso apasionado y poco a poco mi ropa fue desapareciendo al igual que la suya. Sus labios, su lengua y sus manos tocaron todo mi cuerpo. Sabía que esto estaba mal ya que estaba acostando con mi enemigo, pero el placer y la lujuria que me causaba me nublaba la razón. Además esto no iba a cambiar el hecho de que quisiera atraparlo y que él intentara robarnos, esto era por simple complacencia, desde que nos habíamos conocido algo nos atraía del otro y esto solo era la culminación de ese deseo inexplicable que sentíamos. Sentí su lengua en la cicatriz que tenía en mi espalda, eran pequeñas marcas que eran recuerdo de la vez que Cian el medio hermano de mi padre me disparó. Olvidé aquellos recuerdos y me dejé llevar. Mis mano
—¡Felicidades hija! —Mi madre fue la primera en correr hacia mí y abrazarme. Ya era la hora de la supuesta fiesta de cumpleaños. No era de fiestas pero a mis padres sí y les encantaba algún motivo para hacer festividades. —Muchas gracias mamá, creí que esto sería algo más íntimo. —Hija, están las personas más allegadas. Miré a los alrededores y yo veía demasiadas personas. Incluso a Damián con su estúpida novia y su estúpido amigo. Trataba de localizar a Aidan, ni siquiera pude hablar con él, cada vez que lo buscaba tenía una excusa para irse y no hablar. Había llegado el momento de la fiesta y no lo veía. Ni siquiera se había acercado para desearme un feliz cumpleaños. —Hola pequeña traviesa. —Deja de llamarme así Agustín. —Es que me encanta llamarte de esa manera. Ver tu cara enojada me encanta. —Si no quieres que te golpee delante de los invitados deja de molestarme. —¿Por qué me odias? —No te odio, solo me caes mal.—Ja, ja, ja que buena broma. En serio yo solo quiero con
—¡Eva!, abre la puerta por favor. Ahí estaba mi madre otra vez. Llevaba todo el día tocando la puerta de mi habitación, pero simplemente no quería pararme de mi cama para abrir la puerta. De pronto mi madre entró. —Tuve que buscar una copia de la llave de tu habitación. Puse una almohada sobre mi cara, no quería ver a nadie en estos momentos. —Mi amor, se qué te duele la muerte de Aidan, pero no puedes pasar todo el día encerrada en tu habitación.Había pasado una semana desde la muerte de Aidan, fue un golpe demasiado duro para mi. Tal vez no lo amaba pero lo quería, le tenía un gran aprecio, estuvo conmigo durante muchos años, me protegió y me amó como ningún otro hombre. Mientras agonizaba aun me dijo que me amaba y era lo que más me dolía, hasta en sus últimos momentos él no dejó de amarme. Solo me arrepentía de no haber correspondido sus sentimientos, de no pasar y disfrutar el amor que me ofrecía. —Mamá no puedo salir, cada cosa me recuerda a él. Es injusto que muriera de