¿Se los dices tú o se los digo yo?

El CEO ruso salió con la bella Cecilia. Ella seguía sonriendo, parecía un hermoso demonio. Pero eso al hombre no le importaba mucho si podía sacarla de la mansión para hablar con ella.

— Sube. Como el caballero que era, le abrió la puerta y puso su cinturón. Después dió la vuelta y subió él. Arrancó el coche sin tener idea a dónde rayos ir.

Cecilia checaba su teléfono, por un momento lo dejo de lado y pidió al ruso ir a un café.

— Maneja hasta la cuatro y quince. Hay un discreto café ahí en donde podremos hablar tranquilamente. — Indicó la jóven.

— Cecilia yo...

— Shhhss... Aquí no.

— !No me shites mujercita! Solo quiero tocar el tema.

— No voy a hablar aquí en el coche. Solo... espera un poco.

El discreto y acogedor café los recibió. Tenía un luz tenue y cómodos sillones de piel. La mesera de inmediato los atendió.

— Buenas tardes. ¿Gustan que les tome la órden?

— Si, yo quiero un capuchino, ¿Qué quieres tú, Egon?

— Yo... un late por favor.

— Enseguida.

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